Nota del editor: Mark Galeotti es investigador principal en el Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, y es coordinador de su Centro para la Seguridad Europea. Es especialista en asuntos de seguridad rusos, inteligencia y crimen organizado y es también director principal de la consultora Mayak Intelligence, especializada en investigaciones sobre Rusia. Las opiniones en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Los informes de esta semana según los cuales Donald Trump Jr., hijo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, al parecer creyendo que poseía información comprometedora sobre la campaña electoral de Hillary Clinton, no han hecho otra cosa sino sumarle un problema más a la actual Casa Blanca.
La ironía, extrañada en muchos de los reportajes, es que, si ella formaba parte de algunas “medidas activas” rusas, de una campaña de trucos sucios o si era simplemente una aguda oportunista que conocía la mejor manera de tener una reunión con el equipo de Trump, el Kremlin gana con cara o sello.
Después de todo, posiblemente le da más poder del que merece al presidente de Rusia, Vladimir Putin, considerado como un gran maestro maquiavélico de la geopolítica tramposa.
Los hechos de este caso siguen siendo turbios. Veselnitskaya niega que ella estuviera vendiendo material comprometedor o haciendo kompromat, como lo llaman los rusos, y asegura que simplemente estaba haciendo cabildeo contra la Ley Magnitsky: una ley estadounidense dirigida contra presuntos abusadores de derechos humanos rusos (y sus clientes). Mientras tanto, el equipo de Trump se presenta como víctima ingenua de malentendidos a quienes nunca se les dio nada de la suciedad que les habían prometido.
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Hasta que más hechos salgan a la luz, la forma en que uno interprete el caso probablemente dependerá de si ya se ha decidido que el presidente Trump es un títere del Kremlin o un idiota útil, o la víctima de “la mayor cacería de brujas de la historia política”.
Lo que es interesante es la rapidez con que se puede suponer que un abogado corporativo es un agente del Kremlin. Después de todo, Veselnitskaya tiene vínculos relativamente tenues con el gobierno.
A fin de cuentas, Putin no es tanto un gran maestro de la microgerencia sino un oportunista. Establece objetivos estratégicos amplios, diseñados para dividir, distraer y desmoralizar a Occidente lo suficientemente para que Rusia ejerza su libre albedrío.
Algunas operaciones, como la piratería y la filtración de documentos de la campaña de Hillary Clinton, son claramente llevadas a cabo por agencias gubernamentales a instancias del Kremlin. Pero la mayoría son lo que podríamos llamar subversión independiente. Se anima a todo tipo de emprendedores políticos a inventar sus propios esquemas que pueden hacer progresar los objetivos de Putin. Si fracasan, el Kremlin puede negar cualquier participación. Si tienen éxito, la fortaleza moscovita los recompensará.
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Muchas de estas actividades independientes son torpes, estúpidas, infortunadas, o las tres cosas al mismo tiempo. A menudo fallan vergonzosamente. Pero incluso cuando fallan, prestan un servicio. Contribuyen a un clima de opinión que ve al Estado ruso como agresivo, ambicioso y omnipresente, y alimentan una preocupación febril sobre eso que puede convertirse en paranoia.
Putin parece haber llegado a un acuerdo con el hecho de que, al menos en Occidente, es poco probable que haga amigos. El “poder blando” ruso (su capacidad de ejercer influencia a través de relaciones positivas y el ejemplo) es mínimo.
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En su lugar, parece estar acumulando lo contrario: lo que he llamado “poder oscuro”. Hay una considerable fuerza en ser temido, al ser considerado impredecible y desenfrenado, según los cánones de la etiqueta normal de las relaciones internacionales.
Ahora, cada vez que muere un crítico del Kremlin, se sospecha el asesinato. Cada vez que un partido anti Estados Unidos o euroescéptico prospera, se piensa que Rusia está detrás de ello. Y se presume que cada abogado y cabildero es un promotor de Putin. Para algunos, esto les hace sentir que Putin debe ser apaciguado, o les hace ver a su Rusia como mucho más fuerte de lo que realmente es. En el corto plazo, esto alimenta una percepción útil de la Rusia de Putin desde Occidente: un matón indomable que puede interferir con lo que quiere, cuando quiere.
A largo plazo, es probable que esto sea un peligro para Rusia, ya que se convierte en un paria virtual.