Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama.
(CNN Español) – ”Todas las opciones están sobre la mesa”.
Es la emotiva frase que ha definido la política de la administración Trump ante Venezuela desde casi sus primeros días.
Inicialmente fue un intento de intimidar y dividir al régimen de Nicolás Maduro con la amenaza implícita de una invasión estadounidense.
Aunque una invasión —un esfuerzo que requeriría una gigantesca inversión de vidas y dinero por parte de un país harto de guerras— no va ocurrir, la frase caló, en particular, en la comunidad venezolana-estadounidense, y con razón.
Desesperados por salvar a su país y a sus parientes, la comunidad se animó con la esperanza de que el gobierno de Trump iba trabajar por un cambio profundo en Venezuela.
Pero además de jugar con las emociones de un pueblo sufrido, la frase ha venido a definir los intentos de la administración de Trump de resolver la crisis en Venezuela de una manera nada anticipada.
Resulta que “todas las opciones” incluían cambiar la meta de promover un cambio profundo en Venezuela, a redefinir “la victoria” a un cambio superficial a casi cualquier precio.
Las primeras indicaciones de esta nueva definición de “todas las opciones” se vieron el 30 de abril.
Ese día del levantamiento fallido contra Maduro, la meta se convirtió en simplemente sacarle de Miraflores, como si su presencia allí fuera el único problema que enfrentaba el pueblo venezolano.
El presunto involucramiento de la Casa Blanca en lo del 30 de abril dejó claro que “todas las opciones” incluirían dejar en el poder arquitectos claves del régimen criminal como el Ministro de Defensa Vladimir Padrino y Maikel Moreno, presidente de una Corte Suprema cuya legitimidad supuestamente no reconocen.
“Todas las opciones” también incluyen levantar todas las sanciones estadounidenses contra Manuel Christopher Figuera, el general que había llevado el mando del SEBIN, una de las herramientas principales de un sistema de represión acusado de crímenes de lesa humanidad.
Pero resulta que “todas las opciones” se extienden aún más.
Este fin de semana salió la noticia de que “todas las opciones” parecía incluir, según reportó el “Miami Herald”, negociar con uno de los hombres fuertes del régimen, un presunto narcotraficante quien aparentemente ordenó asesinar a un senador estadounidense (el senador Marco Rubio), Diosdado Cabello, presidente de otro órgano cuya legitimidad no se reconoce, la Asamblea Constituyente. Cabello ha negado dicha negociación.
Se requieren altos niveles de cinismo para entender cómo es que Cabello puede figurar entre “todas las opciones” porque si la política Trump ante Venezuela es lo que pretenden sus defensores —la defensa de la democracia basada en principios—, no existe espacio para un presidente Cabello.
Si, en contraste, la política ante Venezuela es simplemente una pieza más en una estrategia electoral guiada hacia el sur de la Florida, un presidente Cabello puede llegar a tener su lógica trumpista. Pero solo si el pueblo venezolano-estadounidense le compra a Trump que pasar el destino de Venezuela de las manos de Maduro a las de Cabello es una “victoria”.
Pero quizás “todas las opciones” no es simplemente, ni principalmente, un engaño dirigido hacia la comunidad venezolana-estadounidense.
Un presidente Cabello también podría apelar a otro grupo electoral clave en el sur de la Florida: la vieja guardia cubano-estadounidense. Para ese grupo, quizás cambio superficial en Venezuela que implique la continuación de la crisis humanitaria más profunda que se ha vivido en Suramérica está justificado si contribuye a detonar la implosión en Cuba que han buscado durante 60 años.
Cabello, a toda apariencia, no tiene afinidad ideológica con Cuba y quizás acordaría cortar flujos de petróleo a ese país para quedarse con Venezuela.
Si los venezolanos-estadounidenses aceptan que ellos y sus familias tienen que seguir sufriendo bajo un régimen criminal con una nueva cara para presionar a Cuba, un presidente Cabello quizás le saldría bien a Trump.
Los días, semanas, y, tristemente casi seguro, los meses que vienen estarán llenos de ruido por parte de la administración Trump ante Venezuela. Esta misma semana, por ejemplo, el presidente está pensando en voz alta sobre un presunto bloqueo naval a Venezuela que tampoco creo que vaya a ocurrir.
Tratarán una y otra vez convencer, por lo menos hasta el cierre de las urnas el 3 de noviembre del 2020, de que están dispuestos a hacer lo que sea para restaurar la democracia en Venezuela.
Todos deben fijarse bien en qué consiste “lo que sea” y si es verdaderamente un esfuerzo de principios democráticos para promover un cambio real o simplemente una muestra más de la doble moral, la manipulación emocional y el engaño electoral.