(CNN) — Extremadamente sobrepobladas, insalubres, hervidero de tensiones y violencia: horas después de que un mortal incendio arrasara una cárcel en Comayagua, en el centro de Honduras, el cual mató a más de 300 personas, se descubre una horrenda descripción sobre el difícil estado de las cárceles hondureñas.

Y aunque todavía no son claras las causas del incendio en Comayagua, los observadores dicen que las condiciones en las que viven los internos podrían haber contribuido al alto número de víctimas.

Ron W. Nikkel, presidente de Prision Fellowship International, una organización no gubernamental internacional, dice que Comayagua es la peor prisión que ha visitado en el país.

“Está espantosamente sobrepoblada. A veces son literas de cinco, seis o siete pisos, con la persona en la menor escala social durmiendo debajo de la litera, en el suelo”, dijo a CNN desde Washington. “Rara vez he estado en un lugar donde haya visto tal hacinamiento. Ha habido una serie de incendios en los últimos años y es sorprendente que no hayan sido peores o que sucedieran antes que éste. “Ni siquiera en una perrera hay tal abarrotamiento, es verdaderamente mala y hay muy poca ventilación, por lo que me puedo imaginar a un montón de gente muriendo por inhalación de humo”.

Las condiciones en los dormitorios llenos a reventar y sin ventilación son opresivas, deprimentes e inhumanas, comentó. “Uno se pregunta cómo el ser humano puede adaptarse a esas condiciones, pero lo hacen”.

El hecho de que el fuego se desatara por la noche significó que la mayoría de los 850 internos estaban dormidos mientras las llamas ardían. Una vez que se dio la alarma, es probable que la respuesta de las autoridades se haya visto obstaculizada por la falta de personal y su escasa capacitación, comentó el profesor Andrew Coyle, del Centro Internacional de Estudios Penitenciarios de la Universidad de Essex, en el Reino Unido.

El desfase de las cifras

Muchas cárceles en Centroamérica están deterioradas, con una infraestructura que se desmorona y con falta de mantenimiento, comentó Coyle a CNN. Una consecuencia inevitable de esto es la débil vigilancia de las directrices de salud, seguridad y prevención de incendios, provocando que las posibilidades sean mucho más altas de que ocurra un incendio devastador, dijo.

A nivel nacional, Honduras, un país con alrededor de ocho millones de habitantes, tiene capacidad penitenciaria para unos 8,000 internos, pero tenía cerca de 12,000 encarcelados en 2010, lo que equivale a un 40% de sobrepoblación, dijo Coyle.

Los Departamento de Estado de EU planteó inquietudes similares en un informe dado a conocer el año pasado, en el que se cita a grupos defensores de derechos humanos que dicen que los presos “sufren grave hacinamiento, malnutrición y la falta de adecuadas condiciones de salubridad”, y que también destacan situaciones de violencia y abuso.

El incendio de Comayagua fue el tercer hecho similar en los últimos años con consecuencias mortales. En 2003, 61 presos murieron en un incendio en una cárcel, en La Ceiba. En 2004, la cifra de muertos fue de 107 por un incendio en una prisión, en San Pedro Sula.

El comisionado penitenciario del país dijo que las autoridades investigan si un cortocircuito provocó el incendio más reciente, o si quizá un preso incendió un colchón, el cual provocó las llamas. Pero las preguntas sobre la eficacia de la respuesta de las autoridades están limitadas.

Medidas urgentes

El grupo defensor de los derechos humanos, Amnistía Internacional, hizo un llamado para llevar a cabo una investigación exhaustiva e imparcial sobre lo que ocurrió el miércoles en Comayagua. “El gobierno debe tomar medidas urgentes para asegurarse que las vitales lecciones se aprendan y que las condiciones de las cárceles mejoren, con el fin de que esta tragedia no vuelva a ocurrir”; comentó Esther Major, investigadora de América Central en Amnistía.

Otro grupo defensor de los derechos, Human Rights Watch, puso el dedo en el aspecto de la sobrepoblación, y criticó a las autoridades hondureñas por no poder resolver las condiciones en las que se encuentran los sospechosos y los sentenciados.

“La violencia endémica, muy pobre infraestructura, personal insuficiente, personal mal entrenado, todos estos factores combinados quieren decir que cuando algo sale mal, existe un grave peligro de pérdidas de vidas e incapacidad de las autoridades para afrontar los hechos”, dijo Coyle.

Delincuencia en el penal

Pertenecer a una organización de delincuentes es también un problema en las cárceles de la región, comentó Coyle. Los reclusos que todavía no son integrantes de una banda, o de la mara, cuando ingresan en la cárcel pronto se adhieren a ellas como cuestión de supervivencia.

Nikkel dice que por lo que él ha visto, la mayoría de los internos en Comayagua son hombres jóvenes, de entre 18 y 25 años, y muchos de ellos pertenecen a bandas delictivas.

Cerca de la mitad de los que están presos aún no han sido juzgados, por lo que aún no se escuchado sus casos en la corte, y mucho menos han sido sentenciados. Algunos pueden pasar años en la espera, un indicio del dolorosamente lento proceso judicial que tiene el país, comentó Nikkel.

Esto se suma a la sensación de injusticia y frustración contenida en la cárcel. Mientras que no ha observado en sus visitas violencia entre los reclusos o por parte del personal penitenciario, Nikkel dijo que esto es algo conocido por todos. “Ciertamente puedes observar la tensión cuando entras en lo correspondiente al enfrentamiento entre varias bandas que controlan ciertas áreas”, dijo.

“Sin embargo, Honduras ha destacado por la violencia de su sistema contra los reclusos, y parte de ello es gracias a la insuficiente formación de los funcionarios penitenciarios, y debido también a que son sujetos del mismo hacinamiento, condiciones que hacen muy difícil la labor”.

Al director de la cárcel de Comayagua el año pasado le dieron un tiro los integrantes de los grupos del penal, descontentos por las restricciones impuestas a sus compatriotas dentro de la cárcel, comentó Nikkel.

Entre suciedad, drogas y prostitutas

Las condiciones de salubridad en esa cárcel son absolutamente inadecuadas, agregó, con “horribles” instalaciones de limpieza y aseo. Y las drogas son algo fáciles de conseguir tanto dentro de la cárcel como en las calles, comentó Nikkel. La corrupción también es un gran problema, puesto que tienen capacidad de tomar decisiones aquellos con fuertes conexiones poderosas con los grupos delictivos en el exterior.

“He visto guardias ofreciendo a los internos prostitutas de una manera organizada, muy abierta, por lo que todo el entorno está plagado de corrupción endémica que alimenta la violencia”, dijo Nikkel.

Una situación parecida existe en algunos otros países centroamericanos, agregó. “Con las bandas delictivas en posibilidades de pagarle más a los guardias que lo que perciben por salarios, por lo que el poder está donde está el dinero”.

Si bien se ha hablado mucho hacer frente a la corrupción que se vive en el sector penitenciario, dijo Nikkel, las posibilidades son muy pocas en tanto que otros sectores de la sociedad civil también estén plagados de corrupción.

El personal y los voluntarios de Prision Felowship International trabajan para ofrecer proyectos prácticos y educativos, tales como el cultivo de alimentos, el combatir la falta oportunidades para los internos, comentó Nikkel, y el darles algo de esperanza. La organización también lleva a cabo un programa que envía equipos médicos a las cárceles del país, con el fin d tratar enfermedades tales como problemas epidérmicos y dentales, infecciones en los ojos y desnutrición, dijo.

Coyle asegura que se sabe que las condiciones actuales de las cárceles son inaceptables, en materia de violencia y escasa infraestructura, sin embargo, hay muchos obstáculos en el camino a la reforma.

“No puedes reformar un sistema penitenciario de manera aislada del resto de la sociedad civil, y en donde la sociedad civil es violenta, peligroso y destructiva, no es nada sorprendente que esto se extiende dentro de la prisión”.