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(CNN) — Percy von Lipinski estaba parado sobre una silla mientras decoraba el árbol de navidad de su familia. Se encontraba colgando un adorno alemán hecho de vidrio cuando se desbalanceó y se agarró de una de las ramas del pino, con la que se picó la mano izquierda mientras recuperaba el equilibrio.

Suena inofensivo, ¿cierto? En ese momento von Lipinski, de 57 años, no tenía idea que ese incidente ocurrido en 2008 casi iba a costarle la mano entera, si no es que su vida.

Lo que parecía una herida sin importancia resultó ser una enfermedad causada por una fascitis necrotizante que se come la carne, la misma condición que se presentó recientemente en dos casos con mucha difusión en Estados Unidos.

“Le he contado esta historia a mucha gente para que estén conscientes que esto también puede pasarte a ti”, dijo von Lipinski, quien vive en Vancouver, Columbia Británica. “Nunca jamás le resten importancia a una infección”.

Este mes a Aimee Copeland, una estudiante de 24 años de la Universidad de West Georgia, se le amputó una pierna, un pie y luego las manos ya que tenía la misma bacteria come carne. Copeland se cayó de una tirolesa y se cortó la pierna el 1 de mayo.

Había estado conectada a un ventilador pero ya respira por sí misma, según informó su padre el domingo pasado. Hasta el martes 23, Copeland continuaba en condición crítica.

Hasta ahora, Lana Kuykendall se ha sometido a siete cirugías como resultado de esta enfermedad y ha estado “entubada y sedada” desde que llegó al hospital el 11 de mayo, dijo su hermano. Kuykendall estuvo sana hasta el 7 de mayo cuando dio a luz a sus gemelos, pero fue al hospital cuando notó que tenía un moretón en una pierna. Continúa hospitalizada en condición crítica.

La experiencia de von Lipinski, que compartió en un iReport de CNN, fue mucho menos agresiva en comparación con el caso de estas dos mujeres, pero pudo haber sido mucho peor si la infección no se hubiera detectado a tiempo.

Existen muchas cepas de distintas bacterias que causan la enfermedad come carne por una fascitis necrotizante. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) calcula que existen de 9.000 a 11.500 casos de infecciones causadas por la bacteria estreptococo del grupo A, donde uno de esos casos presenta fascitis necrotizante cada año. De ellos, sólo el 6% o 7% son considerados agresivos. Es más común que la bacteria resulte en una infección que provoque una faringitis estreptocócica o una infección en la piel llamada impétigo.

La infección de Copeland se originó de la cepa bacteriana llamada Aeromonas hydrophila, tan poco común que no se cuenta con buena información sobre la incidencia de esta enfermedad que come carne.

La CDC dice que cerca del 25% de los pacientes que padecen de fascitis necrotizante mueren. Canadá presenta de 90 a 200 casos por año, con una tasa de mortalidad entre el 20% y el 30%, esto de acuerdo con la información de la Agencia de Salud Pública de Canadá.

En aquella temporada navideña de 2008 von Lipinski no pensaba mucho en la herida causada por la aguja del pino hasta que el enrojecimiento se expandió, lo que le causaba dolores poco usuales. Él y su esposa, la médico ginecóloga obstetra Olga von Lipinski, se encontraban cenendo junto con un grupo de médicos. Ellos le recomendaron tomar antibióticos, que el matrimonio tenía en casa.

Pero la esposa de von Lipinski supo que algo estaba mal cuando vio que Percy se levantaba continuamente durante la noche, incapaz de conciliar el sueño debido al dolor. A la mañana siguiente la herida de su mano había empeorado.

La historia de von Lipinski es la típica historia sobre este tipo de infecciones que conoce el médico William Schafner, jefe del departamento de Medicina Preventiva del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt. Los síntomas típicos de este problema son fiebre y dolor persistente desproporcionado al tamaño de la lesión. Muchas veces dice que lo han descrito como “el peor dolor que han sentido jamás”.

Dijo que el 10% de los pacientes no pueden recordar haber tenido alguna lesión antes que comenzara a presentarse la infección.

Algunos casos presentan lesiones penetrantes y profundas, tal como en el caso de Copeland. En otros casos, como el de von Lipinski, las lesiones son inofensivas. Pero la infección puede desarrollarse aun cuando la piel no tiene lesiones, un simple golpe también puede desencadenarla.

Aun así, muchas personas sufren este tipo de lesiones a diario sin que eso implique que van a desarrollar una infección por una bacteria que come carne. Aún existe un poco de misterio sobre el por qué un pequeño grupo de personas sí desarrollan la enfermedad.

“Se necesita una combinación de circunstancias, las cuales deben de embonar perfectamente para que se susciten este tipo de casos”, dijo Schaffner.

Algunas veces las bacterias son externas, pero en algunos casos la persona ya es portadora de la bacteria.

El tratamiento a tiempo salva vidas

Como sucede con muchas otras enfermedades, la vulnerabilidad de la gente hacia una infección por una bacteria que come carne se incrementa con la edad y otras condiciones presentes que pudieran comprometer al sistema inmunológico. El retraso en los cuidados requeridos para tratar una herida también puede predisponer a la persona a que empeore su condición.

“Ciertamente ahora presto mucho más atención a cualquier cortadita ya sea hecha con una hoja de papel, o al afeitarme, la trato de una forma mucho más seria”, dijo von Lipinski.

Una noche, mientras la infección se extendía en la mano de von Lipinski, cayó metro y medio de nieve. Él había planeado pasar el día decorando su casa para Navidad, pero su esposa insistió en llevarlo a la sala de emergencias de camino a su trabajo alrededor de las seis de la mañana.

“Si mi esposa no hubiera insistido, nunca hubiera ido al hospital”, dijo.

Los médicos le dijeron que le administrarían un antibiótico por goteo intravenoso durante cuatro horas y después podría ir a su casa. A su esposa le dijeron que su marido estaría en casa para la hora de cenar. Pero el medicamento no funcionó y la condición de von Lipinski empeoraba, por lo que fue llevado a la unidad de cuidados intensivos.

La mano de von Lipinski aparentaba haber duplicado su tamaño, al estilo de “un tipo de maquillaje de ciencia ficción”.

“Se estaba tornando muy difícil mover los dedos”, dijo. “No podía imaginar cómo iba a volver a tener la funcionalidad completa en la mano”.

Hay mucho que no recuerda, pero hay una conversación que tiene muy presente: su esposa hablaba con su hija de cinco años sobre cómo la gente buena va al cielo.

“Todo estaba sucediendo tan rápidamente a mi alrededor que no fue hasta que escuche aquellas palabras de la boca de mi esposa, hablando con mi hija, que pensé ‘caray, podría morir’”, von Lipinski recuerda.

“Nunca lo había visto tan enfermo”, dijo su esposa. “Realmente es una cosa espantosa. No deseas ver a nadie, especialmente a tu familia, pasar por este tipo de situación”.

Durante las siguientes 48 horas una de las combinaciones de antibióticos comenzó a funcionar. Las enfermeras habían marcado con un plumón negro las líneas de cómo había ido avanzando la infección, pero ahora había comenzado a ceder. Los cirujanos retiraron tejido muerto de la mano. Afortunadamente no tuvieron que amputarle la mano.

La cirugía es el tratamiento más efectivo para tratar esta enfermedad. Los antibióticos y el cuidado subsecuente también son importantes, dijo Schaffner, quien no estuvo a cargo del caso de von Lipinski. Mantenerse un paso adelante a la infección mediante la remoción del tejido muerto es crucial.

“No es poco común que un cirujano deba operar una segunda o tercera vez debido a que la infección puede esparcirse de forma muy determinante y rápida y persistente, vean el caso de esa pobre mujer en Georgia”, dijo Schaffner.

Se le dijo a von Lipinski que en el mejor de los casos no podría volver a mover la mano y tendría los dedos engarrotados por el resto de su vida. Para ese momento, von Lipinski se sentía agradecido de conservar su mano, aun y cuando fuera a quedar paralizada.

Von Lipinski permaneció internado en el hospital alrededor de dos semanas. Contrariamente a lo que predijeron los médicos, eventualmente volvió a tener movilidad en los dedos, aunque lograrlo le tomó entre 18 y 24 meses. Un año después de su accidente a duras penas podía cerrar el puño. Solamente le quedan cicatrices de la cirugía y ahora tiene total funcionalidad en la mano.

“Cuando enfrentas así de cerca a la muerte, así como me sucedió a mí, tiendes a ver la vida de forma diferente”, dijo. “¡El dinero y otros retos típicos que enfrentas en la vida instantáneamente se vuelven triviales cuando me detengo a pensar en lo afortunado que fui!”.