La furia de la naturaleza se cebó con la familia de Giovanni.

SAN MARCOS, Guatemala (CNNMéxico) — Era la primera vez que Giovanni iría a trabajar a la arenera. Y fue también el día que un fuerte sismo que azotó el departamento de San Marcos en Guatemala desgarró una parte de la montaña. El niño de seis años murió junto a su abuelo.

Giovanni quiso acompañar a su abuelo al trabajo ese día. Estaba de vacaciones y se aburría en casa, así que rogó a su madre para que le diera permiso. La mamá lo dudó pero luego accedió, en la misma planta de extracción de arena trabaja el tío del niño, así que le sobrarían ojos para cuidarlo. Giovanni se fue dando saltos, a sus seis años se sentía ya como un hombre fuerte, capaz de cargar enormes camiones con su pala de arena, según relata su familia.

Los recibió un sol tibio de noviembre y la imponente montaña que a diario les daba el sustento. Estaban también Wilson, Nectali, Selvin Y Jeremias. Cruz de León, el jefe, atravesó el breve espacio que separa su casa de la planta y se les unió. Su trabajo era recolectar arena que más tarde cargaban en camiones de volteo. Pero a mitad de la mañana, exactamente a las 10:35 horas, la tierra empezó a moverse. Y la montaña también.

Manuel de León, uno de los vecinos de la aldea El recreo, donde se ubica la planta, llegó una media hora después: lo que encontró le dejó pasmado. La montaña se había desprendido como si estuviera hecha de azúcar. “Había gente llorando y gritando, pero nadie podía hacer nada para sacarlos”, recuerda, así que decidió que sería él mismo el que organizaría la búsqueda. Corrió a llamar a los vecinos que tenían retroexcavadoras y se puso al frente de una operación de salvamento que, lo temía, no lograría salvar cuerpos con vida. “Los mineros chilenos pasaron mucho tiempo bajo tierra”, recordó alguien y aquello parecía la gasolina que les daba más fuerza.

Luz y sombra

San Marcos recién salía de días de tensión cuando ocurrió el sismo. Apenas seis días antes los pobladores de la aldea Tajumulco retuvieron durante una semana a siete personas, entre policías, trabajadores de la empresa de energía eléctrica y un representante del Procurador de Derechos Humanos, que en teoría iría a mediar en el conflicto, pero terminó de rehén. Estaban hartos de los altos precios de la luz y de que se hubieran llevado preso a un hombre que robaba el fluido. Varias familias pasaron días sin electricidad, incluso el hospital se quedó sin energía, hasta que se solucionó el problema. Pero ayer volvió la oscuridad. Esta vez a causa del sismo de 7.4 grados que sacudió toda Guatemala.

Frente a la arenera María Francisca rezaba para que su padre y su hijo aparecieran con vida. El sol alimentaba las esperanzas, pero conforme iba cayendo también caía el ánimo, si entraba la noche seguir el rescate sería imposible. A las 4:30 hallaron por fin cuatro cadáveres, los primeros fueron los de Giovanni y su abuelo, Mario Ramírez. Estaban entrelazados en medio de la arena, el abuelo intentó hasta el último momento proteger al niño. Después hallaron a Wilson de León, un joven de 18 años y a Nectali Ventura Ramírez, tío del niño.

La planta poco a poco se fue llenando de gente, de vecinos, de curiosos, de periodistas y de bomberos, 35 trabajaron en el rescate, y la noche los fue envolviendo a todos. En las mentes de muchos de ellos estaba el recuerdo del terremoto de 1976, que se cobró la vida de más de 20,000 guatemaltecos y dejó a más de un millón damnificados. El polvo del adobe que deja una casa derrumbada y el olor del caos eran los mismos, 36 años después.

Entre la muchedumbre estaba Patrocinio de León, un hombre alto y corpulento de espesa barba blanca, era hermano de Cruz, el anciano de 72 años que vivía frente a la planta. “Mi hermano quería un entierro sencillo, nada de lujos”, contó disimulando el temblor en los labios, “el primero de noviembre fuimos al cementerio, a llevarle flores a mis papás y no se por qué, pero él empezó a hablar de la muerte, de su muerte”. Patrocino esperaba el cuerpo de su hermano, mientras su cuñada Eva se reponía de un ataque de nervios que la obligó a ir al hospital. Los hospitales no se dan abasto con heridos: 155 era la cifra oficial hasta la medianoche de ayer.

Una sacudida corta pero severa movió algunos de los curiosos de vuelta al pueblo, esa réplica dejó una lluvia de arena fina que fue bañando a los que se quedaron. El presidente, Otto Pérez Molina, pasó de prisa y la gente se aglomeró junto a él: todos tenían algo que pedirle.

Muy cerca de la planta, en la aldea San Cristóbal Cucho, un vehículo cargado de ataúdes se apresuraba a llegar, harían falta en la comunidad. Una familia entera murió cuando su casa se derrumbó. Los padres y ocho hijos, de entre cuatro y 15 años, quedaron soterrados.

San Marcos no recuperaba la calma. En el departamento suelen generarse conflictos por la explotación de recursos naturales, muchos de sus pobladores se han manifestado contra la actividad minera que se desarrolla allí.

A las 6:30 la oscuridad era tan densa que, por más que lo intentaron, no pudieron continuar la búsqueda en la arenera. Ver más allá de cuatro pasos era imposible. Los cuerpos de Selvin Orlando Girón, Jeremías Fuentes y Cruz de León no aparecieron. Cuando los hallen, se sumaran a la lista de muertos que hasta ahora registra 48 personas. Los rescatistas abandonaron la montaña pero no fueron a dormir: por todas partes había velorios. La tarea de rescate se reanudó a las 5:30 de la mañana de este jueves, con los primeros rayos de sol. San Marcos le rezó a San Marcos y a todo el santoral por un día sin réplicas.