Por Arthur Caplan, especial para CNN
Nota del editor: Arthur Caplan es profesor de la cátedra William F. y Virginia Connolly Mitty, y dirige la División de Bioética del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York.
(CNN) — En la década de 1950, Hollywood se enamoró de la idea del suero de la verdad. Toda clase de espías, asesinos y malosos de la pantalla grande tenían una jeringa con tiopentato sódico y no tardaban en confesar inconteniblemente su culpa o complicidad con la China comunista o la Unión Soviética.
En la cinta Meet the Fockers, de 2004, un exagente de la CIA protagonizado por Robert de Niro inyecta la sustancia a su futuro yerno, personificado por Ben Stiller, para que este confiese los secretos más oscuros sobre su vida amorosa. El personaje de Stiller confiesa que tuvo un hijo con su empleada doméstica, aunque no está claro si es verdad.
Harry Potter sabía todo lo que había que saber sobre el suero de la verdad. Los malhechores usaban el Veritaserum y también se les aplicaba. Era tan poderoso y temido que el ministerio de Magia controlaba estrictamente su uso.
En realidad, no existe el suero de la verdad. Sin embargo, parece que esa noticia no ha llegado a Colorado. El juez a cargo del juicio que se sigue a James Holmes por asesinato parece pensar que Hollywood tenía razones para estar fascinado con el suero de la verdad.
El juez aprobó el uso de “una entrevista ‘farmacoanalítica’” —con un ‘suero de la verdad’, como el tiopentato de sodio— como parte de la evaluación de competencia que se hará para determinar si Holmes estaba legalmente trastornado en el momento en el que supuestamente cometió la masacre en un cine en Aurora, Colorado. Holmes está acusado de matar a 12 personas y lesionar a muchas más.
Ernest H. Volwiler y Donalee L. Tabern descubrieron el tiopentato de sodio en 1936, mientras trabajaban en los Laboratorios Abbott de Chicago. Estaban intentando desarrollar un fármaco inyectable para anestesia general. Su descubrimiento fue un éxito y tuvo un gran impacto en la cirugía. El tiopentato de sodio se sigue usando para dejar inconscientes a los pacientes antes de que se les aplique otro anestésico de mayor duración para mantenerlos inconscientes durante la cirugía.
El tiopentato de sodio hizo que las cirugías fueran menos dolorosas. También tiene un efecto secundario interesante. La gente que se encuentra bajo su influencia pierde sus inhibiciones y parlotea acerca de toda clase de cosas, lo que provoca algunos momentos divertidos para el equipo de cirugía. Esta pérdida de la inhibición es lo que dio a algunos investigadores la esperanza de que este fármaco, o algo similar, sirviera para obtener la verdad de las personas en estaciones de policía, interrogatorios de seguridad o juicios.
Sin embargo, más allá de Hollywood, no hay ningún fármaco que demuestre ser capaz de obtener la verdad. La gente se desinhibe y habla con mayor libertad, pero no necesariamente dejan de mentir o de fantasear. También se vuelven más complacientes y tienden a estar de acuerdo con quienes los interrogan.
No hay pruebas contundentes de que lo que se dice bajo el influjo de un fármaco “de la verdad” sea coherente con la verdad. En general, la gente habla sin cesar. Si acaso se comportan como si estuvieran ebrios en vez de afirmar diligentemente la pura verdad.
No hay fármaco que pueda arrojar luz sobre el estado mental en el que Holmes se hallaba el año pasado cuando, según la policía, se colocó una máscara antigas y una armadura de cuerpo completo, tomó un rifle, una escopeta de pistón con 12 cartuchos y al menos una pistola semiautomática calibre .40 para perpetrar su horrible ataque. Ningún fármaco puede decirnos qué estaba pensando en realidad.
Al permitir el uso de fármacos, el juez abrió la puerta a una línea de defensa en la que los abogados de Holmes pueden argumentar que si está drogado, estará testificando contra sí mismo en contra de su voluntad.
Aunque muchas personas ansían que exista un suero de la verdad, no es así. Una técnica valorada por los directores de cine de Hollywood, mas no por los científicos, no podrá determinar si Holmes estaba trastornado o loco cuando presuntamente provocó tanta miseria a tanta gente.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Arthur Caplan.