CNNE 158432 - muerte-farzana-parveen-crimen-honor-pakistn

Nota del editor: Gayle Tzemach Lemmon es socia y subdirectora del Programa de Mujeres y Política Exterior del Consejo de Relaciones Exteriores. Escribió el libro The Dressmaker of Khair Khana, que narra la historia de una niña afgana que tenía un negocio que generó empleos y esperanzas durante la época del Talibán.

(CNN) —- “Pedíamos ayuda a gritos, pero nadie nos escuchó”, dijo Muhammad Iqbal mientras contaba cómo los familiares de su esposa embarazada, Farzana Parveen, de 25 años, se reunieron para matarla frente a un tribunal en Lahore, Pakistán.

ADEMÁS…
- Hubo policías durante la lapidación de Farzana
- Violan y ahorcan a dos niñas en la india

Más de 20 familiares de la mujer la mataron a pedradas por haber cometido el crimen de deshonrar a su familia al decidir que se casaría con un hombre al que amaba y no con el esposo que su familia había elegido. Un agente de policía dijo que “uno de los familiares rodeó su cuello con un trozo de tela mientras sus hermanos le golpeaban el cráneo con unos ladrillos”.

Los medios sociales de inmediato difundieron la matanza horrible y pública. La etiqueta #Farzana provocó que se hablara de los crímenes de las supuestos matanzas por honor, de la tolerancia de la sociedad y de la supuesta indiferencia de la policía. De repente, un crimen que hasta hace poco hubiera ocupado apenas un titular se volvió fuente de conversaciones y consternación entre los internautas tanto dentro como fuera de Pakistán. La discusión sobre la matanza reveló otro hecho sombrío: Iqbal dijo a CNN que mató a su primera esposa para poder pedirle matrimonio a Farzana.

La etiqueta #Farzana surgió poco después de otra situación —conocida desde hace tiempo aunque poco mencionada— que llamó la atención del público y provocó una tormenta de indignación justificada: el secuestro de unas estudiantes en el norte de Nigeria por parte del grupo rebelde Boko Haram.

Un abogado nigeriano creó la etiqueta #bringbackourgirls para llamar la atención sobre el secuestro en masa de las jóvenes que se reunieron en la escuela para hacer sus exámenes.

Una vez que se difundió, la gente de todo el mundo empezó a hablar sobre el tema en los medios sociales. Los reporteros y los políticos se apresuraron a imitarlos y las discusiones sobre la educación de las niñas y los crímenes de Boko Haram por fin acabaron con la indiferencia de la opinión pública.

En Estados Unidos, otro crimen horrible desató una oleada de conversaciones en internet. Esta vez se trató de un hombre de 22 años que buscaba un “día de venganza” en el que torturaría y mataría a “la gente bien parecida” antes de emprender una “guerra contra las mujeres” para castigar a las jóvenes y mujeres que, según él, lo habían “privado del sexo”. La misoginia que contiene la diatriba del asesino —de más de 100 páginas— provocó que las mujeres empezaran a usar la etiqueta #Yesallwomen para promover en Twitter, Facebook y Tumblr una conversación sobre el tema pocas veces tocado pero frecuente de la violencia contra las mujeres, incidentes que van desde la agresión sexual hasta la brutalidad doméstica.

La etiqueta #Yesallwomen se difundió en todo el mundo y se hizo tendencia en Twitter. Una vez más, los medios principales tomaron la estafeta y siguieron el ejemplo de las mujeres que están hartas de los crímenes y abusos de los que son víctimas y hablan públicamente sobre el efecto que han tenido en su vida.

A pesar de que se ha creado conciencia por medio de las etiquetas y de que la gente de ideologías similares ha convergido en los medios sociales, persiste una interrogante: ¿Lo que pasa en el ciberespacio se quedará allí o la indignación en internet provocará un cambio en el mundo real? ¿Finalmente se verá que los crímenes que se cometen contra las mujeres y niñas en todo el mundo lastiman e impiden el progreso no solo de las mujeres, sino de las comunidades en las que viven?

Se podría hacer mucho si el activismo en internet provocara campañas reales para propiciar avances concretos como:

- Promulgar y aplicar leyes que impidan que las niñas de apenas ocho o nueve años se casen en contra de su voluntad.

- Proveer asistencia e incentivos para que las niñas sigan estudiando —en escuelas que se construyan cerca de sus casas— y combatir las tradiciones que las alejan de las aulas.

- Promover la implementación de leyes más estrictas en Estados Unidos y el extranjero para castigar a los traficantes y no a los niños.

- Subrayar como ejemplo a los padres y hermanos que valoran a sus hijas y les permiten ir en busca de un futuro sin limitarlas aunque a veces arriesguen su propia seguridad y posición social.

Estas medidas son solo el principio. El activismo y la indignación en los medios sociales es un punto de partida importante para empezar a abordar temas ante los que el mundo ha mostrado indiferencia desde hace mucho tiempo. Pero es solo un paso.

Depende de cada uno de nosotros el hacer que todo el diálogo sobre el poder de las mujeres y las niñas y sobre lo deshonroso que es lastimarlas se traduzca en un cambio en la vida real. Todos tenemos mucho que perder.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Gayle Tzemach Lemmon