Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es periodista, escritor, columnista de diario El Nuevo Herald y colaborador de CNN en Español. Ha sido reportero y corresponsal extranjero en Cuba, España y Estados Unidos. Las opiniones expresadas en este artículo le corresponden exclusivamente al autor.
¿Qué problemas enfrentan las cadenas de televisión que asumen posiciones políticas al cubrir las campañas de candidatos que tienen una posición política opuesta?
El aspirante presidencial republicano Donald Trump ha criticado la política inmigratoria de EE.UU. diciendo que México envía violadores y otros criminales a este país. Por su parte, la cadena Univisión, defiende a los inmigrantes ilegales, a quienes llama “indocumentados”.
Esto ha desatado dudas sobre cómo la gran cadena hispana cubrirá la carrera electoral hasta el 2016 y en particular al precandidato Trump.
¿Se comportará el periodismo de Univisión a la altura de los estándares informativos estadounidenses, o seguirá una línea más latinoamericana, cercana al periodismo conocido como “advocacy”, o periodismo militante que aboga por una causa política o social, a costa de la objetividad periodística y el juicio noticioso.
El domingo pasado, en el programa de “CNN Reliable Sources”, su conductor Brian Stelter se lo preguntó directamente a la presentadora del noticiero Univisión, María Elena Salinas: ¿En algún momento se han desviado hacia el activismo? Es decir: ¿Han cruzado la línea de apoyar algo por ideología y no por su valor noticioso?
Salinas lo aceptó, argumentando que se puede considerar periodismo activista si se le da más importancia a un tema que a otro. Pero aclaró: “nosotros no le decimos a la gente por quién votar.
Pero Stelter no se quedó ahí. Anteriormente le había preguntado a Salinas si la cobertura noticiosa de Trump sería equilibrada y más tarde si el principal propietario de Univisión, el multimillonario israelí Haim Saban, gran donante y partidario de Hillary Clinton, no influiría en la cobertura electoral para 2016[iii].
Salinas, una profesional madura en los medios, rechazó galantemente cualquier influencia, pasada o presente, de cualquier propietario, y mencionó estrictos controles en vigor, así como estándares de calidad informativa.
Pero la dirección de noticias de Univisión debería estar preocupada. ¿Por qué tantas preguntas sobre la integridad editorial de una cadena que transmite en español? ¿Cómo llamaron la atención de la gran prensa?
No sé si Brian Stelter habla castellano o sigue la programación de Univisión, pero tal vez parte de la respuesta se remonte a abril, cuando Jorge Ramos, principal periodista de Univisión fue elegido una de las 100 personalidades del año por la revista Time y en la cena de gala le tiró de las orejas en público a dos presidentes: el venezolano Nicolás Maduro y el mexicano Enrique Peña Nieto, a quien implícitamente le pidió la renuncia.
“¿Y nosotros, también podemos hacer eso?”, se preguntarían asombrados muchos presentadores de noticieros nacionales, estatales y locales en EE.UU. Tradicionalmente, en la prensa estadounidense, las opiniones y las demandas de ese tipo salen –cuando pesan lo suficiente– de las secciones de opinión y los editoriales, no desde el perfil de un reportero o del presentador de programas noticiosos, que es el perfil que justamente cumple –con ganado prestigio, es cierto– el periodista Jorge Ramos.
Y por otra parte está Haim Saban, el multimillonario, principal propietario de la cadena Univisión. Saban, un israelí nacido en Egipto, hombre de fuertes convicciones que se hizo a sí mismo, tiene su teoría personal de cómo influir en la política. Dice que es muy importante controlar lo que sale en la prensa.
La revista The New Yorker lo reporta en una entrevista del año 2010, tres años después de que Saban tomara el control de Univisión. Las tres recetas de Saban para influir en política son: “Hacer contribuciones a los partidos políticos, crear grupos de análisis (think tanks), y controlar los medios informativos”.
Indudablemente, las preguntas de Stelter sobre la integridad de Univisión estuvieron bien fundamentadas.
Gran parte de los cuerpos legislativos en EE.UU. pensarían que no existe contradicción alguna –como Salinas aseguró apasionadamente en la entrevista– en apoyar la inmigración legal y rechazar la ilegal al mismo tiempo. La ley no rechaza al inmigrante sino la ilegalidad. Sería lo mismo –compasión aparte con el drama del necesitado inmigrante– que respetar la aduana y rechazar el contrabando.
En su defensa a ultranza de la legitimidad moral de una inmigración indocumentada, como prefieren llamarlo, Univisión, al tiempo que alienta un acto ilegal, contribuye al conflicto en el país donde reside y alienta a seres humanos a cruzar la frontera.
Univisión es la principal cadena hispana en el país y al abogar en todo foro por los inmigrantes ilegales defiende, no solo sus principios morales y de solidaridad, sino también la ampliación de su base comercial y con ello el fortalecimiento de su respectivo poder electoral.
Es, en definitiva lo mismo de siempre; o como se dice en inglés, “business as usual”. Pero, ¿y quién tira la primera piedra?