Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – La embestida de más de cien artistas e intelectuales francesas, entre las que figura la actriz Catherine Deneuve, contra la ola de denuncias por acoso sexual en Estados Unidos no es cosa de mujeres. Lo he oído decir al menos en dos ocasiones —una en una radio cristiana— y como uno de ingenuo no tiene nada, sé que lo seguirán repitiendo, como un chiste malo y también como el intento de descalificar a las implicadas.
Las cien francesas sostienen en un manifiesto publicado esta semana en el diario Le Monde que en Hollywood se respira un clima de “puritanismo” sexual.
Desafiantes afirman que, aunque “la violación es un crimen” (…) cortejar de forma insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”.
Y por si alguien no lo entendiera de una vez, precisan que como mujeres no se reconocen en “ese feminismo, que, más allá de denunciar los abusos de poder, encarna un odio a los hombres y a la sexualidad”. Y antes del punto final dicen que lo que ellas consideran la libertad de importunar, es “indispensable a la libertad sexual”.
Que las francesas son unas libertinas es un cliché que apesta a macho cabrío e ignorantón; pero es cierto que de Francia nos han llegado casi siempre los vientos más reconfortantes y liberadores: desde Voltaire hasta Coco Chanel pasando por el Marqués de Sade, un puñado de novelistas indispensables que veían el compromiso político como una misión de vida y aquellos chicos que intentaron rehacer el mundo en un solo mes y año: mayo, 1968.
A mí me parece formidable que las mujeres digan lo que necesiten decir, lo que crean pertinente aunque entre ellas salten las chispas, pero que no se diga que es entre ellas porque el origen de ese debate pasa por cada uno de los hombres que en el mundo han sido. Negarlo, tampoco, es cosa de hombres.