Nota del editor: Adam Cathcart es profesor de Historia de China en la Universidad de Leeds (Gran Bretaña) y editor de Sino-NK.com. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – Incluso sin la sombra de las amenazas nucleares sobre la Península de Corea, la imagen del líder norcoreano Kim Jong Un y de su homólogo surcoreano Moon Jae-In abrazándose y dedicando un día completo a dialogar sobre asuntos importantes habría sido suficiente para despertar emociones.
Las dos Coreas –divididas por primera vez en 1945 con el final de la Segunda Guerra Mundial en Asia y después siendo el epicentro de una horrorosa guerra civil y un conflicto internacional– han visto suficiente violencia y tragedia en los últimos 70 años como para llenar algunos siglos.
Entonces, cuando los líderes de los dos países hicieron el anuncio desde Panmunjom con el objetivo de “abrir una nueva era de paz” y terminar formalmente con la Guerra de Corea, es natural que el optimismo reine junto a sentimientos de alivio.
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Sin duda, una reunión así invita al optimismo. Pero no debemos ignorar la infinidad de problemas que la paz en Corea aún necesita atravesar para ser una realidad. Empezando por el hecho de que Corea del Norte sigue siendo una brutal dictadura.
Desde que las dos Coreas comenzaron sus negociaciones en 1972, han existido varios acuerdos con aspectos similares al pacto de este viernes. En 1991, los países se comprometieron conjuntamente a establecer un “régimen de paz” que pondría fin a la Guerra de Corea, pero ese propósito terminó tan solo dos años después al borde del conflicto por el programa nuclear norcoreano.
Casi todos los detalles mencionados en la nueva, ambiciosa y emocionante Declaración de Panmunjom han sido trabajados hasta el fracaso anteriormente: desde las reuniones –en las que Corea efectivamente mantiene el poder y controla el ritmo de contacto– hasta las vagas promesas de desnuclearización de Pyongyang y las apuestas por conectar la infraestructura ferroviaria de las dos naciones.
La Zona Desmilitarizada y la Línea Límite Norte, menos conocida pero igual de importante, en el Mar Amarillo han permanecido como verdaderos puntos detonantes para los enfrentamientos entre las dos Coreas.
Las mesas en las que Kim y Moon se reunieron fueron acertadamente pequeñas, lo que ayudó al deseo por hacer de esta cumbre una reunión más íntima entre los líderes y no una ceremonia llena de pompa como podría esperarse en Seúl o Pyongyang. Sin embargo, la mesa necesitará aumentar significativamente de tamaño para incorporar a Estados Unidos y China si el Acuerdo de Armisticio de 1953 debe actualizarse, modificarse o eliminarse.
Japón es un potencial salvavidas económico para Corea del Norte y un aliado clave de EE.UU., pero hay un detalle. Si el gobierno del presidente Donald Trump comienza a cortejar con el retiro de tropas, habrá más presión para expandir las operaciones y las bases militares estadounidenses en Okinawa, un tema que siempre es delicado.
La Unión Soviética no fue parte del Armisticio, y Rusia ha quedado fuera de la Declaración de Panmunjom. Sin embargo, es una ficha clave en el equilibrio de las relaciones exteriores de Corea del Norte, sin mencionar que tiene una ventaja significativa por sus vínculos en el carbón y el transporte.
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¿Insistirá Donald Trump en que su buen amigo Vladimir Putin tenga un lugar en la mesa cuando se trate de negociar el estado nuclear de Corea del Norte?
Además, las relaciones entre Estados Unidos y China con respecto a Corea no solo son difíciles de nivelar, sino que también pueden interferir con la política intercoreana a medida que las grandes potencias se ven atraídas, un tema recurrente en los últimos 150 años de la historia de Corea.
Pese al buen humor de las reuniones de este viernes, las Coreas aún pueden convertirse en representantes de un conflicto entre Beijing y Washington. De ahí que la visión de China para el futuro de Corea del Norte necesitará ponerse a tono con la de Trump y quienquiera que lo apoye.
Y mientras Kim ha abierto su imagen pública a nuevas maneras (con la ayuda de su hermana Kim Yo-jong), Corea del Norte sigue siendo una dictadura.
Los acuerdos de hoy han exigido un mayor contacto entre las “organizaciones civiles” de los dos países, pero ¿cuenta Corea del Norte con grupos independientes que merezcan ese título?
Cuando finalmente se proporcione la información de la cumbre y la dirección general de los asuntos tratados, será a través del Partido del Trabajo de Corea y de organizaciones tan flexibles como la Liga Juvenil Socialista Kim Il Sung.
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Corea del Sur ha realizado una amplia investigación sobre los gulags y los sistemas penitenciarios en su vecino del norte. Sin embargo, tendrá que conformarse con hablar con Kim en términos mucho más generales sobre las transferencias limitadas, las restringidas conversaciones individuales con ciudadanos y atletas norcoreanos fuertemente vigilados y sobre los más de 20.000 desertores que están en Seúl y no son demasiados francos sobre el régimen.
Este podría ser el pequeño precio que hay que pagar por el final de la Guerra de Corea, pero la carga ya está sobre aquellos interesados en abrir las vías de información de Corea del Norte y sacar a quienes podrían ser futuros desertores.