Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro “Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success” y coautor con Peter Eisner de “The Shadow President: The Truth About Mike Pence.” Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor.
(CNN) – La fe le es tan ajena a Donald Trump que cuando intenta explotarla generalmente erra el tiro. Después de los tiroteos masivos en Texas y Ohio este fin de semana, el presidente tuiteó: “Dios bendiga a la gente de El Paso, Texas. Dios bendiga a la gente de Dayton, Ohio”.
Trump aparentemente no entiende que, en momentos como este, los que creen en Dios no buscan el favor de Dios sino su consuelo y misericordia.
Los grandes líderes también brindan consuelo en estos momentos, como lo hicieron una y otra vez quienes precedieron a Trump. ¿Recuerda a George Bush después del 11/S? ¿O a Barack Obama después del tiroteo en Charleston, Carolina del Sur, en 2015? Este nivel de preocupación es parte del trabajo del presidente, pero requiere tanto un sentido de responsabilidad como de empatía para con los que sufren. En el caso de Donald Trump, tenemos un presidente que carece de ambas.
Como político dedicado a la actuación, Trump es sorprendentemente incapaz hasta de fingir preocupación por otros seres humanos. Este es el presidente que necesitaba apuntes de empatía; “te escucho” estaba escrito en una tarjeta cuando se reunió con los sobrevivientes del tiroteo masivo en Parkland, Florida. También es el presidente que no pudo reconocer las muertes por un huracán en Puerto Rico y culpó a los demócratas cuando murieron niños migrantes retenidos por su gobierno.
Lo que muchas de estas instancias tienen en común es que Trump es en parte responsable del sufrimiento. Un informe federal revela que hubo escasez de personal y que faltó personal adecuadamente entrenado que respondiera a la devastación causada por el huracán María. Entre las muertes de los niños migrantes hubo niños que habían sido separados de sus padres bajo la cruel política de Trump y fueron retenidos en condiciones inadecuadas.
Y si bien aún se desconocen los motivos del atacante de Dayton, el tiroteo en El Paso, como aquel en la sinagoga Tree of Life en octubre en Pittsburgh, lleva la marca de un crimen de intolerancia, según el jefe de policía de El Paso, Greg Allen. (El agente especial a cargo de El Paso, Emmerson Buie, ha dicho que aún hace falta investigar más para determinar si el tiroteo de El Paso fue, de hecho, un crimen de intolerancia).
El Paso nos provee el ejemplo más crudo hasta ahora sobre las deficiencias en el carácter y el liderazgo del presidente. Después de la tragedia, tuiteó sobre los “terribles tiroteos en ElPaso”, y cierra su publicación con “¡Dios esté con todos ustedes!” Quince minutos después, nuestro presidente absurdamente le dio ánimos a un luchador de artes marciales a través de un tuit.
El tuit incluyó una foto del atleta en una gorra roja con la frase Haga grande a EE.UU. otra vez y a Trump con una enorme sonrisa. El mensaje de buena suerte que acompañaba a la fotografía dice todo acerca de dónde estaba la mente de Trump mientras los servicios de emergencia trabajaban en la escena sangrienta del Walmart de El Paso.
Si hay algo en lo que Trump está en lo cierto es que el “odio no tiene cabida en nuestro país”, algo que mencionó en sus comentarios en cámara después de los incidentes. Pero con esto se ignora el hecho de que el presidente ha hecho mucho para crear el ambiente que existe actualmente hacia los inmigrantes.
En un escrito publicado en internet antes de comenzar a disparar, el atacante de El Paso supuestamente se quejó de que los empleos que se estaban perdiendo a manos de inmigrantes y de una primera generación de estadounidenses. Y todos recordamos el esfuerzo de Trump por difundir el temor en torno a los migrantes, diciendo que su arribo a nuestra frontera sur es una “invasión.”
La demonización de los migrantes fue usada también por el asesino en masa en la sinagoga Tree of Life, que atacó a la Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante en las redes sociales. Esta tragedia, que causó la muerte de 11 personas, no fue suficiente para hacer que Trump abandonara su retórica de odio. Trump continuó con esa retórica durante las elecciones legislativas de 2018 y parece estar convirtiéndolo en un elemento central para su postulación a la reelección en 2020.
De hecho, Trump ha aumentado su retórica divisoria, sugiriendo que cuatro de sus rivales políticas en el Congreso (tres de las cuales nacieron en Estados Unidos) deberían irse país y que una de sus principales críticas, una legisladora que es negra, representa un distrito que es “un lío asqueroso e infestado de ratas y roedores”.
El cálculo cínico de Trump parece haberlo llevado a la conclusión de que puede beneficiarse dividiendo a los estadounidenses según líneas raciales y étnicas, y hacer que los votantes blancos que predominan en su base entren en un frenesí de ira que los empuje a las urnas.
Trump admira a Richard Nixon desde hace mucho tiempo, y este último dijo de manera célebre que “la gente reacciona ante el temor, no el amor.” Donald Trump parece pensar lo mismo. Ha aprovechado el temor hasta ahora durante su presidencia, y su campaña aparentemente planea continuar con esta práctica durante la elección de 2020.
Casi no es necesario decir que Trump está hambriento de poder. Se ha pasado la vida buscado la riqueza, el poder, y la fama; y cuando se postuló a la presidencia, se ofreció a sí mismo –y no una agenda política pautada– como argumento principal para su candidatura. “Solo yo puedo arreglarlo”, dijo sobre los problemas de Estados Unidos. El hecho de que no explicara realmente cómo lo haría debería ser prueba suficiente de que se postuló no por amor al país, sino por amor a sí mismo.
Un narcisista obsesionado consigo mismo que explota el temor de manera cínica, Trump ha gobernado de la misma manera en que hizo campaña.
El atacante de El Paso supuestamente dijo que sus opiniones preceden a la campaña de Trump pero, sin embargo, él y otros nacionalistas blancos probablemente ven a uno de los suyos en el presidente, al igual que los fanáticos de las armas que indudablemente se sintieron alentados cuando Trump cedió ante la Asociación Nacional del Rifle después de prometer a los sobrevivientes del tiroteo de Parkland que “seremos muy fuertes en las verificaciones de antecedentes… y luego haremos muchas otras cosas”. Hoy, las ventas privadas todavía se pueden llevar a cabo sin verificaciones en 33 estados.
Al invocar a Dios (otros ofrecerán “pensamientos y oraciones”) la respuesta de Trump al terrorismo del nacionalismo blanco evita toda mención de responsabilidad. El hombre que a menudo se queja de que no recibe el crédito que se merece, una y otra vez lo evita en momentos como este. Pero como la salpicadura de sangre creada cuando una bala golpea la carne humana, parte de la culpa por El Paso inevitablemente caerá sobre él. Y él nunca logrará quitársela por completo.
(Traducción de William Montes)