(CNN Business) – Las mutuas acusaciones de culpa sobre la pandemia de coronavirus han reavivado las tensiones entre Estados y China, lo que amenaza con romper la ya frágil tregua de las dos economías más grandes del mundo.
Pero la pandemia ha dejado a la economía global en una posición mucho más precaria de lo que estaba cuando los dos países comenzaron a disputarse el tema comercial hace dos años. Y ninguno puede asumir el daño que otra guerra comercial, a toda regla, causaría.
El virus ha afectado considerablemente a los dos países, hundiendo sus economías a las contracciones más profundas de décadas enteras y acabando con millones de empleos. Y aunque China, por lo menos, ha afirmado que ya atravesó lo peor de la pandemia, el mundo aún está lejos de una recuperación significativa.
Lo que hace que la reciente amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre nuevos aranceles para China –y las insinuaciones de Beijing de que podría responder con otras acciones punitivas drásticas– sean aún más preocupantes.
“Claramente, el momento de una renovada tensión comercial no podría ser peor”, escribieron economistas de S&P Global Ratings en una nota de investigación a principios de este mes. “La amenaza de aranceles más altos y la intensificación de la guerra fría tecnológica podrían afectar el comercio y la inversión en tecnología, desactivando lo que aún promete ser un motor para la recuperación en 2020”.
Términos poco realistas que ahora son imposibles
Incluso antes de que el brote de coronavirus se convirtiera en una pandemia, el cese del fuego comercial entre Estados Unidos y China ya era frágil… en el mejor de los casos.
El acuerdo de “fase uno” alcanzado en enero solo redujo algunos de los aranceles que cada parte le impuso a la otra, mientras que permitió a Beijing evitar impuestos adicionales sobre bienes con un valor de casi 160.000 millones de dólares. China también se comprometió a comprar 200.000 millones adicionales en bienes y servicios estadounidenses este y el próximo año.
Y eso hubiera sido toda una hazaña aún sin la desaceleración inducida por el virus: el valor de ese compromiso es más de lo que China importaba anualmente antes de que comenzara la guerra comercial, y los analistas en enero calificaron el acuerdo de “altamente desafiante” a menos que Beijing hiciera sacrificios en otros lugares.
“Los objetivos de las compras en el acuerdo de la fase uno siempre fueron poco realistas, y ahora resultan imposibles”, advirtió David Dollar, miembro principal del Centro de China John L. Thornton de la Institución Brookings y radicado en Washington.
Según los economistas de S&P, China habría tenido que aumentar sus importaciones en más del 6% cada mes durante dos años para cumplir con los términos del acuerdo. En lugar de eso, las importaciones estadounidenses cayeron un 6% durante los primeros cuatro meses de 2020.
“Con demanda de los consumidores a la baja en la economía china, es poco probable que Beijing pueda comprometerse a comprar muchos más productos estadounidenses”, apuntó Alex Capri, experto en comercio y miembro visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Nacional de Singapur. “O, si se comprometen… incumplirán más tarde” debido a la falta de demanda, añadió.
Por otro lado, Trump tampoco tiene dos años más para averiguar si China cumplirá su compromiso. El mandatario se enfrenta a unas elecciones en noviembre, las cuales los analistas han señalado como una de las razones de su retórica cada vez más dura hacia Beijing.
“Miren, estoy pasando un momento muy difícil con China”, aseguró Trump durante una entrevista telefónica con “Fox and Friends” el pasado viernes. “Hice un gran trato comercial meses antes de que todo esto sucediera… y luego esto ocurre, y de alguna manera invalida mucho”, agregó.
Una “ruptura interna” en China
Expertos que han hablado con CNN Business aún creen que los funcionarios económicos y comerciales de Beijing quieren lograr que el acuerdo de “fase uno” funcione.
El viceprimer ministro y principal negociador comercial, Liu He, habló recientemente con altos funcionarios de comercio de Estados Unidos –incluido el secretario del Tesoro Steven Mnuchin– sobre la creación de un “entorno beneficioso” para llevar a cabo el acuerdo. Este martes, el primer ministro de China, Li Keqiang, agradeció al conglomerado estadounidense Honeywell por abrir una oficina en Wuhan, el epicentro original del virus, y agregó que dio la bienvenida a los negocios globales en China.
Pero el desafío que tiene Beijing no se trata solo de cumplir compromisos imposibles. La pandemia – así como quién debería ser responsabilizado de su propagación mundial– ha alimentado un creciente sentimiento antiestadounidense en China, lo que dificulta a los líderes del país rendirse ante las demandas de Estados Unidos.
“Hay una ruptura interna en la política comercial dentro de China para estar seguros”, dijo Marshall Meyer, profesor emérito de administración en Wharton School de la Universidad de Pensilvania.
A principios de este mes, Trump, quien ha afirmado sin evidencias que el virus se originó en un laboratorio en Wuhan, insinuó que Estados Unidos podría imponer más aranceles a China como castigo por la pandemia.
Su gobierno también está moviéndose para restringir aún más la capacidad de Huawei de trabajar con compañías estadounidenses. El viernes, el Departamento de Comercio de EE.UU. dijo que quiere evitar que la empresa tecnológica china fabrique y obtenga chips de semiconductores utilizando software y tecnología de fabricación estadounidense, una medida que inhibe la capacidad de la empresa para colaborar con sus proveedores.
The Global Times, uno de los medios de comunicación estatales más combativos y abiertos de China, insinuó que Beijing pronto podría tomar represalias contra Washington y su decisión de restringir la capacidad de Huawei para fabricar y obtener chips semiconductores al revelar una lista negra de compañías extranjeras sobre la que se rumora desde hace mucho tiempo. Las empresas estadounidenses como Apple, Qualcomm, Cisco y Boeing podrían enfrentar restricciones para hacer negocios en China, dijo la publicación, citando una fuente no identificada cercana al gobierno.
El medio también ha llamado la atención sobre voces de línea más dura en China, informando recientemente que algunos están pidiendo “un enfoque de ojo por ojo sobre los temas comerciales”.
Tales informes podrían representar un “experimento” para que Beijing lo tenga en cuenta, según Malcolm McNeil, socio de la firma de abogados y cabildeo Arent Fox, con sede en Washington. Dijo que también podrían estar canalizando una “minoría vocal” que está presionando para una acción más agresiva por parte del gobierno.
Si Beijing decide seguir adelante, McNeil enfatizó que las autoridades allí deben manejar el comercio “con delicadeza”.
“El coronavirus se ha convertido en un fenómeno mundial con una atención negativa hacia China y su manejo desde el principio”, explicó, y agregó que el retractarse del acuerdo comercial de enero empeoraría las actitudes hacia el país.
Amenaza a la recuperación económica
Si las tensiones continúan aumentando, la disputa podría transformarse en un conflicto dañino que no solo debilitaría la recuperación mundial del covid-19, sino que también se correría el riesgo de desacelerar importantes innovaciones tecnológicas.
Ya se espera que la economía global se contraiga un 3% este año, su peor caída desde la Gran Depresión, según el Fondo Monetario Internacional. Una recuperación más allá de eso está lejos de ser segura, y podría tardar años.
La directora general del FMI, Kristalina Georgieva, reiteró el peligro de una guerra comercial a principios de este mes.
“Es sumamente importante para nosotros resistir lo que puede ser una tendencia natural a retirarnos detrás de nuestras fronteras”, dijo durante un evento realizado por el Instituto Universitario Europeo, cuando se le preguntó sobre las tensiones entre Estados Unidos y China.
Incluso antes de la pandemia, economistas y expertos advirtieron que un deterioro de la relación entre los dos países podría sofocar el desarrollo de inteligencia artificial y redes móviles 5G súper rápidas. La expresidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, indicó en enero que perder la posibilidad de cooperar en tales avances sería malo para el mundo.
Otra guerra comercial también afectaría a empresas y consumidores. Las compañías y los agricultores estadounidenses pagaron 3.900 millones de dólares en aranceles solo en marzo, principalmente debido a la guerra comercial, según datos de la organización sin fines de lucro Tariffs Hurt the Heartland, una coalición de asociaciones comerciales.
“El covid-19 ha causado estragos sin precedentes en las empresas y los agricultores estadounidenses”, explicó Jonathan Gold, portavoz de Americans for Free Trade. “Los aranceles son lo último que debe preocuparle a cualquier compañía durante esta pandemia”, completó.