Donald Trump durante una reunión en la Casa Blanca, en Washington, el 26 de junio de 2020 (Drew Angerer/Getty Images).

Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado, escritor, analista de temas políticos e internacionales, columnista del diario El Universal de Venezuela y colaborador de otros medios de comunicación. Como conferencista ha participado en el Congreso Judío Mundial (en el rol de vicepresidente), participó en el American Jewish Committee, es promotor de leyes para apoyar a las minorías, y es expresidente de la Comunidad judía de Venezuela. Sígalo en Twitter en: @davidbittano. Las opiniones expresadas en este comentario son del autor. Vea más artículos como este en cnne.com/opinión.

(CNN Español) – Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre en Estados Unidos ya tienen –prácticamente– los candidatos definidos: el presidente Donald Trump, que aspira a la reelección como abanderado republicano y, por el lado demócrata, Joe Biden, quien en días pasados manifestó que cuenta con los delegados que se requieren para conseguir la candidatura de su partido.

Esta vez se elegirá al jefe número 46 de la Casa Blanca. Sin embargo, hoy en día, las diferencias entre progresistas y conservadores exceden las visiones y orientaciones tradicionales de cada partido. El país está inmerso en una crisis de gobernabilidad, sufriendo las consecuencias de una gran cantidad de errores cometidos por la administración actual.

Parece ser que para los estadounidenses el tema económico no es el que marcará la diferencia en la carrera presidencial, pues la población sabe lo que quiere y no puede subestimársele. Darle la espalda a los votantes tiene un alto costo y cuando se les desprecia el daño es irreversible. Promover la división y socavar la armonía en Estados Unidos definitivamente no es rentable.

La culpa de lo que está ocurriendo en el país –en general– no puede achacársele al covid-19. Haber gestionado de manera incorrecta la pandemia es imputable a los que mandan.

El desprestigio internacional, las malas decisiones en relación con China, Corea del Norte, México, la Organización Mundial de la Salud, la salida del acuerdo nuclear con Irán, la posición frente a Rusia, el tema inmigratorio (DACA incluido), el caso Floyd, la informalidad en el manejo de las redes sociales, los conflictos con quienes adversan las posiciones del presidente Trump, entre otros aspectos, ya hacen mella en su candidatura. Increíblemente, el señor Biden no tiene que “quemar calorías” para seguir creciendo en las encuestas.

En 2016, en uno de sus artículos relacionados con el capítulo bíblico denominado “La rebelión de Kóraj”, narrado en el libro de Números, el rabino estadounidense Zave Rudman señalaba: “Desafortunadamente, tenemos mucha gente así hoy en día; están quienes usan el sarcasmo y ridiculizan para tratar de perforar las intenciones puras y altruistas de la gente buena. Fomentan el descontento. Se disfrazan de populistas preocupados por los débiles. Sin embargo, están buscando su propio beneficio, motivados por su ego”.

Estas líneas bien podrían ser una fotografía de lo que le ha pasado al presidente Trump en su particular manera de gobernar. Por ello y por los tantos otros eventos, el mandatario se ha convertido en su propio enemigo. Si no es reelecto, será exclusivamente por su propia culpa.