(CNN Español) –– La Federación Inglesa de Fútbol confundió la Torre de Londres con la Torre de Babel.
Sancionó al jugador uruguayo Edinson Cavani, del Manchester United, con la suspensión de tres partidos y el pago de una multa de 100.000 libras esterlinas ––más de US$ 136.500––, por haber felicitado en Instagram a un amigo cercano al que llamó “negrito”.
La Federación Inglesa de Fútbol consideró esa palabra ofensiva y que el comentario fue “insultante, abusivo, impropio”.
De nada sirvió que Cavani borrara el mensaje y se disculpara diciendo que solo se trataba de un mensaje afectuoso. Ni que la palabra haya sido escrita con ese diminutivo que los latinoamericanos usamos para quitarle aspereza a la vida y que no puede significar, de tal modo, nada oprobioso.
El escritor argentino Eduardo Sacheri, un hombre que vive de las palabras y del que doy fe que no tiene un pelo de tonto, se enfureció porque ”ningún fanatismo tiene el derecho de impedirnos expresarnos en el idioma que sabemos, con las palabras que aprendimos. Y porque nunca está bien que los Inquisidores nos señalen y nos disciplinen”.
La Academia Nacional de Letras del Uruguay defendió al delantero uruguayo del modo más contundente: haciéndoles saber a la Federación Inglesa de Fútbol lo injusto de la sanción. Porque tal como se usó el término, ”el único valor que puede tener negrito —y en particular por su índole de diminutivo— es el afectivo”.
Los académicos uruguayos dicen que los funcionarios británicos del fútbol han ignorado ”los usos de la lengua y en particular del español, sin tomar nota de todas sus complejidades y sus contextos”.
Dice Cavani que no va a impugnar la decisión porque respeta la lucha contra el racismo en el fútbol. Y en eso debemos estar todos de acuerdo: hay que luchar siempre contra el racismo en el deporte, donde ––por desgracia–– numerosos ejemplos nos han avergonzado a lo largo de los años. Pero no podemos confundirnos y caer en un castigo contra un jugador y un idioma porque la traducción de lo dicho al inglés pueda malinterpretarse.
Si los adalides de la corrección política se salieran con la suya, jamás podríamos recordar a Mercedes Sosa como la Negra; ni tararear siquiera dos canciones entrañables del cubano Eliseo Grenet: el tango-congo “Ay, mamá Inés”, cuyo estribillo sabrosísimo dice: “Todos los negros tomamos café”. Ni tampoco la canción de cuna “Drume negrita”, tan bella que duele y que fue escrita imitando el habla original de los esclavos africanos en la Isla.
“Ni tan calvo que se le vean los sesos”, decía mi tía abuela Coloy cuando alguien intentaba atrincherarse en un punto de vista.
Y cuando sucedía lo contrario, exclamaba: “Ni tan calvo, ni con dos pelucas”.
La Federación Inglesa de Fútbol confundió la gimnasia con la magnesia; el cariño con el racismo; la civilidad con la corrección política. Y la lucidez con la tontería.