(CNN Español) – La de Ignacio Montoya Carlotto es una de las historias más resonantes de los 130 nietos encontrados por Abuelas de Plaza de Mayo, la asociación creada para la búsqueda de los niños nacidos en centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar en Argentina. De bebés que fueron robados de sus madres, luego desaparecidas, y arrebatados de sus familias biológicas.
Ignacio supo apenas a los 36 años que su madre Laura, secuestrada durante la dictadura, lo había llamado Guido y que sus padres, peones de un campo que lo habían criado en una pequeña localidad de la provincia de Buenos Aires, no eran sus padres biológicos. Supo también que era nieto de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, con quien se reencontró en agosto de 2014, una identidad que le dio celebridad instantánea.
Ignacio, músico y profesor de piano en la ciudad de Olavarría, se había sometido voluntariamente a una prueba de ADN en el banco de datos de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Sospechaba que podía ser adoptado y por su fecha de nacimiento pensó también que podía ser uno de los hijos de desaparecidos que habían sido entregados en adopciones ilegales a familias de crianza durante la dictadura, entre 1976 y 1983.
Un grupo de tareas había secuestrado en 1977 a su madre Laura Carlotto, joven integrante de una organización armada, que tenía tres hermanos y estaba embarazada. Guido, como Laura llamó a su bebé, nació en el Hospital Militar de Buenos Aires en junio de 1978. Estela, su abuela materna, lo buscó durante 36 años y se transformó en una de las principales figuras de la lucha por los derechos humanos en Argentina.
El descubrimiento de su verdadero origen significó para Ignacio un proceso complejo y por momentos doloroso. Estela de Carlotto tenía la expectativa de que su nieto, como muchos otros nietos de desaparecidos que ella ayudó a encontrar, asumiera como nueva identidad el nombre de Guido, el que le había dado su hija.
Pero a los 36 años Ignacio sintió que el nombre con el que se había criado ya era parte constitutiva de su identidad y decidió que no lo iba a cambiar. Tomó los apellidos Montoya Carlotto y tejió lazos con sus nuevos familiares, de parte de madre y de padre, pero también mantuvo su relación de afecto profundo con Juana Rodríguez y Clemente Hurban, sus padres de crianza, a quienes nunca llamó con el término “apropiadores”.
La hipótesis que tiene más fuerza es que los Hurban, que no podían tener hijos, recibieron a Ignacio con una partida de nacimiento falsa de manos de Carlos Francisco Aguilar, el dueño de la estancia de Olavarría en la que trabajaron toda la vida, un estanciero ya fallecido al que se le atribuyen vínculos de amistad con militares que formaron parte de la dictadura. Los Hurban enfrentan cargos de falsedad ideológica y alteración del estado civil de un menor y podrían ir a prisión por delitos que en Argentina son considerados de lesa humanidad. Las Abuelas de Plaza de Mayo son parte querellante en ese juicio. El peor temor de Ignacio es que el resultado de su búsqueda personal termine con sus padres de crianza en la cárcel, pero no está arrepentido de haber indagado su origen.
“Tuve que sacarme una culpa grande, porque en alguna medida estoy complicando a mis padres”, dijo Ignacio Montoya Carlotto en una entrevista profunda que concedió a Conecta2, el programa de CNN presentado por los periodistas María O’Donnell y Ernesto Tenembaum. Habló de la responsabilidad que para él significa preservar su autonomía, sus decisiones, pensar su identidad, reivindicar a sus padres de crianza y al mismo tiempo ser el nieto de Estela de Carlotto.
Esta es una transcripción de la entrevista en Conecta2 en CNN en Español.
MARÍA: Quizás una manera de empezar a contar tu historia sea que nos digas cómo te llamás y por qué.
IGNACIO: Me llamo Ignacio Montoya Carlotto. Ignacio por adopción y elección. Montoya por parte de padre y Carlotto por parte de madre. Así lo tengo que explicar.
ERNESTO: Explicame un poquito más. Llamarte Ignacio, cuando decís… Es un planteo que casi nadie se hace: yo elegí mi nombre. Porque la mayoría tiene un nombre elegido por otro.
IGNACIO: Bueno, como es sabido yo en 2014 me entero que mis padres biológicos no eran los que yo pensaba. Me encuentro con una historia realmente muy intensa, muy compleja. En esa historia, quienes me habían buscado, me habían buscado bajo el nombre de Guido, porque mi mamá Laura había dicho en uno de sus últimos mensajes que iba a tener un varón y que quería que se llame Guido, como mi abuelo. Luego del encuentro se dieron toda una serie de cuestiones en las cuales quienes me habían buscado, naturalmente me llamaban por el nombre con el que me habían buscado. Y yo me percibía y me sentía y me siento Ignacio. Entonces, en un momento, tras una serie de cuestiones que fueron largas y ciertamente complejas, entendí como en una epifanía que yo me llamaba Ignacio y que ese era mi nombre porque lo había construido hasta ahí. A los 36 años decidí conservarlo. Pude tomar esa decisión. También es un valor eso.
Una imagen de la casa de Ignacio Montoya Carlotto en Olavarría.MARÍA: O sea que hasta los 36 fuiste Ignacio Hurban, criado acá en Olavarría, donde estamos y a partir del descubrimiento de que eras hijo de desaparecidos, preservaste Ignacio, pero tomaste el apellido de tus padres biológicos.
IGNACIO: Sí, hice eso. Que era algo que de todas maneras iba a pasar porque cuando se hiciera el cambio de partida de nacimiento eso iba a ser así. Pero de todas maneras yo antes lo había decidido, lo sentí así.
ERNESTO: ¿Qué se juega en ese nombre?
IGNACIO: ¿En cuál de los dos?
ERNESTO: En los dos, en la disyuntiva, en el dilema.
IGNACIO: Se juega quizás mi concepto de lo que yo entiendo que es la construcción de identidad. Y se juega una decisión mía también como una postura en cuanto a un montón de cuestiones. Primero había una cuestión casi de costumbre. Bueno, te llamas Ignacio. Bueno soy Ignacio ¿qué vas a hacer? Y que te gritan por la calle y te das vuelta con ese nombre y no con el otro. Y después, pudiendo hacer un análisis y pensarlo muy seriamente, entendí que esa es una construcción mía desde que nací, con todas las vicisitudes hasta el momento en el cual yo en 2014 me encuentro con esa historia. Yo había construido mucho alrededor de ese nombre. Yo me autopercibía Ignacio y me resultaba muy extraño cambiarlo. No así el apellido. No me resultaba extraño cambiar el apellido, era algo que podía pasar. Cuando lo veía escrito, por ejemplo. Pero me resultaba muy complejo. Yo dije bueno, quiero conformar a todos y pongo Ignacio Guido. Pero después me di cuenta de que en realidad Guido iba a comerse a ese Ignacio. Y además el “Guido” tiene un contenido simbólico muy fuerte que yo no estaba y no estoy como muy dispuesto a… sentía que no lo iba a poder superar. No tiene nada que ver con el nombre ni es una cuestión que tiene que ver con negar el hecho de que mi mamá quería que yo me llame así. Para nada. Yo soy plenamente consciente de eso. Tiene que ver con una cuestión mía y por eso fue una decisión tan difícil. Fue una decisión muy compleja, porque además es una decisión en la cual extrañamente se vio involucrada muchísima gente. Cercana y no tanto.
MARÍA: Claro que no sos cualquier nieto, sino que sos justo el nieto de Estela de Carlotto. Y en la tradición de Abuelas, los chicos que van encontrando, descubriendo quiénes habían sido sus padres biológicos, la idea de la recuperación de la identidad, un poco hasta Ignacio, aparecía asociada también al cambio de nombre, ¿no?
IGNACIO: Sí, y en algunos no. No todos los casos. Nosotros por ahí conocemos algunos casos que son un poco más públicos, pero hay otros en los cuales…hay una cierta cuestión heterogénea en eso. Por suerte, también.
MARÍA: ¿Pero lograste que Estela dejara de llamarte Guido en el sentido de aceptar tu decisión y que te llame Ignacio?
IGNACIO: Sí, sí, sí …o me dice Pacho que es como me dicen mis amigos y está bien para mí también. Yo en un momento, como sentía y sabía que era una cosa muy fuerte para ella, también le había dicho ´bueno vos llamame como quieras, yo no tengo problema. Yo en el documento me voy a poner Ignacio´. Y ella me dice ´no, yo no te voy a llamar como vos no quieras, yo te voy a llamar como vos quieras”. Entonces, bueno, ahí nos pusimos de acuerdo.
ERNESTO: Hace un ratito yo te comentaba que veía esa pared que está ahí donde aparece Estela de Carlotto y aparece también tu abuela paterna. Y aparecen también tus padres de crianza, o de adopción, no sé como vos los llamás. Y esa pared es como una síntesis de historias, como pasa con tu nombre y tus apellidos en un país en donde muchas veces es una historia o la otra. O es la historia desde tu nacimiento, desde tu adopción o como cada cual lo llame, que es la única o es la historia desde que vos conociste tu origen que es la única, y es una u otra. Y vos juntás las tres.
IGNACIO: Porque yo las viví. No me puedo desdecir de la historia anterior porque eso sería un acto feo de mi parte. Además, poco sabio. Entender que mi vida empezó en 2014 es una tontería. Pero después hay que hacer un equilibrio de esa vida que se vivió, con lo que sabía y con lo que no sabía hasta 2014 y lo que vino después, con todas estas cuestiones. Con este subidón de emociones tan grande y tan complejo. Lo que pasa es que yo transito la historia, entonces esa historia no me la puedo sacar de encima ni aunque quisiera, está ahí.
MARÍA: Vos sabés que muchos de nosotros, de cierta edad, nos acordamos perfectamente el día que encontraron al nieto de Estela. Nos llegaba a todos la historia. Esa abuela que llevaba décadas buscando nietos ajenos y decía “yo no me quiero morir sin encontrar al mío”. Y fue una emoción colectiva, creo que todos nos acordamos.
IGNACIO: Como un gol.
MARÍA: Debe haber sido para vos una cosa abrumadora.
IGNACIO: Yo lo viví desde otro ángulo completamente diferente. Yo tengo un recuerdo que es intransferible, pero que es muy lindo. La emoción que le provocaba a una persona que me encontraba en la calle. El hecho de verme porque se encontraba con esa historia. Como con un triunfo de algo, con una historia que en pueblos como el nuestro, que están tan acostumbrados a que las historias terminen mal o no terminen, en alguna medida tenía una suerte de final feliz. De esa abuela que había buscado a su nieto tanto tiempo, lo había encontrado y que eso se había podido materializar en una serie de encuentros y una relación que empezaba a transitar, a dar sus primeros pasos. Y esa situación de ser el portador de una alegría solamente con la cara, es una cosa que cuando la recuerdo me parece muy extraña. Entrar a un lugar y que la gente empezara a emocionarse.
MARÍA: Imagino que también una responsabilidad porque tenías que ser “el nieto de Estela”.
IGNACIO: Sí, es una gran responsabilidad que es muy difícil a veces de llevar por las expectativas que había supuestamente alrededor de la figura de ese nieto. Yo siento que nunca voy a estar a la altura de eso que se espera. Porque en realidad uno es una persona que está en constante trabajo y que hay una vocación a equivocarse, hasta en la profesión que elegí, que es una profesión que vive más de los errores que de los aciertos. Entonces es lógico que yo también sea un tipo muy abocado a los errores. Y transito con mucho miedo a veces algunos pasos, sobre todo pasos públicos, como esto, estar acá diciendo esto. Porque tengo miedo de… sé que la palabra mía de pronto tiene una reverberación que antes no tenía. Entonces es como tratar desesperadamente de ser claro para no j**er a nadie, pero además para no hacer sentir mal a alguien que esté pasando por algún tipo de situación. En esos primeros momentos de 2014, yo dije algunas cosas y automáticamente me di cuenta que eso era una equivocación. Yo dije en un momento que había algo en mi vida que no estaba muy bien y en ese momento de un perfil público muy alto mío, había gente que me llamaba y me decía: “Yo tengo la sensación de que no soy hijo de mis padres”. “¿Pero tenés la partida de nacimiento?” “Si” “¿Sos parecido?” “Soy igual a mi padre”, entonces digo “no, es una sensación que estás leyendo mal”.
Ahí me di cuenta que yo tenía que medir las palabras y que iba a ser más claro porque no podía ser que yo me tomara esa libertad poética de decir algo así elípticamente y que generara eso en otra persona. Y esa responsabilidad me persigue un poco a veces.
ERNESTO: Tuviste momentos que la pasaste mal.
IGNACIO: Y tuve momentos sí, sí hubo momentos realmente muy difíciles.
ERNESTO: ¿Y eso por qué pasó?
IGNACIO: ¿Por qué va a pasar?
ERNESTO: Por un sacudón enorme.
IGNACIO: Claro, por un sacudón muy grande. En el fondo hay muchas cosas contradictorias en esta historia, ¿no?. Ya enterarte a los 36 años que tus padres, que vos pensaste que eran tus padres, que no son tus padres de esa forma, sino que pasan a ser tus padres del corazón. Y hay otros padres que no conocés y con los que tenés la necesidad de hacer algún tipo de relación afectiva. Y no podés, porque ya murieron hace mucho, jóvenes además. Relacionarse con las familias, la cuestión pública. Todo lo que se puso en esta historia que a veces sin querer y a veces a propósito, apareció como bueno, como todas ….
MARÍA: La presión de ser Guido.
IGNACIO: La presión de ser Guido, la presión de ser algo, no se qué bien. Pero era algo que no estaba en mis planes porque yo tenía claro lo que quería. Ya había transitado mucho tiempo y yo en un momento también me encontré con eso, diciendo… es una apariencia, yo creo que fue una ficción esta cosa de que se abrieron muchas puertas. No sé si se han abierto tantas puertas, pero en un momento parecía eso. Cómo esas luces de la fama que es una gran mentira, pero viste que vos decís “puedo hacer cualquier cosa”. Y me puse a pensar y dije “a ver qué puedo, qué puedo hacer de nuevo que no haya hecho y que me gustaría hacer”. Y digo “bueno, estoy haciendo mi profesión de la manera que quiero, con los músicos que quiero… bien. Tengo un trabajo que me gusta… bárbaro. Vivo en un lugar que me cae bien. Tengo los amigos que me parece que tengo que tener y que son una familia que he construido a lo largo de los años. Tengo dos familias por conocer. ¿Qué otra cosa voy a hacer si lo que hice hasta acá está bien?”. Y después vino como una etapa más de retracción y después también amigarse con eso, porque también soy esa persona, porque si no, ustedes no estarían acá en la casa de un pibe que toca el piano en Olavarría. Ustedes están acá porque hay todo un valor histórico, que me atraviesa, aunque sea en un momento.
ERNESTO: Lo que estás contando, lo que vos contás es la historia de un país.
IGNACIO: Exactamente. Y de eso también soy consciente y por eso también lo digo, para que no la cuente otro.
MARÍA: Cuando decís también lo que te tocó sufrir. Imagino que pensaste en tus viejos de crianza, vos decís tus padres del corazón. Contanos un poco la historia de ellos, porque muchos, los que sospechan que son hijos de desaparecidos, temen que la decisión de hacerse un ADN complique la situación de padres que los han criado amorosamente en algunos de los casos.
IGNACIO: Y bueno, sucede. De hecho estamos en el medio de un proceso y que es todo un tema, porque además también yo tuve que sacarme la culpa grande. Bueno, yo por ejercer mi derecho, que en definitiva es eso, ejercer mi derecho a saber mis orígenes biológicos, que lo tenemos todos, sólo que tuve las herramientas a mi alcance para poder resolverlo. En alguna medida, estoy complicando a mis padres.
MARÍA: Los llamás padres.
IGNACIO: Sí, sí, sí, a los viejos los estoy, los estoy complicando. Y también la verdad que fue para mí un bochazo espantoso. Porque además también hay una condena social muy fuerte alrededor de eso. Y yo pensé que…
ERNESTO: ¿Hacia ellos?
IGNACIO: Hacia mí, por haberles hecho pasar por algo malo, cuando en realidad ellos me criaron. Y es por eso que en esta historia…
MARÍA: Ellos trabajaban en una estancia de una familia muy rica de acá.
IGNACIO: Claro, una familia de acá, en una estancia muy cerca y eran los peones y no podían tener hijos. A través del dueño de ese campo, yo llegué en una situación que tampoco está clara. Sabemos que es a través del dueño, pero no hay mucho más claro, ni las intenciones.
ERNESTO: Este hombre ya falleció.
IGNACIO: Este hombre ya falleció. Esa situación que ha sucedido tantas veces aún fuera de los delitos de lesa humanidad. En ese momento era bastante común, que los hijos los cría alguien como si fueran propios. Porque también hay que ponerlo en contexto. A partir de eso, una vida con ellos. Yo tuve una muy buena vida en donde ellos siempre pusieron todo su capital de esfuerzo y de trabajo para que yo me eduque, para que yo estudie y superagradecido de eso. Tomando decisiones yo inclusive que para ellos eran incomprensibles, como de golpe yo quisiera tocar música y bueno ellos no entendiendo muy bien. Y apoyándome en la locura de irme a vivir a Buenos Aires con lo caro que era y buscándome otro trabajo. En un momento todo eso lo puse en la balanza y ahora el loco viene a saber quiénes son su familia biológica y los mete en un problema. Entonces también eso fue…yo también me asumí como su defensor, ahora.
ERNESTO: ¿Cuando alguien dice apropiadores te molesta?
IGNACIO: Y es un, qué sé yo, son conceptos. No sé. Para mí es otra cosa. Pero bueno, ya no me meto más ahí. Me parece que lo importante es lo que a mí me pase con eso y cómo lo puedo llevar adelante.
ERNESTO: Pudiste hablar con Estela y con la otra abuela…
IGNACIO: Se ha podido. Es un tema delicado también. Y todos nos podemos imaginar lo doloroso que ha sido todo eso. Los hijos muertos, desaparecidos, que es como muertos dos veces. El drama de la desaparición, de no saber, de las dudas. Encima de esta cosa que le suma dramatismo de estar buscando a un integrante de tu familia, el hijo de tu hija que no sabes dónde está. Y todo lo que implicó en la vida de los que me han buscado. Entonces también entiendo que hay temas que son difíciles de hablar. Yo los puedo hablar porque lo vivo desde otro lado. Yo puedo pensar en eso y lo puedo pensar desde otro lado. Pero también entiendo que hay otras maneras de pensarlo y las respeto y las entiendo también. Yo entiendo que haya otras cosas, porque si no voy a terminar cayendo en la misma de todos: “Todos tienen que pensar como yo, porque yo lo viví y yo lo entendí”. No. Yo entiendo esta parte que me toca y trato de tener empatía… es una historia muy dolorosa. Es una historia muy dolorosa que además enfrenta en alguna medida a dos maestras, dos directoras de escuela, como fueron Hortensia y Estela, de clase media, con dos peones rurales. Entonces, eso también me parece que marca la crueldad de lo que hemos vivido y lo que me ha atravesado a mí. Pero la crueldad que hemos vivido como sociedad, que nos hace pasar por eso. De golpe, tipos que podrían ser amigos, que podrían convivir, están por ahí un poco enfrentados por los dolores que no se pueden superar también. Son muy difíciles.
MARÍA: Si Estela…hoy tus viejos de crianza están acusados de apropiación que es un delito, digamos, en el contexto de los crímenes de lesa humanidad de lo que es la legislación argentina. ¿Si Estela no fuese querellante de esa causa?
IGNACIO: ¿Y cómo no podría serlo?
MARÍA: Por el móvil de esa causa…de ahí viene el origen de la causa.
IGNACIO: Es una causa que ella lleva adelante como presidenta de una institución, además. Por eso es recomplicado. ¿Por qué se va a bajar de esa causa? No podría, no tendría por qué. Porque bueno, también la Justicia tiene que actuar.
ERNESTO: Debe haber gente de los Carlotto que se relacionan… no sé si cariñosamente, pero correctamente, con tus viejos del corazón. Y debe haber gente de los Montoya que se relaciona bien…debe haber todo un mundo ahí dando vueltas.
IGNACIO: Y gente que no y está bien. Está buenísimo. Si nadie quisiera relacionarse entre sí, también estaría bien porque el nexo soy yo en definitiva.
MARÍA: ¿Pero a vos te gustaría juntarlos o no? Hacés cumpleaños…da la sensación de que…
IGNACIO: Sí, sí, tal vez sí, y ha pasado, digamos que hemos estado todos juntos, pero también tengo que entender.
ERNESTO: ¿Y cuando están todos juntos se corta el aire con navaja o no?
IGNACIO: Y sí, un poco sí, porque eso es… A ver, no ha pasado muchas veces. Y cuando pasó, éramos muchos y la multitud diluye un poco. Y cuando nos hemos encontrado, ha sido un momento así, un momento de cierta tensión. Y yo no quise que nadie tenga que vivir esa tensión, porque no es necesario. Porque en todo caso es un gusto que me quiero dar yo, decir bueno tengo todo junto, ¿pero para qué? No vale la pena. En esta historia hay demasiados dolores y yo también tengo que respetar eso. Me costó mucho aprender a entender que el dolor ajeno es un dolor, que hay que entender.
ERNESTO: Que no solamente a uno le duelen las cosas.
IGNACIO: No, claro que a los demás también y a cada uno en su medida. Yo puedo de pronto pararme como con cierto equilibrio y decir “bueno, mirá, mejor estemos así”. Me parece que lo otro no está mal, está bien. No está mal tener tanto dolor que hace que no quieras ver a alguien. No sé, está bien. No veo que eso le baje el precio a la gente. Porque esto es algo tan grande que nos excede a nosotros. Me excede por mucho a mí, la excede por mucho Estela… la excede, es algo que está por muy encima de nosotros. Es una tragedia que nos pasó por arriba. Y en ese sentido no hay un final feliz, hay un final que tampoco es un final. Es un punto de convergencia para empezar a hacer otras cosas. Y acá vemos cómo salimos, cómo podemos, con lo que tenemos a mano y tratando. Ya demasiado pasó… Y bueno, y entendiendo también que hay cosas que no se pueden evitar. No se puede evitar el camino de la Justicia, tiene que seguir y bueno seguirá y veremos qué pasa. Trataremos de explicar nuestro punto de vista.
MARÍA: ¿Te dio curiosidad la historia de vida de tus padres biológicos y esa historia de vida de dos combatientes, de la década del 70? ¿Qué te despertó?
IGNACIO: Cuando todo esto pasó, me pusieron todas las fotos sobre la mesa y me quisieron explicar. En ese momento me abataté un poco porque era demasiado junto. Y después tuve que aprender a tener una suerte de relación afectiva con dos personas fallecidas hace muchísimo. Dos personas que también tienen un contenido simbólico muy grande dentro y fuera de la familia. Y que ese contenido simbólico también es… Me aleja, me pone otra distancia. Uno no puede sentirse hijo de un símbolo que está en una remera.
ERNESTO: Vos querés un papá y una mamá, no dos héroes.
IGNACIO: Claro, no dos héroes. Y también esa construcción de héroes es una construcción. Porque no sabemos, la realidad es que no sabemos, hay muchas cosas que no sabemos. Yo no sé qué pasó con ellos en los últimos años de su vida, que fueron los primeros momentos míos, aún adentro de la panza de mi mamá. Entonces esa construcción tuvo que ir por otro lado para mí, para que sea afectiva. Las fotos hermosas, los testimonios, los libros escritos, todo bien, todo bárbaro. Pero yo empecé a poder armar una idea de papá y una idea de mamá a partir de cosas tangenciales, que no estaban armadas para la ocasión. Entonces, de golpe, no sé, yo viajaba al sur y Mirta, una prima de mi papá me decía “en ese tractor jugaba tu papá”, como algo cotidiano, como si el recuerdo estuviera todavía ahí sentado. Y eso a mí me ayudaba a armar un papá, una persona jugando ahí, pero era mi persona. Con Laura fue más difícil todavía, tanto porque es la madre, y la relación con la madre a veces es un poco más compleja, y también porque ella estaba más expuesta en esa cuestión simbólica. Poder desarmar esa Laura simbólica y traerla a una Laura mamá fue un trabajo que tengo que agradecer a la terapia en realidad, de mucho trabajo. Porque yo necesité acercarme a ella desde un lugar que me resultó muy complejo porque no tenía muchos datos que no estuvieran tamizados por la subjetividad del que me contaba, con el recuerdo agigantado, con todas esas cosas. Entonces establecí, en un momento en el cual no me estaba llevando del todo bien con Estela… esas cosas que pasan. Por suerte ya pasó y ahora estamos muy bien. En ese momento en el que no me estaba llevando muy bien con ella, digo “bueno, es un momento también para pensar, mi relación con Laura”. Entonces quizás mi relación con Laura es un poco el reflejo de esa relación que yo hoy tengo con Estela. Y así empecé todo un trabajo, muchísimo, de muchísima labor terapéutica también. Y traté de empezar a ver qué estaba haciendo Laura en los diferentes momentos de quiebre de mi vida. Y empecé a encontrar un paralelo, digamos, realmente espeluznante en cuanto a lo que significaban para mí las cosas de ruptura, lo que ella era, las cosas con las cuales ella… los momentos en los cuales ella había establecido como una ruptura o un punto importante en su vida.
MARÍA: ¿A qué edad te tuvo?
IGNACIO: A los veintipico. No me acuerdo ahora bien. Y la mataron al toque nomás… Dicen que la tuvieron un poco más cautiva. Y hasta esa fecha hice un paralelo en mi cabeza, que lo anoté, que hice como todo un trabajo. Y me di cuenta que había como una suerte de vida paralela, que ella a cierta edad se fue muy joven de su casa. Bueno a esa edad, yo también, más o menos me fui por otras razones. Porque vivía en el campo y no tenía colectivo para ir a estudiar, pero la cuestión es que yo a los 16 ya estaba viviendo solo. Por esa época, ella también estaba fuera de su familia. Y así todo un paralelo. Entonces me di cuenta que había muchas cosas que no tenía que buscarlas afuera con ella, sino que estaban en mí. En un momento dije “yo soy ella” y ahí me pude poner a…la pude empezar a querer un poco más.
MARÍA: Ignacio, uno escucha este relato y piensa que por ahí tuviste un primer momento de shock, un cierto encantamiento con esa situación que se te abría de ser tamaño símbolo. Después te asustaste, después te metiste para adentro, se te ve bastante amigado ahora. Pasaron siete años…
IGNACIO: Ahora se cumplen en agosto.
MARÍA: ¿Volverías a…?
IGNACIO: ¿a hacerlo de vuelta? Si, a pesar de todo. Lo volvería a hacer. Volvería a hacerme las mismas preguntas.
ERNESTO: ¿Y si alguien te pide consejo? ¿Qué le dirías?
IGNACIO: Y ahí es más difícil. Yo pienso que en mi caso, yo lo único que puedo explicar es lo que me pasa a mí. Qué sé yo si puedo decirle a alguien qué hacer. Yo cuando me acerqué al hecho de decir “bueno, a ver, voy a tratar de averiguar mi origen biológico”, lo hice desde un deber cívico si se quiere. Hay unas personas que están buscando gente como yo, hace 30 y pico de años, imaginé el dolor que eso debía significar y dije “vamos, que sea lo que tenga que ser”. Me pareció que era eso lo que tenía que hacer. Después lo que vino fueron cosas que tuvieron muchos claroscuros. Básicamente todo se potenció, las cosas que fueron felices, fueron tanto más felices y las cosas que fueron tristes, eran tanto más tristes de lo que eran antes. Pero para mí es muy importante el hecho de conocer ante la posibilidad de conocer, los orígenes biológicos. Con todo el precio que eso lleva. Porque hay un montón de cosas que uno completa también. Y eso es cierto. Si bien yo cuestiono la frase de “recupera tu identidad” como si uno nunca la hubiera tenido o no sabés quién sos, como si uno no supiera quién es por no saber sus orígenes biológicos. Yo no creo que tiene que ver con eso, pero sí sé que la identidad está construida sobre… uno de los ladrillos es eso. Que uno puede no tenerlo y no saberlo y está bien, construir una identidad arriba de eso sin ningún tipo de problema. Pero si lo sabés, mejor. Es lícito, es importante y es sanador, sobre todo. Porque todo el tránsito que hemos hecho familiarmente, ya no lo digo desde mí, porque esto no soy yo solo, ni cerca. Es un tránsito de mucho cerrar, cerrar heridas, decir “bueno, a pesar de todo, estamos acá juntos, riéndonos con los chicos ahora que empiezan a aparecer”. Y viste que nuestros hijos nacen y crecen y empiezan a ser cada vez más grandes y empiezan a preguntar. Y además, yo sé que esta duda que yo tenía o esta cosa inconclusa no se la voy a heredar a mi hija. Mi hija ya sabe que ella tiene sus abuelos que están acá, sus abuelos que están en el cielo, saben la historia y eso me parece que es súper importante. Y en un punto quizás mucho más grande que yo. Lo sé, pero no me atrevo a verlo. También desde lo desde lo nacional, desde la construcción de una cuestión nacional, está bueno cerrar esto. Es fundamental cerrar estas cosas. Desde todos los puntos de vista, desde el punto de vista de encontrar a los que faltan, porque después vos la relación la establecés. Lo que hacés con esto ya es una cuestión que depende de uno, pero nos da la posibilidad de elegir. Yo puedo elegir qué hago, yo puedo elegir si sigo viendo a mi familias o no. Puedo elegir, pero antes no, porque no sabía. El no saber es dramático.
ERNESTO: ¿En qué país querés que viva tu hija?
IGNACIO: A mí me gustaría que mi hija viva en el país en el que va a vivir mi bisnieta. Porque pienso que todas estas cosas van a pasar, cuando pase el tiempo. Y yo no sé si las cosas que ahora me angustian del país, que son muchas por cierto, van a pasar rápido. Entonces creo que yo estoy viviendo un proceso personal, que en la vida de la humanidad no es nada y sé que esto demora. Pienso que los procesos de los países, por una lógica, digo, deben durar muchísimo también. Y creo que nosotros vamos a superar como país los dolores que tenemos, que son muchos de muchas índoles, de muchos dolores, autoinflingidos en algunos casos, en algunos casos no, pero va a tener que pasar el tiempo. A mí me gustaría que no nos inventemos dolores nuevos, ya que está.
ERNESTO: O sea, que si tu nieta vive con su hija en Argentina, va a querer decir que está todo bien.
IGNACIO: Quizás, quizás. Y si no, también. Si elige vivir en otro lado. Pero yo le tengo mucha fe a este país también, más allá de todo. A veces hay algunos que me dicen “pero vos tendrías que estar enojado”, y capaz también a veces me enojo. Pero para mí tenemos todo para poder estar en cierta paz. No hablemos ya de volar, de proyectarnos a nosotros en otros países sino de poder vivir en paz, que parece que cuesta. Pero bueno, esto que nos pasa también son síntomas de otras cosas que no podemos resolver evidentemente.
No te pierdas la entrevista en Conecta2, por CNN en Español este sábado a las 9:00 p.m. (hora de Miami).