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(CNN) – Reducir los impuestos a los ricos ayuda a los pobres. No existe tal cosa como un juez republicano o demócrata. El cambio climático es un engaño.

Algunos mitos políticos se niegan a morir a pesar de que todas las pruebas demuestran lo contrario. Aquí está otro:

Cuando los blancos ya no sean mayoría, el racismo se desvanecerá y Estados Unidos “nunca volverá a ser un país blanco”.

Este mito se reforzó recientemente cuando el reporte del censo de EE.UU. de 2020 reveló que las personas que se identifican solo como blancas declinaron por primera vez desde que comenzó el censo en 1790. La mayoría de los estadounidenses menores de 18 ahora son personas de color y personas que se identifican como multirraciales aumentaron en un 276% durante la última década.

Estas cifras del censo parecían validar una suposición común: Estados Unidos se encamina a convertirse en una nación arcoíris para 2045, cuando se prevé que los blancos se conviertan en minoría.

Ese año ha sido descrito como “una cuenta regresiva para el apocalipsis blanco” y una noticia “espantosa” para los supremacistas blancos”. Dos comentaristas incluso predijeron que la “mayoría blanca desaparecerá pronto para siempre” en Estados Unidos. Ahora se da por hecho que el “Browning of America” conducirá a la erosión del supremacismo blanco.

Solía creer en esas predicciones. Ahora tengo una conclusión diferente:

Nunca subestimes la capacidad de adaptación del supremacismo blanco.

La suposición de que más diversidad racial equivale a más igualdad racial es un mito peligroso. La diversidad racial puede funcionar como un dispositivo de encubrimiento, ocultando las formas más poderosas de supremacismo blanco mientras da la apariencia de progreso racial.

Es probable que el racismo siga tan arraigado en un Estados Unidos más moreno como lo es ahora. Seguirá siendo  supremacismo blanco, pero con un bronceado.

Mi interés personal en un Estados Unidos multirracial

No me gusta plantear un escenario tan pesimista, en parte por razones personales. Quiero creer que mi país está al borde de este Nuevo Mundo donde habrá una mezcla tan rica de tonos de piel, texturas de cabello y personas racialmente ambiguas que el racismo perderá su aguijón.

Mi familia es un símbolo de estos cambios demográficos.

Mi madre es irlandesa; mi padre era negro. Mi esposa es una inmigrante de Centroamérica de madre birracial y padre blanco “ladino” que era judío y castellano. Mi madrastra es chilena y la mitad de mis hermanos son afrolatinos.

Tengo un pariente de cabello rubio y ojos azules que va por el mundo como un joven blanco, pero en realidad es afrolatino. Y tengo otro pariente negro que acudió a los tribunales para alegar que era blanco (perdió). El censo de 2020 podría haber usado el retrato de mi familia como póster.

Hay un anhelo incrustado en mi ADN de que una marea demográfica superará el supremacismo blanco: la creencia de que los blancos son superiores y deben mantener el poder político, social y económico sobre otras razas.

Este anhelo no está impulsado por algún deseo de que la gente de color algún día gobierne sobre los blancos. Es una esperanza para un Estados Unidos más justo, una esperanza de que de alguna manera podamos escapar del tribalismo que destrozó a otros países.

Esa esperanza fue capturada por uno de los comentaristas más hábiles sobre la raza en Estados Unidos, en un pasaje que parece que no puedo olvidar. Después de que el presidente Obama fuera reelegido en 2012, David Simon, creador de la serie de HBO “The Wire”, escribió:

“Estados Unidos pronto pertenecerá a los hombres y mujeres —blancos y negros, latinos, asiáticos, cristianos, judíos, musulmanes y ateos, homosexuales y heterosexuales— que pueden entrar en una habitación y aceptar con real consuelo la sensación de que están en un mundo de cierta diferencia, que no hay mayorías reales, solo pluralidades y coaliciones”.

Los nuevos ciudadanos estadounidenses se reúnen en una ceremonia de naturalización el 20 de marzo de 2018 en Los Ángeles. La ceremonia dio la bienvenida a más de 7.200 inmigrantes de más de 100 países que prestaron juramento de ciudadanía y juraron lealtad a la bandera estadounidense.

Simon agregó que “esta puede ser la última elección [presidencial] en la que cualquiera, menos un tonto, intenta jugar —a nivel nacional, al menos— las cartas de la exclusión racial, del miedo a los inmigrantes…”

Sabemos lo que sucedió después: Donald Trump fue elegido presidente. Los supremacistas blancos marcharon en Charlottesville. Los manifestantes agitaron banderas confederadas durante la insurrección del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos. La lista continua.

Resulta que los informes sobre la desaparición del supremacismo blanco fueron exagerados.

La blancura es elástica

El supremacismo blanco no es solo más resistente de lo que muchos suponen. También es elástico.

Considera cómo se ha definido la blancura. Es un excelente ejemplo de cómo se adapta el supremacismo blanco.

El censo sugiere que los estadounidenses blancos serán una minoría para 2045, pero como ya han señalado varios comentaristas, esa fecha puede posponerse fácilmente. La blancura no es una identidad fija; es como un caramelo: se expande para dar cabida a nuevos miembros, si tienen el aspecto adecuado.

En libros como “Trabajando hacia la blancura” y “Cómo los irlandeses se volvieron blancos”, los estudiosos han argumentado que la definición de blancura se ha expandido para incluir a los irlandeses, italianos y judíos, grupos que alguna vez no fueron considerados completamente blancos en Estados Unidos.

Un grupo de inmigrantes italianos listos para ser procesados en Ellis Island en Nueva York en 1905.

Estados Unidos ha ampliado su definición de personas blancas a lo largo de la historia, lo suficiente como para mantener el poder sobre las personas negras, asiáticas y latinas, escribe el politólogo Justin Gest en un reciente ensayo, “Lo que el cambio de la ‘mayoría minoritaria’ realmente significa para Estados Unidos”.

“A través de una lente histórica, ser blanco en Estados Unidos hoy en día es como pertenecer a un club social que alguna vez fue exclusivo y que tuvo que relajar sus criterios de membresía para mantenerse a flote”, escribe Gest.

¿Por qué tantos grupos raciales gravitan hacia la blancura? La respuesta es pragmática y psicológica.

Se debe a una jerarquía racial que coloca a las personas de aspecto más blanco en la parte superior y a las de piel más oscura en la parte inferior de la escala socioeconómica.

“A veces, parecer blanco pone dinero directamente en tus bolsillos”, dice Tanya K. Hernández, autora del libro próximo a publicarse “Inocencia racial: desenmascarando el sesgo anti-negro latino y la lucha por la igualdad”.

“Tienes acceso a trabajos, oportunidades y eres visto como competente. Pero también hay un beneficio psicológico, esa sensación de tener un estatus mejorado, de ser parte de la blancura”.

Un nuevo ciudadano ondea una bandera estadounidense al salir de una ceremonia de naturalización el 20 de marzo de 2018 en Los Ángeles.

Esta jerarquía racial es la base del supremacismo blanco. Los europeos la crearon hace unos 500 años para justificar la esclavitud y el colonialismo. Esta jerarquía es de donde obtenemos la concepción moderna de raza: cómo el valor, la inteligencia o el atractivo inherente de una persona puede ser determinado por la pigmentación de su piel.

Para aquellos que se preocupan por la “desaparición de la mayoría blanca”, les digo que miren la historia:

La cantidad y el tipo de personas que se definen como blancas pueden cambiar, pero el estado y el poder que conlleva ser blanco sigue siendo el mismo.

El futuro de la blancura podría estar con los latinos

Es una verdad difícil de aceptar para mí, porque veo esa jerarquía racial trabajando dentro de mi familia.

Tengo parientes varones jóvenes que ante el mundo parecen como negros y uno que parece blanco. Bien podrían vivir en universos diferentes.

Uno es un adolescente artístico con cabello rubio rizado, ojos azules y piel pálida que ya es físicamente más imponente que la mayoría de los hombres. Lo llamo un “hermano encubierto”.

Un sacerdote saluda a los fieles después de dirigir un servicio religioso en español en West Liberty, Iowa, el 25 de agosto de 2019.

Cuando una compañera de clase intentó sin éxito que lo suspendieran acusándolo de intimidarla, me sorprendí diciéndole a mi esposa: “Gracias a Dios que parece blanco”.

Si se hubiera hecho la misma acusación contra un pariente más oscuro mío, el resultado podría haber sido diferente.

Mi pariente es un afrolatino orgulloso. Su madre le enseña sobre su herencia. Pero me pregunto cuando se convierta en un adulto —y compita por trabajos y trate con la policía— si llegará a la misma conclusión que yo: “Gracias a Dios, me veo blanco”.

Algún día incluso puede marcar “Blanco” en sus formularios del censo. Otros latinoamericanos ya han tomado la misma decisión. Esta es otra forma en que la blancura (whiteness) conserva su dominio.

En el censo de 2010, por ejemplo, los investigadores descubrieron que unos 1,2 millones de estadounidenses que se habían identificado como “de origen hispano, latino o español” una década antes, habían cambiado su raza de “alguna otra raza” a “blanca”.

“Los datos también ponen en duda si Estados Unidos está destinado a convertirse en una nación llamada de mayoría minoritaria, donde los blancos representan una minoría de la población de la nación”, dijo The New York Times. “Esas proyecciones asumen que los hispanos no son blancos, pero si los hispanos finalmente se identifican como estadounidenses blancos, los blancos seguirán siendo la mayoría en el futuro previsible”.

Sin embargo, ese número se desplomó en el censo de 2020. Reveló una caída drástica en el número de latinos o hispanos que se identifican como blancos. Esa caída puede deberse a las protestas de Black Lives Matter y a la hostilidad bien documentada del expresidente Trump hacia los inmigrantes no blancos y al intento fallido de su administración de reducir el recuento de latinos manipulando el censo de 2020.

Un asistente usa botones en español durante un evento de campaña para el candidato demócrata al Senado Jon Ossoff en Lilburn, Georgia, el 7 de diciembre de 2020.

El futuro de la blancura en Estados Unidos puede estar en manos de los latinos.

Podría ir de cualquier manera. Un estudio sugiere que la identidad latina se desvanece a lo largo de las generaciones a medida que se desvanecen las conexiones de los inmigrantes. Si un gran número de latinos se identifican como blancos en el futuro, la blancura se expandirá. El estatus mejorado y los beneficios socioeconómicos que se obtienen al identificarse como blancos serán demasiado tentadores para que muchos los ignoren.

El racismo en lugares inesperados

El vínculo entre blancura y estatus ya es una realidad en algunos países de América Latina.

En lugares como Brasil y Cuba, las personas de raza mixta y los matrimonios interraciales son comunes. Los latinoamericanos tienden a pensar en sí mismos no en términos de raza, sino de nacionalidad.

Sin embargo, la discriminación contra los pueblos indígenas y las personas de piel oscura es común allí y en muchos otros países de América Latina. Todavía existe la creencia generalizada de que cuanto más blanca se ve una persona, mejor es para ella.

Estos países ofrecen pruebas de que un país puede tener una población grande y en expansión de personas negras, morenas y multirraciales, y aún estar gobernado por la misma jerarquía racial que nos dio la esclavitud y el colonialismo.

Piensa en Brasil. Es el hogar de más personas de ascendencia africana que cualquier otro país fuera de África, y aproximadamente el 40% de los brasileños se identifican como mestizos.

La gente asiste a una representación teatral el 18 de abril de 2015, en Salvador, Brasil.

Pero las perspectivas económicas y educativas de muchos brasileños todavía están determinadas por el colorismo: la noción de que el valor inherente de una persona está determinado por el color de su piel, según un artículo de Foreign Policy que analizó el panorama racial del país. Alrededor del 80% del uno por ciento del país son blancos, según el artículo.

“Hoy, los brasileños se ven a sí mismos como pertenecientes a un espectro de colores de piel con una variedad vertiginosa de nombres: blanco quemado, marrón, castaño, castaño claro, negro y cobrizo”, escribió Cleuci De Oliveira en el artículo. “Lo que en última instancia une a estas definiciones es la conciencia de que cuanto menos ‘negra’ se vea una persona, mejor”.

En un giro reciente, el porcentaje de brasileños que se identifican como negros o de raza mixta ha aumentado levemente debido a las políticas de acción afirmativa y porque se identifican con las protestas raciales en Estados Unidos que siguieron al asesinato de George Floyd.

Cuba también tiene una historia compleja con la raza. El racismo se describe a menudo como una reliquia del capitalismo en el país comunista. Hernández, la autora, dice que el difunto gobernante del país, Fidel Castro, prohibió la discriminación racial y los partidos políticos construidos siguiendo líneas raciales.

Pero aunque el racismo está prohibido por ley en Cuba, está “vivo en las calles”. La población afrocubana del país todavía está excluida de la mayoría de los círculos de élite, que están dominados por cubanos de aspecto anglo.

Los cubanos hacen cola para comprar comida en La Habana el 3 de marzo de 2021.

“Lo que tenemos es una población afrocubana muy educada y, sin embargo, hay un techo de cristal”, dice Hernández, quien también es profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Fordham en la ciudad de Nueva York. “Todavía hay una penalización para la negritud donde solo puede llegar hasta cierto punto”.

Lo que sucedió en algunos países de América Latina puede suceder fácilmente en Estados Unidos. Habrá cambios cosméticos en nuestra composición racial: más personas negras, morenas y multirraciales. Pero el grupo dominante seguirá siendo la gente blanca, no obstante, puede defirnirse para 2045.

Habremos llegado a lo que un sociólogo llama la “latinoamericanización de la raza” en Estados Unidos. Habrá más, no menos, desigualdad racial en EE.UU. porque la gente citará la creciente diversidad de la nación para “ahogar” esas voces de personas de piel más oscura que aún luchan por la justicia racial, dice Eduardo Bonilla-Silva, autor de “Racismo sin racistas: racismo ciego al color y la persistencia de la desigualdad racial en Estados Unidos”.

“La aparente bendición de ‘no ver la raza’ se convertirá en una maldición para aquellos que luchan por la justicia racial en los años por venir”, escribió Bonilla-Silva.

Ya no se puede luchar contra el racismo si todos creen que su país ha superado la raza.

La gente multirracial no salvará a Estados Unidos

Algunas personas depositan sus esperanzas de un futuro más tolerante desde el punto de vista racial en las personas multirraciales. Ese problema me llega aún más cerca de casa.

Soy lo suficientemente mayor para recordar cuando los niños birraciales eran tratados como objetos de lástima, “frutos secos” confusos, que ni los blancos ni los negros aceptaban. Esa creencia es de donde sacamos el mito del “mulato trágico” reflejado en películas de Hollywood como “Imitation of Life”.

El mulato trágico, sin embargo, se ha transformado en lo que yo llamo el “mulato mágico”. Ser birracial ahora es genial. Personas como Barack Obama, la vicepresidenta Kamala Harris, el golfista Tiger Woods y el director Jordan Peele ahora son vistas como figuras inspiradoras.

A menudo se nos describe como la vanguardia de un nuevo orden racial en el que las parejas interraciales y sus hijos debilitarán al supremacismo blanco hasta que se derrumbe.

Sheryll Cashin, autora de “Amar: la intimidad interracial en Estados Unidos y la amenaza al supremacismo blanco”, dijo una vez que las personas que buscan relaciones interraciales “son nuestra mayor esperanza de comprensión racial” porque animan a los estadounidenses blancos a empatizar con otras razas.

Waizeru Johnson toma la mano de su esposo cuando pasa junto a un grupo de personas que celebran Juneteenth en Black Lives Matter Plaza en Washington el 19 de junio de 2021.

“Eventualmente, una masa crítica de gente blanca aceptará la pérdida de la centralidad de la blancura”, escribió Cashin en un ensayo del New York Times. “Cuando suficientes blancos puedan aceptar ser una voz entre muchas en una democracia robusta, la política en Estados Unidos finalmente podría volverse funcional”.

Pero el crecimiento explosivo de los estadounidenses que ahora se identifican como multirraciales también podría usarse para reforzar la desigualdad racial.

¿Cómo? Depende de cómo marquemos la casilla.

Durante su primer mandato en el cargo, el presidente Obama fue noticia cuando marcó su raza como “afroamericana” en el censo de 2010.

Pudo haber marcado “alguna otra raza” porque su madre era blanca, pero hay ramificaciones políticas para marcar “negro” en el censo y otros formularios.

Los números de clasificación racial son una gran herramienta para descubrir la mano oculta del supremacismo blanco: el racismo sistémico.

Estos números se utilizan para hacer cumplir las leyes de derechos civiles, rastrear la discriminación y proteger los derechos de voto.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos, por ejemplo, se basó en las estadísticas de clasificación racial en su informe de 2015 para detallar cómo el gobierno de la ciudad de Ferguson, Missouri, violó sistemáticamente los derechos constitucionales de sus residentes negros. La policía sometió a los ciudadanos negros en Ferguson a una parte desproporcionada de paradas de tráfico injustificadas, arrestos e incidentes de “uso de la fuerza”, según el informe.

Sin embargo, este patrón de discriminación racial no se habría descubierto si los funcionarios federales no tuvieran registros del número de personas negras en Ferguson.

“El Censo no es una invitación a expresarse”, dice Hernández. “Los datos raciales son fundamentales para hacer cumplir nuestras leyes de derechos civiles”.

Una bandera confederada ondea fuera de una casa el 17 de abril de 2021, en Langtry, Texas.

Sin embargo, ha habido un debate durante mucho tiempo en la comunidad multirracial sobre cómo nos expresamos. Algunos dicen que no deberíamos limitar nuestra elección a la caja negra, sino que deberíamos seleccionar “alguna otra raza”, o incluso blanca.

Ese debate estalló en la mesa de la cena con mi padre un día. Cuando le dije que me defino como negro, soltó el tenedor con ira y levantó la voz.

“Cuando dices que eres negro, niegas a tu madre”, dijo.

No sabía cómo explicarle a mi padre que si más personas multirraciales con un padre negro marcaban la casilla “alguna otra raza”, podría ser más fácil para las instituciones ocultar el racismo.

Es un tema delicado, porque algunas personas multirraciales se sienten divididas entre su lealtad a un padre y a una raza.

Sin embargo, la forma en que marcamos la casilla puede proteger al supremacismo blanco en lugar de desmantelar su poder.

Cómo sería el verdadero progreso racial

Aquí está la dura verdad que debemos enfrentar sobre el futuro: es posible que algún día vivamos en un Estados Unidos donde no hay mayorías raciales, pero la blancura aún podría predominar.

Sin embargo, nada cambiará, a menos que vayamos tras la jerarquía racial que hace a la blancura un club tan exclusivo.

Eso requiere un cambio radical. Implicaría desarraigar el racismo sistémico arraigado en nuestras escuelas públicas, vecindarios y sistema de justicia. Implicaría un reparto más equitativo del poder y los recursos, no por culpa o compulsión de los blancos, sino por el conocimiento de que “a todos nos va mejor cuando a todos nos va mejor”.

En última instancia, requerirá que descartemos la noción moderna de raza, la ficción biológica de que existe algo llamado “persona negra” o “persona blanca” o “persona asiática”.

Más diversidad por sí sola no ayudará a Estados Unidos a lograr la igualdad racial, escribe John Blake. Debemos eliminar el racismo sistémico incrustado en instituciones como las escuelas públicas.

El concepto moderno de raza se ha utilizado durante demasiado tiempo para esclavizar y explotar. Como dijo una vez Audre Lorde, poeta y activista: “Las herramientas del maestro nunca desmantelarán la casa del maestro”.

Sin embargo, no podemos llegar allí si seguimos subestimando la resistencia del supremacismo blanco. Es un camaleón que puede adaptarse a cualquier entorno.

Sobrevivió a una revolución cuyos líderes declararon que “todos los hombres son creados iguales”, una Guerra Civil, el movimiento de derechos civiles, varios “ajustes de cuentas raciales” y el primer presidente negro de la nación. Sigue adelante.

De hecho, Estados Unidos puede convertirse en un país de minoría mayoritaria alrededor de 2045. Podemos convertirnos en una nación arcoíris de diferentes identidades raciales, tonos de piel y uniones interraciales.

Pero si no desmantelamos la jerarquía racial que le da estatus y poder a la blancura, esta nueva versión de Estados Unidos no será realmente nueva.

Será solo otra versión actualizada del supremacismo blanco, pero con un bronceado.