Nota del editor: Marcelo Longobardi es un periodista argentino de amplia trayectoria y el presentador del programa de entrevistas dominical “En diálogo con Longobardi” de CNN en Español. Actualmente es el presentador titular de “Cada mañana” en Radio Mitre.
(CNN en Español) – Estamos viviendo una crisis política de proporciones colosales. Las tensiones dentro de la coalición de Gobierno, y particularmente entre el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, no son nuevas.
Es más, están en la génesis de la construcción de esa coalición, siendo que la propia Kirchner es la que se podría considerar que ha puesto a Alberto Fernández de presidente y que ahora no obedece sus planteos. Hay una tensión puntual, pero esa tensión entre ambos está en la génesis de esta coalición de gobierno.
Ha habido, además, innumerables gestos muy visibles de Kirchner en los últimos tiempos, algunos de desplante hacia el presidente. Sobre todo desde diciembre del año pasado, cuando la vicepresidenta argentina dijo en un discurso: “Por eso le digo a todos y a todas, todos aquellos que tengan miedo o que no se animan, por favor, hay otras ocupaciones además de ser ministro o ministra, legislador o legisladora, vayan a buscar otro laburo”.
En este caso estamos viendo que, como consecuencia de la derrota electoral más importante de la historia del peronismo unificado, esta situación, que subraya Kirchner en su carta reciente, de los resultados catastróficos de la elección, es la que finalmente termina de desnudar por completo el nivel y la magnitud que tiene esta crisis, que nos recuerda —obviamente— los acontecimientos previos a la crisis de 2001 en Argentina, que llevaron a la renuncia del entonces presidente Fernando De la Rúa.
¿En qué se parece aquella crisis a esta crisis? Hubo en estos días tres gestos visibles de planteos para que el presidente Fernández renovara a su gabinete o parte del mismo.
Primero, la gobernadora de la provincia de Santa Cruz, Alicia Kirchner, cuñada de la vicepresidenta Kirchner, despidió a su gabinete completo luego de perder las elecciones en la provincia el domingo, como una especie de primer aviso. Se recordó bastante, además, que en 2009 y 2013 Kirchner hizo lo mismo cuando su partido perdió las elecciones legislativas de mitad de periodo: renovó su gabinete.
En segundo lugar, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, le pidió la renuncia a todo su gabinete, aunque después no la aceptó. Es decir, una cosa un poco cómica, pero fue un segundo gesto.
Y, por supuesto, la dimisión del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, de este jueves, además de gran parte del gabinete del presidente Alberto Fernández, que puso muy en claro la magnitud del planteo de Cristina Kirchner —y que ahora hace público— respecto a la renovación del gabinete.
Ahora, nadie imaginó que el presidente Fernández iba a presentar alguna resistencia a estas exigencias, al punto tal que esa resistencia derivó en dos acontecimientos mucho más graves de los que acabo de enumerar: el primero y el más grave de todos es este audio privado que trascendió de la diputada Fernanda Vallejos, donde llama al presidente “okupa”. En la Argentina se llama “okupa” a alguien que ocupa algo que no le pertenece.
Además, hay una serie de insultos muy significativos al presidente y a su equipo y ella plantea con toda claridad que Kirchner es la dueña del poder, es la que representa a todo el pueblo argentino y que, por tanto, el presidente debe allanarse a las disposiciones de Cristina Kirchner.
Y esta carta de Cristina Kirchner parece bastante más “abuenada”, si existe la palabra, que las declaraciones a la diputada Vallejos, que fueron brutales, que son las que ponen muy en evidencia la magnitud de esta crisis que vive el gobierno de Argentina.
El presidente tiene ahora, supongo yo, dos alternativas: primero, aceptar de manera más o menos elegante los planteos de Kirchner y del sector dominante de la coalición que sostiene al Gobierno. Parece difícil que Fernández pueda hacer eso porque ya no quedaría nada de él. Es decir, un mandatario derrotado en las elecciones, una gestión muy criticada y encima allanado a los planteos de su vicepresidenta. Sería algo prácticamente imposible de sostenerse, quién sabe si por más de dos semanas.
Y la segunda alternativa, que es aceptar esta fractura y gobernar solo. Ahora, esto presenta un problema: le faltan dos años de mandato en el contexto de una crisis muy grave. A esto le agregamos una paradoja, que es que el presidente Fernández, con tal de no subordinarse a Kirchner y defender la poca autonomía que le queda, está al mismo tiempo defendiendo a un gabinete que no funciona. Porque, claro, Cristina Kirchner pretende, imagino, radicalizar al gabinete. Ahora Fernández, con tal de no radicalizarlo y no aceptar el reclamo de Cristina Kirchner, está sosteniendo un gabinete en el que nadie confía, que está averiado por todos lados.
La Argentina está al borde del abismo. Uno podría imaginar a un avión, por ejemplo, en una tormenta dramática, mientras el piloto, el copiloto y la tripulación están a los golpes en el medio de la tormenta. Esa es una imagen bastante explícita para que la audiencia de toda la región pueda entender la naturaleza del problema. Y esto en la Argentina, generalmente, termina muy mal.