(CNN) – Al unir a las democracias de Occidente contra la invasión rusa en Ucrania, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, logró algo que sus críticos creían imposible.
Antes de la guerra no provocada que lanzó Moscú, a las naciones europeas las dividían asuntos que iban desde los oleoductos rusos hasta el Brexit. Y, con resentimientos prolongados que se remontan a disputas comerciales de la era Trump y a la guerra en Iraq, algunos incluso parecían estar replanteándose su relación con Washington.
Aún así, apenas tres meses después –y como lo demuestra el afán de Finlandia y Suecia por unirse a la OTAN–, Biden puede decir con cierta justificación que Occidente es “más fuerte y está más unido que nunca”.
Ahora, mientras vuela a Asia para su primera visita a esta región como presidente, Biden se enfrenta a la tarea igualmente ardua de unir a dos democracias asiáticas: Corea del Sur y Japón.
Los dos países son los aliados más fuertes de Biden en la región: en conjunto, albergan a más de 80.000 soldados estadounidenses. Y Estados Unidos considera que ambos son vitales a la hora de construir una coalición de naciones con ideas afines para combatir dos amenazas que potencialmente son incluso más peligrosas para la paz mundial que la invasión de Rusia: el ascenso de China y el programa nuclear de Corea del Norte.
Lo que está en juego no podría ser más importante. El secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, se refirió recientemente al ascenso de China como “la mayor prueba geopolítica del siglo XXI”. Y eso fue después de la invasión rusa.
Mientras tanto, Corea del Norte ha ejecutado 15 lanzamientos de misiles en lo que va de año. Y, a pesar de que Pyongyang declaró la semana pasada una “emergencia nacional grave” debido a un brote de covid-19, Washington cree que su séptima prueba nuclear y otras pruebas de misiles balísticos intercontinentales pueden ser inminentes, y posiblemente estén programadas para que coincidan con el viaje de Biden.
De ahí el deseo de Washington de que Japón y Corea del Sur se unan.
¿El problema para Biden? Aunque los dos parecen estar dispuestos a acercarse a Washington, cuando se trata de la otra parte estos países simplemente no se llevan bien. Tienen una relación históricamente amarga, cuyas raíces están en la colonización japonesa de Corea del Sur entre 1910 y 1945, que se vio agravada porque Japón utilizó esclavas sexuales en los burdeles de la guerra: víctimas a las que ahora se denomina eufemísticamente “mujeres de confort”. Además, siguen enfrascados en una disputa de 70 años por la soberanía de un grupo de islotes en el Mar de Japón, que Corea llama Mar del Este.
Ahora bien, estas diferencias no son curiosidades históricas, sino disputas vivas. En uno de los más recientes intentos de conversaciones trilaterales, en noviembre de 2021, una conferencia de prensa conjunta se arruinó cuando el viceministro de Asuntos Exteriores de Japón se opuso a la visita de un jefe de policía surcoreano a los islotes, conocidos como Dokdo para Corea del Sur pero Takeshima para Japón. Las demandas contra empresas japonesas por el uso de mano de obra forzada en tiempos de guerra siguen sin resolverse. En los últimos años, han aumentado las diferencias en materia de seguridad y economía.
Evans Revere, un exdiplomático estadounidense que ha entrado y salido del gobierno en los últimos 50 años, y que trabajó en las oficinas de Corea y Japón, ha podido observar cómo la amargura de la relación ha socavado las alianzas durante décadas.
“Si Tokio y Seúl no hablan activamente entre sí, si no cooperan entre sí, es muy difícil para Estados Unidos cumplir no solo con sus obligaciones hacia ellos, sino con su estrategia para tratar con China y Corea del Norte”, dijo.
Señales de distensión
Afortunadamente para Biden, Revere dice que se siente más esperanzado ahora de lo que lo ha estado en mucho tiempo.
Tanto el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, como el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, son líderes que acaban de llegar al poder y los dos han dado muestras de adoptar posturas de línea dura con respecto a Corea del Norte y China, así como de querer reforzar los lazos militares con Estados Unidos.
El todavía influyente exlíder de Japón Shinzo Abe ha pedido a Tokio que considere la posibilidad de albergar armas nucleares de EE.UU., mientras que el surcoreano Yoon ha sugerido que consideraría la posibilidad de unirse al Quad (Cuadrilátero), el grupo de seguridad informal que lidera Estados Unidos y que incluye a Japón, India y Australia y que celebrará una cumbre a la que asistirá Biden hacia el final de su viaje.
De manera crucial, los dos nuevos líderes han dado señales de haber dejado el pasado atrás. El mes pasado, Yoon ofreció una rama de olivo a Japón cuando envió una delegación a Tokio antes de su toma de posesión, como parte de su plan –esbozado en un discurso de campaña– para que Corea del Sur tenga un “nuevo comienzo” como “Estado pivote global”.
Su equipo entregó personalmente una carta de Yoon a Kishida y la medida fue correspondida este mes cuando Japón envió al ministro de Asuntos Exteriores, Yoshimasa Hayashi, a la toma de posesión de Yoon con una carta de respuesta.
Tras recibir la carta, Kishida dijo que la cooperación estratégica entre Japón, EE.UU. y Corea del Sur se necesitaba “más que nunca, dado que el orden internacional basado en normas está bajo amenaza”.
Pero, incluso si los líderes de ambos países entienden el beneficio de dejar atrás el pasado, también buscarán evitar alienar a los votantes que pueden no ser tan indulgentes.
El profesor Kohtaro Ito, investigador principal del Instituto Canon de Estudios Globales, afirmó que, aunque Yoon ha dado muestras de un cambio en su enfoque –al elegir a Park Jin como ministro de Asuntos Exteriores, quien puede hablar tanto inglés como japonés y es popular en el parlamento nipón–, es poco probable que se produzca un gran avance durante el viaje de Biden.
Esto se debe a que ambos deben superar las inminentes elecciones locales: Corea del Sur tiene comicios locales en junio y Japón tiene elecciones a la cámara alta en julio. Y ninguno de los líderes querrá alejar a los votantes nacionalistas menos dispuestos a olvidar el pasado.
La barrera del nacionalismo
No es la primera vez que los dos países intentan superar sus diferencias. En 1965 firmaron un tratado que normalizaba las relaciones y que se suponía iba a solucionar algunos de los asuntos más controvertidos, incluido el de las “mujeres de confort”.
Pero Corea del Sur era entonces una dictadura militar y muchos coreanos nunca aceptaron el tratado. Para algunos, las disculpas y los acuerdos posteriores de los primeros ministros japoneses se quedaron cortos respecto a lo que consideran una reparación suficiente.
Choi Eunmi, investigadora de estudios japoneses en el Instituto Asan de Estudios Políticos, dijo que una alianza entre Japón y Corea del Sur sería vital para las esperanzas de Biden de construir una coalición. Pero, consideró que su visita haría poco para resolver estos problemas.
“Es un tema demasiado delicado y controvertido, y no hay espacio para que Estados Unidos resuelva las cuestiones”, dijo.
También que pensar en los votantes.
Revere destaca “el nacionalismo que con frecuencia determina las percepciones de esta relación y las cuestiones históricas en ambas capitales” como un factor que estropea la situación y el papel de los tribunales surcoreanos que –a través de sus sentencias sobre disputas en tiempos de guerra– “podrían hacer fracasar cualquier esfuerzo de reconciliación”.
Durante décadas, las familias de víctimas coreanas de trabajos forzados han luchado por obtener una indemnización a través de los tribunales, apuntando directamente a las empresas japonesas.
Es un asunto que ha enfurecido a Tokio, que cree que las cosas se resolvieron con el tratado de 1965. Y un tema que Yoon difícilmente puede abordar sin ser acusado de interferir en la independencia del poder judicial.
Además, Yoon comienza su único mandato de cinco años con los índices de aprobación más bajos de todos los presidentes entrantes y tiene que trabajar con un parlamento que la oposición domina.
En Japón, la generación de mayor edad y generalmente más conservadora apoya en gran medida un enfoque más duro hacia Corea del Sur y Kishida será muy consciente de ello, dijo Ito, quien añadió que la generación de mayor edad votó en un número mucho mayor que la más joven.
Sin embargo, es probable que Biden tenga un mensaje claro que podría atravesar cualquier duda política persistente que alberguen Kishida o Yoon: la importancia de las alianzas y la cooperación, como ha demostrado la invasión rusa de Ucrania.
“El presidente de EE.UU. ha sido absolutamente decisivo en la movilización de la comunidad internacional, llevando a los aliados de la OTAN y a otros para apoyar a Ucrania en su momento de necesidad”, dijo Revere.
“Qué mejor declaración sobre la importancia y el valor de la utilidad de las alianzas que lo que está ocurriendo ahora mismo”, concluyó.