Nota del editor: Gene Seymour es un crítico que ha escrito sobre música, cine y cultura para The New York Times, Newsday, Entertainment Weekly y The Washington Post. Síguelo en Twitter @GeneSeymour. Las opiniones presentadas en este artículo le pertenecen únicamente a su autor.
(CNN) – Nadie confía en mi capacidad para predecir el futuro, y menos yo. Sin embargo, me siento bastante seguro al predecir que la estrella de la WNBA Brittney Griner no cumplirá los nueve años de su condena decretados por un tribunal ruso por posesión de drogas y contrabando.
No es muy difícil imaginar que esto se haga realidad, especialmente cuando se recapitula la base de esa acusación: dos cartuchos de aceite de hachís encontrados en el equipaje de Griner en un aeropuerto de Moscú en febrero.
¿Nueve años? ¿Por dos cartuchos? La pena máxima es de 10 años, y al menos a Griner no recibió eso. Aquellos con suficiente memoria no pueden evitar pensar en las risas incrédulas que el comediante Richard Pryor provocó hace más de 40 años por el arresto del malogrado campeón de peso pesado Leon Spinks por parte de la policía de Saint Louis por poseer cocaína con un valor en la calle de… esperen… US$ 1,50. Esa cantidad, bromeó Pryor, “se derrite antes de abrir el papel” en el que está envuelta.
La situación de Griner parece casi igual de absurda, pero no es cosa de risa. Es exasperante y desgarradora para su familia, sus amigos y sus compañeras de la WNBA, muchas de las cuales, como Griner, jugaron en equipos profesionales de baloncesto femenino rusos debido a la brecha salarial entre hombres y mujeres en Estados Unidos.
He aquí otra predicción: sin embargo, y siempre que ocurra, la liberación de Griner se producirá debido a una negociación diplomática y legal, por turnos delicada y dura. Aparte de las garantías ofrecidas por el presidente Joe Biden y su administración de que están trabajando para liberar a Griner, no sabemos casi nada sobre ese proceso, más allá de las posibilidades de intercambiar rusos encarcelados en Occidente por Griner y otros ciudadanos estadounidenses encarcelados.
La diplomacia ayudará. Las redes sociales no lo harán. La indignación en Internet por la situación de Griner puede reconfortar y dar valor a su familia y amigos, pero quienes trabajan activamente por su regreso a casa ya saben que muchos comparten su dolor.
Inevitablemente, ha habido una reacción contra este apoyo a Griner, y algunos la han atacado por sus opiniones francas sobre la justicia racial y la brutalidad policial. Durante la temporada 2020 de la WNBA, ella y su compañera del Phoenix Mercury, Brianna Turner, dijeron que permanecerían en sus vestuarios durante el Himno Nacional para protestar por la muerte a tiros ese año de Breonna Taylor a manos de la policía en Louisville, Kentucky.
“Sí, estamos aquí para jugar al baloncesto”, dijo Griner en una conferencia de prensa en ese momento. “Pero el baloncesto no significa nada en un mundo en el que no podemos vivir. No podemos levantarnos y hacer lo que queramos. Salir a correr, ir a la tienda a comprar unos dulces, conducir tu auto sin miedo a que te detengan injustamente”.
Algunos han utilizado su postura como excusa para no apoyar a Griner, parafraseando a grandes rasgos: “Ella no apoya a Estados Unidos. ¿Por qué debería EE.UU. apoyarla a ella?”. Otras plataformas han dicho que está recibiendo esta atención debido a su fama, si bien su “fama” no la ha ayudado hasta ahora. Se preguntan por qué estaba en Rusia en primer lugar. (Um, ¿necesitaba trabajar?)
Pero, ¿por qué seguir? En última instancia, refuerza lo que ya he sugerido sobre la inutilidad de las redes sociales, excepto como conducto para nuestros propios sentimientos y actitudes. Nada más.
A estas alturas, solo importa una afirmación: Griner, estés o no de acuerdo con ella, es una ciudadana estadounidense. Es una de nosotros, una niña criada entre nosotros que se ha convertido en una persona con sus propias creencias, profesión, matrimonio y vida.
Merece ser considerada como tal por cualquier otro ciudadano, sean cuales sean sus creencias. Lo que no merece es que la conviertan en un peón de la agenda geopolítica de un país extranjero o, para el caso, en el sustituto de alguien por un agravio sociopolítico o un prejuicio privado.
Desahogarse, declamar, denunciar o defender: eso es lo que hacemos en este país con o sin Instagram o Twitter. Pero no olviden nunca que algo muy humano está siendo terriblemente y desgarradoramente violado por este proceso, sean cuales sean las leyes de quien sea que se hayan infringido.
Y recuerda que lo que ocurra, o no ocurra, no está bajo nuestro control, sino en manos de abogados, diplomáticos y otros como ellos que ahora no son capaces de revelar toda la historia, o tal vez nunca lo hagan, incluso si consiguen sacar a Griner.
De una cosa estoy seguro: no tardará nueve años. Esa es mi predicción, y la mantengo.