(CNN)– El compuesto psicodélico psilocibina, comúnmente conocido como “hongos” o setas mágicas, puede ayudar a las personas que luchan contra la dependencia del alcohol a controlar mejor su consumo, según un nuevo estudio.
En lo que los investigadores denominan el primer ensayo aleatorio publicado para examinar los efectos de la psilocibina en cualquier tipo de adicción, las personas que se sometieron a dos “viajes” de hongos psicodélicos con la ayuda de un psicoterapeuta redujeron “sus días de consumo excesivo de alcohol en un 83% durante ocho meses”, dijo el autor principal del estudio y psiquiatra, el Dr. Michael Bogenschutz, director del Centro de Medicina Psicodélica Langone de la NYU, en una conferencia de prensa.
Las personas que participaron en el estudio, publicado el miércoles en la revista JAMA Psychiatry, consumieron una media de siete bebidas en los días en que bebieron, dijo Bogenschutz.
“Diría que (la psilocibina) me salvó la vida”, dijo Jon Kostas, de 32 años, participante en el estudio, en la conferencia de prensa. “Mi primera reunión de AA fue a los 16 años. Tenía 25 años cuando descubrí el ensayo clínico y, para entonces, era ‘resistente al tratamiento’. Lo había intentado todo en vano”.
Al final del ensayo de ocho meses, el 48 % de los pacientes que usaron psilocibina informaron de que habían dejado de consumir alcohol por completo, según los investigadores, que recogieron muestras de pelo y uñas para confirmar los informes de abstinencia. Esto supone el doble de los que lograron abstenerse en el grupo de placebo, dijo Bogenschutz.
“Si estos efectos se mantienen en futuros ensayos, la psilocibina será un verdadero avance en el tratamiento del trastorno por consumo de alcohol”, afirmó Bogenschutz, profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York. También es asesor remunerado de varias empresas que están sacando al mercado psicodélicos.
Según los expertos, la necesidad de nuevos tratamientos para el alcoholismo es crítica. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, por sus siglas en inglés) solo ha aprobado tres medicamentos desde 1949 para tratar la enfermedad y todos tienen limitaciones, según los estudios.
Sin embargo, aunque el tratamiento “parece ayudar a un porcentaje significativo de personas”, no es una cura para todo, dijo el Dr. David Hellerstein, profesor de psiquiatría clínica en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, quien no participó en la investigación.
“Para mí, el avance más intrigante (del estudio) es que se trata de un tipo de tratamiento muy diferente al que se ha utilizado tradicionalmente para la adicción al alcohol”, dijo Hellerstein, que investiga la psilocibina para la depresión resistente al tratamiento.
“Por lo tanto, puede abrir nuevas vías para un progreso significativo con esta devastadora condición”.
Lo viejo vuelve a ser nuevo
No es la primera vez que la ciencia estudia el uso de psicodélicos para el trastorno por consumo de alcohol, definido hoy en día como la incapacidad de dejar de beber aunque cause daños físicos o emocionales al bebedor o a otros.
El psiquiatra británico Dr. Humphry Osmond comenzó a administrar LSD a alcohólicos resistentes al tratamiento en la década de 1950 y descubrió que entre el 40 % y el 45 % de los que tomaban LSD seguían sobrios después de un año. Otros investigadores replicaron sus resultados.
Durante la década de 1940 y principios de 1950, decenas de miles de pacientes tomaron LSD y otros psicotrópicos para estudiar sus efectos sobre la ansiedad por el cáncer, el alcoholismo, el trastorno por consumo de opiáceos, la depresión y el trastorno por estrés postraumático o TEPT. Los investigadores empezaron a ver los psicodélicos como posibles “nuevas herramientas para acortar la psicoterapia”.
Pero cuando los psicólogos de Harvard Timothy Leary y Richard Alpert fueron despedidos del Proyecto Psilocibina de Harvard en 1962 después de que la universidad descubriera que habían estado dando LSD a sus estudiantes, el uso de psicodélicos para la investigación comenzó a perder su brillo.
Leary comenzó a hablar públicamente, animando a los jóvenes a tomar LSD de forma recreativa. Rápidamente se convirtió en el rostro del movimiento de la contracultura de las drogas con su mensaje característico: “Enciende, sintoniza, abandona”.
El LSD ya no se administraba únicamente en la relativa seguridad de un laboratorio o de la consulta del psiquiatra, sino que empezó a protagonizar historias de terror sobre malos viajes de “ácido” en universidades y conciertos, titulares que aparecían junto a las imágenes de las protestas contra Vietnam y los asistentes a Woodstock.
En 1966, Estados Unidos prohibió el LSD y los proyectos de investigación se cerraron o se vieron obligados a pasar a la clandestinidad. Luego llegó la Ley de Sustancias Controladas de 1970, firmada por el presidente Richard Nixon.
Esta ley clasificó todos los alucinógenos, incluida la psilocibina, como drogas de la Lista I, es decir, sustancias “sin uso médico actualmente aceptado” y con una alta probabilidad de abuso.
“Los estudios se detienen en seco”, dijo Hellerstein. “Ahora estamos empezando a recuperar décadas de tiempo perdido”.
Un aumento preocupante del consumo de alcohol
En el nuevo estudio participaron 93 personas con un trastorno alcohólico diagnosticado que habían bebido en exceso al menos cuatro días en el mes anterior. Los investigadores definieron el consumo excesivo de alcohol como cinco o más bebidas en un día para los hombres y cuatro o más bebidas al día para las mujeres.
Curiosamente, esa es también la definición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. de consumo excesivo de alcohol, un problema que, según los estudios, está aumentando en el país.
Esto es especialmente cierto en el caso de las mujeres, que aumentaron en un 41% sus días de consumo excesivo al inicio de la pandemia. También hay más jóvenes que beben solos, lo que puede aumentar considerablemente el riesgo de padecer un trastorno por consumo de alcohol más adelante, según un estudio de julio de 2022.
En el nuevo estudio, un grupo de 48 personas recibió dos dosis de psilocibina con un mes de diferencia. Un segundo grupo de 45 personas recibió dos veces un placebo, difenhidramina, un antihistamínico común que también es un fuerte sedante. Cada sesión de tratamiento se realizó en presencia de un terapeuta para ayudar a procesar e integrar los pensamientos o las emociones durante un periodo de dos días.
Cada persona se sometió también a una serie de sesiones de psicoterapia durante 12 semanas que incluían técnicas motivacionales y cognitivo-conductuales destinadas a reducir el consumo de alcohol.
“La psicoterapia era una parte integral del modelo de tratamiento, por lo que no podemos hacer ninguna afirmación sobre lo que la psilocibina estaría haciendo en términos de efectos terapéuticos sin esa plataforma psicoterapéutica”, dijo Bogenschutz.
De hecho, el grupo de placebo redujo su consumo excesivo de alcohol en un 51% sólo con la intervención terapéutica, según el estudio, en comparación con una reducción del 83% en los que recibieron tanto psilocibina como terapia.
Sin embargo, el estudio no fue realmente ciego: alrededor del 95% de los participantes adivinaron correctamente si estaban tomando psilocibina o antihistamínico, dijeron los investigadores.
Esto es un problema, dijo Hellerstein, ya que las personas que participan en tales estudios tienen una fuerte expectativa de que un “viaje en un psicodélico les ayudará, por lo que es muy difícil separar los efectos de la medicación de la expectativa de una mejora importante”.
En consecuencia, puede ser un reto “demostrar que la experiencia psicodélica y el tratamiento son la causa de la mejora”, añadió Hellerstein.
Uno de los participantes en el estudio, Paul Mavis, de 60 años, de Wilton, Connecticut, pudo dejar de beber a pesar de formar parte del grupo de placebo.
Mavis le atribuye ese éxito a la terapia intensiva que recibió durante el estudio. “No he bebido, ni siquiera he tenido antojos, es extraño. Es como si no hubiera bebido en mi vida”, dijo Mavis en una conferencia de prensa sobre la investigación.
Mavis dijo que sí tomó una dosis de psilocibina, bajo supervisión, hacia el final del estudio.
“Fue una experiencia profunda, profundamente conmovedora, que alteró la mente, pero muy, muy excepcional”, dijo Mavis, añadiendo que no se apresuraría a repetirla, especialmente sin la ayuda de un terapeuta.
“No, esto fue algo muy profundo que debería hacerse bajo una seria supervisión, en mi humilde opinión”, dijo.
Como señaló Mavis, el nivel de psicoterapia utilizado en el estudio fue intensivo, algo habitual en los estudios con alucinógenos. Según Hellerstein, en futuras investigaciones se debería estudiar si se pueden conseguir resultados similares con menos terapia para que la intervención sea más escalable.
“La psicoterapia experta e intensiva en tiempo no suele estar disponible en muchos lugares y entornos”, dijo. “Si el viaje de psilocibina por sí solo conduce a la disminución del consumo de alcohol, con un apoyo psicoterapéutico muy mínimo, eso podría hacer posible extender el tratamiento mucho más ampliamente”.