(CNN) – Hay una roca gigante sobre nosotros. No se trata de una película, mucho menos de un simulacro.
Pero no te preocupes. Aparentemente, podemos encargarnos de esto. O al menos la NASA sí.
Este lunes, la nave espacial Double Asteroid Redirection Test, o DART, tiene previsto colisionar contra Dimorphos, una pequeña “luna” que orbita alrededor del asteroide Didymos, cercano a la Tierra. La gran idea de la NASA es comprobar si el uso de este tipo de equipos no tripulados para alejar del peligro a los desechos espaciales entrantes va a proteger a la Tierra en el futuro.
Es admirable, pero de alguna manera se siente un poco decepcionante después de décadas de lo que yo llamo películas de “Chicken Little”, donde la humanidad está amenazada desde arriba por el desorden cósmico que no puede ser razonado, excepto a través de medios drásticos.
Ya conocen la rutina. Alguien encuentra pruebas inequívocas de a) un asteroide, b) un meteorito, c) un cometa, d) una luna rebelde o e) un planeta entero acercándose a nosotros. ¿Quién se cree estas advertencias? Exactamente nadie, hasta que los cielos están plagados de escombros que se deslizan a gran velocidad y salen disparados del objeto que se avecina. Entonces: a) entramos en pánico, b) nos sometemos o c) hacemos volar a algunos de nuestros propios humanos hasta allí para salvarnos a todos.
Tomemos el ejemplo más reciente de este subgénero, “Don’t Look Up”. Estrenada el año pasado en los cines y en Netflix, la rebelde sátira política del guionista y director Adam McKay tiene como protagonistas a dos astrónomos de la Universidad Estatal de Michigan (Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio) que descubren un cometa que parece haber surgido de la nada y que en seis meses colisionará con nuestro planeta con la fuerza suficiente para extinguir toda la vida.
Sus conclusiones provocan inicialmente la incredulidad e incluso la burla del gobierno y los medios de comunicación. Pero una vez que la inevitabilidad se hace realidad, el mundo en general y Estados Unidos en particular se dedican a la crisis de la misma manera que parecen dedicarse a todo lo demás en el siglo XXI: narcisismo, negación y culpar a todas las personas equivocadas. Es suficiente para hacerte pensar que el mundo tal y como lo conocemos ya terminó antes de que lo haga.
El apocalipsis que se avecina siempre ha sido una metáfora viable para nuestra locura aparentemente ineludible. (Por ejemplo, ¿”Dr. Strangelove”?) Pero no siempre hemos sido tan cínicos a la hora de enfrentarnos a las catástrofes naturales desde el espacio. A principios de este siglo, éramos tan solemnes y nos sentíamos tan orgullosos de nuestra capacidad para enfrentarnos a los peligros del espacio que a veces resultaba ridículo.
En 1998, los cines tuvieron no uno, sino dos grandes éxitos de taquilla tipo “Chicken Little”: “Armageddon”, de Michael Bay, y “Deep Impact”, de Mimi Leder.
La primera, cuya amenaza era un asteroide del tamaño de Texas, era un thriller de acción abarrotado y ampuloso, que desbordaba humor y escenas aún más amplias con apenas tiempo suficiente para que el público recuperara el aliento.
La segunda película, cuya amenaza era, como en el caso de “Don’t Look Up”, un cometa, era una variación más seria, conscientemente ensamblada y mucho menos frenética sobre este tema.
Ambas películas obtuvieron buenos resultados en taquilla, aunque la épica de Bay obtuvo unos US$ 554 millones, mientras que la película de Leder, más reflexiva, recaudó unos US$ 350 millones, según el sitio web Box Office Mojo.
“Armageddon” afronta el peligro creando un par de transbordadores espaciales (¿se acuerdan de ellos?) tripulados por equipos de perforación petrolífera de primera línea, el más destacado de los cuales es Bruce Willis, metido hasta el cuello en modo John Wayne, en el papel de Harry Stamper. Le apoyan, entre otros, Billy Bob Thornton (el más genial de la sala como ejecutivo de la NASA), Steve Buscemi, Will Patton, Michael Clarke Duncan, William Fichtner, Peter Stormare (divertidísimo como el único hombre que queda en la estación espacial rusa), Ben Affleck (que sale con la hija de Willis para disgusto de su padre) y Liv Tyler (la hija).
Entonces, ¿en qué versión de la inminente extinción podemos seguir con nuestras vidas? Eso estropearía las cosas para aquellos que no hayan visto ninguna de las dos películas. Todo lo que podemos revelar es que la ciencia en “Deep Impact” es mucho más fiable que en “Armageddon”. O, para el caso, en “Don’t Look Up”. Saque sus propias conclusiones.
Por cierto, apuesto a que se preguntan si alguna vez se hizo una película de “Chicken Little”. Sí que la hubo, una película de animación digital estrenada en 2005 por Disney (sin Pixar). Esta versión comienza con el personaje del título recibiendo un golpe en la cabeza de lo que cree que es un trozo de cielo. Después de que cunda el pánico, el “trozo de cielo” es identificado como una bellota, lo que convierte a Chicken Little en un hazmerreír durante meses, hasta que encuentra una inesperada redención gracias a la caída de otro trozo más siniestro de una nave espacial alienígena. Todo lo que diré aquí es que suena mucho más interesante de lo que resultó ser la película.
Si el DART de la vida real tiene éxito en su misión, quizá podamos tranquilizarnos más cuando los asteroides se acerquen demasiado. Pero eso no significa necesariamente que las películas abandonen por completo los temas “Chicken Little”.
Después de todo, la razón por la que la frase original “¡El cielo se está cayendo!” se transmitió de generación en generación es que en algún momento la historia gira en torno a si los terrícolas creemos o, peor aún, nos importa que el desastre sea inminente.
Gene Seymour es un crítico que ha escrito sobre música, cine y cultura para The New York Times, Newsday, Entertainment Weekly y The Washington Post. Síguelo en Twitter @GeneSeymour.