(CNN) – Una parte importante del legado de Jimmy Carter no ha recibido demasiada atención, ni siquiera en medio de la reciente avalancha de homenajes al 39º presidente de Estados Unidos tras ingresar en un centro de cuidados paliativos.
Las medidas que Carter tomó durante su presidencia siguen dando forma a Estados Unidos décadas después de que dejara el cargo. Pero no le ayudaron en las urnas.
Gracias a las medidas de Carter, cientos de miles de personas que huían de la persecución tuvieron la oportunidad de llegar a Estados Unidos cuando él era presidente. Y millones más se reasentaron en Estados Unidos después de que dejara el cargo.
“Era muy consciente del costo político”, afirma el biógrafo de Carter Kai Bird, autor de “The Outlier: The Unfinished Presidency of Jimmy Carter”. Cuando se trataba de abordar cuestiones difíciles, dice Bird, Carter no rehuía a la hora de hacer lo que creía correcto.
Y ahí es donde Carter se encontró en el verano de 1979, tomando una decisión que iba en contra de lo que las encuestas decían que quería la mayoría de los estadounidenses.
La mayoría de los estadounidenses desaprobaban a Carter. Aún así, dio este paso
Las escenas al otro lado del mundo eran devastadoras.
Cientos de miles de personas que huían de la opresión gubernamental en el sudeste asiático se lanzaban al mar, y muchos se ahogaban mientras intentaban escapar.
Una crisis que comenzó antes de que Carter asumiera el cargo se volvía cada día más grave. En 1978, Carter ordenó a los barcos estadounidenses que recogieran a los refugiados que huían en barco. Un año después, el éxodo no hizo más que intensificarse.
Y mientras los líderes mundiales se reunían para debatir los principales problemas a los que se enfrentan sus países, Carter adoptó una postura drástica, al anunciar que Estados Unidos duplicaría el número de refugiados aceptados mensualmente procedentes de la región, de 7.000 a 14.000. La medida, según la prensa de la época, pretendía impulsar a otros países a tomar medidas similares.
No era políticamente popular. Como señaló el escritor Thu-Huong Ha en un artículo de 2016 para Quartz, una encuesta de CBS y The New York Times mostró que el 62% de los estadounidenses lo desaprobaba. Y una encuesta de Gallup indicaba que el 57% de los estadounidenses se oponía a que Estados Unidos flexibilizara sus políticas de inmigración para los refugiados de la región.
Carter lo hizo de todos modos.
“Estamos preparados para actuar con la compasión que tradicionalmente ha caracterizado a Estados Unidos cuando se enfrenta a estas situaciones de crisis humana”, dijo Carter en un comunicado difundido por la Casa Blanca al anunciar la nueva política. “Miles de vidas humanas están en juego”.
Su familia encontró la libertad gracias al “coraje político” de Carter
Bee Nguyen dice que es algo que su familia nunca olvidó.
“Mi madre es lo que se consideraría apolítica. Mi padre es conservador. …(El presidente Carter) fue la única persona política de la que mis dos padres hablaban con respeto y cariño, y siguen haciéndolo hasta el día de hoy”, dice Nguyen, exrepresentante del estado de Georgia.
Ese respeto, dice Nguyen, se lo ganó Carter con acciones que cambiaron el curso de la vida de sus padres.
Nguyen cuenta que sus padres huyeron de Vietnam en barco en 1978. Un pescador tailandés los rescató y pasaron meses en campos de refugiados en Tailandia.
“Mis padres arriesgaron sus vidas. Abandonaron un país en el que sufrieron la pérdida de libertades civiles, en el que mi padre fue encarcelado por su propio gobierno. Buscaban la libertad”, dice Nguyen.
La encontraron en Iowa, adonde se trasladaron en 1979.
“Solo pudieron hacerlo gracias a la valentía política del presidente Carter”, afirma.
Nguyen nació unos años más tarde, y dice que lo que oyó de Carter mientras crecía – y del entonces gobernador de Iowa, el republicano Robert Ray, que también se esforzaba por acoger a los refugiados – conformó su propia visión de Estados Unidos.
A lo largo de los años, las opiniones de los estadounidenses sobre sus responsabilidades hacia los refugiados han fluctuado. El año pasado, según una encuesta del Pew Research Center, el 72% de los estadounidenses afirmaba que acoger a refugiados de países en los que la gente intenta escapar de la violencia y la guerra debería ser un objetivo muy o bastante importante de la política de inmigración de Estados Unidos, pero las opiniones variaban mucho según el partido, la raza y la etnia.
Para Nguyen, la postura adoptada por Carter y otros políticos es tan importante hoy como lo era cuando llegaron sus padres.
“Es importante que aprendamos como país, que recordemos y comprendamos que nosotros, como nación, desde una perspectiva de valores y por ley… prometimos como nación ser un puerto seguro para las personas que huyen, para las personas cuyas vidas están en peligro”, afirma.
La fatídica decisión de Carter aquel verano de 1979 no fue el único paso que dio en esa dirección.
Carter firmó una ley que allanó el camino para que millones de personas llegaran a EE.UU.
El gélido día en que Faith Akovi Cooper pisó por primera vez Estados Unidos con su madre y sus hermanos, Carter ya no estaba en el cargo. Pero ella dice que ve una conexión directa entre el expresidente estadounidense y la vida que lleva desde aquel día de enero de 1993.
Por aquel entonces, era una refugiada que huyó de la guerra en Liberia. Gracias a una ley firmada por Carter, la Ley de Refugiados de 1980, su familia pudo trasladarse a Reston, Virginia.
La ley, firmada por el presidente Carter en marzo de 1980, creó el marco que se utiliza para ayudar a quienes huyen de la persecución en todo el mundo a buscar una vida mejor en Estados Unidos.
“Mi familia está hoy aquí gracias a esa ley”, afirma Cooper. Y ahora, como directora regional de reasentamiento, asilo e integración del Comité Internacional de Rescate en la región fronteriza del sur de Estados Unidos, afirma que es aún más consciente de la enorme repercusión que ha tenido la ley.
“Millones de personas han tenido la oportunidad de rehacer sus vidas en Estados Unidos”, afirma Cooper.
Ella era una de ellas. Reconstruir su vida en Estados Unidos incluyó seguir una carrera en salud mundial y, finalmente, trabajar para una importante organización de reasentamiento de refugiados.
Más de tres millones de refugiados han llegado a Estados Unidos desde 1980, entre ellos figuras tan conocidas como la actriz Mila Kunis, la cantante Regina Spektor y la congresista demócrata Ilhan Omar.
“Millones son estadounidenses contribuyentes que han aportado mucho a nuestras comunidades y a nuestra economía”, dijo Carter en una declaración de 2021 para conmemorar el aniversario de la ley.
Más de 125.000 refugiados del sudeste asiático huyeron a Estados Unidos inmediatamente después de la caída de Saigón, y aún más llegarían durante la presidencia de Carter. Aunque llegaron menos refugiados al año a Estados Unidos tras dejar Carter la presidencia, el programa de reasentamiento de refugiados del país creado por la ley de 1980 se convirtió en una vía muy solicitada.
La ley definió oficialmente a un refugiado como alguien con un “temor fundado de persecución”, casi triplicó el número de refugiados que Estados Unidos aceptaría y creó un proceso para ajustar ese número en casos de emergencia.
“Refugiados desesperados se ahogaban y morían expuestos a nuestras puertas, pero Estados Unidos carecía de una estructura legal para recibirlos de forma ordenada”, dijo Carter en 2021.
Aunque la anterior medida de Carter de acoger a más refugiados de Vietnam, Camboya y Laos no fue políticamente popular, la Ley de Refugiados fue aprobada en el Congreso con un apoyo casi unánime.
“Se trataba de una crisis humanitaria en la que republicanos y demócratas estaban de acuerdo. E incluso en medio de una campaña de primarias muy amarga… aún pudimos cooperar, porque el problema era tan masivo y tan importante”, recordó Stuart Eizenstat, principal asesor de política interna de Carter durante su presidencia, en una entrevista de 2019 con HIAS.
Apenas se había secado la tinta cuando surgió un desafío inesperado
Pero no pasó mucho tiempo antes de que Carter se encontrara una vez más tomando una decisión impopular.
“Fuimos desafiados casi de inmediato, con crisis que no fueron anticipadas”, dijo Eizenstat en la entrevista de 2019 con HIAS.
Una de las más significativas se desarrolló a menos de 161 kilómetros (100 millas) de las costas estadounidenses.
En abril de 1980, el entonces presidente de Cuba Fidel Castro proclamó que cualquier ciudadano cubano que quisiera emigrar a Estados Unidos podría hacerlo. ¿El truco? Debían partir del puerto de Mariel, a unos 48 kilómetros (30 millas) de La Habana. Y tenían que haber hecho arreglos para que alguien los recogiera en un barco y los llevara a Florida.
Unas semanas más tarde, al dirigirse a la convención nacional de la Liga de Mujeres Votantes en Miami, Carter señaló que Estados Unidos era un “país de refugiados” que “seguiría ofreciendo un corazón y unos brazos abiertos” a los que huían de Cuba.
La operación se conoció como el éxodo del Mariel. Carter se refirió a los barcos como “flotillas de la libertad”. Pero la cobertura mediática de los que escapaban de la opresión por la oportunidad de una vida mejor fue rápidamente ahogada por informes que afirmaban que Castro también había aprovechado la oportunidad para vaciar cárceles e instituciones psiquiátricas.
En una entrevista con CNN el primer día de emisión de la cadena, el 1 de junio de 1980, Carter se enfrentó a preguntas sobre una revuelta de refugiados cubanos en un centro de reasentamiento de Arkansas, donde se incendiaron edificios y se tomaron rehenes.
Según José Manuel García, profesor asociado de Literatura Hispánica y Estudios Latinoamericanos en el Florida Southern College, varios miles de delincuentes empedernidos llegaron a Estados Unidos durante aquel éxodo de 125.000 personas. Fue una pequeña fracción del grupo, dice García, que participó en el éxodo y escribió un libro y trabajó en un documental que comparte las experiencias de otros que hicieron el viaje.
García tenía 13 años cuando salió de Cuba con su familia. Y dice que muchos cubanos que hicieron ese mismo viaje llegaron a construir negocios de éxito y carreras en los medios de comunicación en Estados Unidos.
Pero la mala reputación de los cubanos conocidos como Marielitos arraigó firmemente, llegando incluso a ser mencionados en el comienzo de la película “Scarface” de 1983.
“Incluso años después, 40 años después, siempre que se lo cuento a alguien… lo primero que les viene a la cabeza es: ‘Viniste con esos criminales’. Esa es la imagen que ha persistido”, dice García.
Piensa en lo que le diría al presidente Carter si alguna vez se encontraran
Carter, que se presentaba a un segundo mandato, cambió finalmente su postura sobre el boatlift. Washington y La Habana acordaron que terminaría pocos días antes de las elecciones de 1980. Analistas sostienen que la gestión de la crisis por parte de Carter fue un factor que contribuyó a su derrota frente a Ronald Reagan.
Más allá del voto presidencial de 1980, es probable que hubiera otro costo a más largo plazo para los demócratas, señala el biógrafo Bird. El boatlift, según Bird, contribuyó a reforzar el panorama político conservador del sur de Florida, ya que muchos cubanos que huyeron del régimen comunista de Castro acabaron votando a los republicanos cuando se convirtieron en ciudadanos estadounidenses.
Entre los cubanoestadounidenses más conservadores, Carter no es una figura popular, dice García. Muchos consideraron que su gestión del rescate fue débil y que Castro lo manipuló fácilmente.
Pero García dice que ve el legado de Carter de otra manera.
“Era un humanitario. Y era alguien cuyo objetivo principal era: ‘Vamos a ayudar a esta pobre gente que escapa del comunismo. Quieren una vida mejor y vamos a hacer todo lo que podamos para ayudarles’”, afirma. “He tenido todas estas oportunidades gracias a que se produjo el éxodo del Mariel… y el presidente Carter estuvo dispuesto a ayudarnos a venir a Estados Unidos”.
García dice que siempre ha querido entrevistar a Carter sobre esa época. Ahora que el expresidente recibe cuidados paliativos, sabe que no es probable que tenga la oportunidad. Pero sigue pensando en lo que le diría si alguna vez se cruzan.
“Sería un honor para mí decirle: ‘Escuche, le agradezco lo que hizo por mí y por mi familia’”, dice García.
Las acciones de Carter pueden haberle costado la reelección, pero García dice que le dieron a él — y a tantos otros — la oportunidad de vivir la vida que habían soñado tener.