(CNN) – El paralizante distanciamiento político de Estados Unidos pronto podría cambiar el mundo hacia algo peor.
Casi dos años después del inicio de la guerra en Ucrania, la línea de suministro de armas y municiones de Estados Unidos corre por primera vez peligro real de colapsar, 12 meses después de que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, fuera aclamado como un héroe durante una visita navideña a Washington. La suposición que subyace tras el intento del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de borrar a Ucrania del mapa —que Estados Unidos perderá interés en la guerra— está, por tanto, a punto de validarse. Esto podría desencadenar graves consecuencias que sacudirían los cimientos del liderazgo mundial estadounidense, alienarían a los aliados y envalentonarían a los enemigos jurados de Estados Unidos.
En la Cámara de Representantes, controlada por el Partido Republicano, los republicanos de línea dura dedicados a la filosofía “Estados Unidos primero” del expresidente Donald Trump quieren cortar por lo sano con Ucrania y abandonarla a su suerte. Un grupo más amplio de republicanos en ambas cámaras del Congreso, mientras tanto, está utilizando la nueva solicitud de ayuda de US$ 60.000 millones del presidente Joe Biden para intentar forzar enormes concesiones en política de inmigración.
Se trata de la última ocasión en la que los legisladores conservadores, que carecen de mandatos para promulgar sus objetivos, mantienen las prioridades de seguridad nacional y la reputación mundial de Estados Unidos como rehenes de sus objetivos políticos internos. La Cámara de Representantes aprobó recientemente un paquete de ayuda de emergencia para reforzar la guerra de Israel contra Hamas, pero incluía recortes a la financiación del Servicio de Impuestos Internos que hicieron imposible que los demócratas del Senado y la Casa Blanca lo aceptaran. Esto se produjo después de que decenas de republicanos se negaran a votar a favor de aumentar la capacidad de endeudamiento del Gobierno en mayo. Su postura obligó al entonces presidente del Senado, Kevin McCarthy, a utilizar a los demócratas para aprobar una medida que evitara un colapso financiero mundial, lo que debilitó fatalmente su permanencia en el cargo.
¿Cuál es la lógica de estas maniobras políticas? Que la Casa Blanca acabará cediendo y capitulando ante las exigencias del Partido Republicano porque las consecuencias de no hacer nada son terribles. Pero dada la cada vez más estrecha mayoría republicana en la Cámara de Representantes, la incapacidad del nuevo presidente Mike Johnson para gobernar y el nihilismo del ala pro-Trump de la conferencia, no hay garantía de que la ayuda a Ucrania se apruebe incluso entonces.
Un terremoto geopolítico cada vez mayor
El conflicto por la ayuda a Ucrania es crítico porque el armamento estadounidense ha sido esencial para el éxito de Kyiv a la hora de repeler la brutal invasión de Putin. La supervivencia del país puede depender de que el flujo de material continúe en medio de un sangriento estancamiento.
Pero la situación tiene ramificaciones que van más allá de la existencia de una sola nación.
Si Estados Unidos permite que un país sea aplastado en una invasión ilegal, planteará graves cuestiones sobre la credibilidad de los acuerdos de defensa y estratégicos que sustentan todo el mundo occidental. Un resultado así aumentaría la posibilidad de que Putin no se detuviera en Ucrania y pusiera sus ojos en otros Estados que en su día estuvieron en la órbita de la antigua Unión Soviética, como Letonia, Lituania o Estonia. Dado que este trío está en la OTAN, una incursión rusa lanzaría a Estados Unidos a una guerra directa con una Rusia con armas nucleares y supondría el riesgo de la Tercera Guerra Mundial.
Además, el abandono de Ucrania enviaría un mensaje a los autoritarios como Putin y el presidente de China, Xi Jinping, de que se puede aplastar impunemente a los adversarios más pequeños y de que el gansterismo geopolítico tiene recompensa. Confirmaría la creencia de los adversarios estadounidenses, incluidas Rusia y China, de que una política nacional envenenada hará imposible que Estados Unidos ejerza el poder de superpotencia y proteja la democracia mundial.
Pero los partidarios de ampliar la ayuda de miles de millones de dólares más a Ucrania también tienen la obligación de explicar —de una manera más eficaz de lo que la administración ha conseguido hasta ahora— por qué continuar redunda en interés de todos los estadounidenses. Este es especialmente el caso cuando muchos votantes luchan contra los altos precios de los comestibles y los tipos de interés, sienten que su propio país va en la dirección equivocada y se preguntan por qué una guerra en el borde de Europa es asunto suyo.
Aquí es donde la posición republicana en el enfrentamiento tiene potencia política. Incluso las figuras más moderadas del Partido Republicano argumentan que el fracaso de la administración Biden a la hora de controlar la oleada de inmigrantes que cruzan la frontera sur significa que no tienen más remedio que utilizar la lucha por la financiación de Ucrania como palanca para endurecer la política de inmigración. El argumento es: si Biden no puede controlar las fronteras estadounidenses, ¿por qué intenta salvar las ucranianas?
“Estoy muy a favor de conseguir apoyo para Ucrania y apoyo para Israel, pero también reconozco que la política real de la Cámara de Representantes de Estados Unidos no dará financiación para Ucrania e Israel a menos que se asegure la frontera”, dijo este miércoles el senador republicano Mitt Romney, de Utah. “Esa es la realidad”.
Un cisma sobre la política exterior estadounidense
La disputa sobre la financiación de Ucrania es un síntoma de un profundo choque filosófico sobre el papel de Estados Unidos en el mundo que ya está en el centro de la posible revancha de 2024 entre Biden y Trump.
El actual comandante en jefe se inscribe de lleno en la tradición internacionalista de los presidentes estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial, que veían al país como un baluarte de la libertad, la democracia y el imperio de la ley internacional. Sin embargo, el credo de Trump de “Estados Unidos primero” procede del aislacionismo tradicional estadounidense. Desprecia la democracia y las alianzas en favor de la persecución de estrechos intereses nacionales y la negociación transaccional con tiranos y demagogos globales. Este cisma entre estas perspectivas probablemente significa que, incluso si el actual punto muerto sobre la financiación de Ucrania se resuelve finalmente, no es más que un anticipo de una larga disputa nacional por venir.
En el nivel más fundamental, el fin del apoyo estadounidense a Ucrania significaría que Estados Unidos estaría abandonando a un pueblo víctima de una invasión no provocada, que ha soportado dos años de matanzas y atrocidades sólo porque quiere tener derecho a elegir el destino y los líderes de su nación.
Si Washington da la espalda, mancharía el liderazgo estadounidense durante décadas, como reconoció implícitamente Biden en un apasionado discurso pronunciado este miércoles en la Casa Blanca.
“Creo que es asombroso que hayamos llegado a este punto en primer lugar”, dijo Biden. “Las fuerzas rusas están cometiendo crímenes de guerra. Así de simple. Es asombroso. ¿Quién está dispuesto a evitar que Putin rinda cuentas por este comportamiento? ¿Quién de nosotros está realmente dispuesto a hacerlo?”.
El embrollo en el Congreso ya se deja sentir en el frente ucraniano. El representante demócrata Mike Quigley, que copreside el Grupo del Congreso para Ucrania y visitó el país a principios de otoño, declaró este miércoles a Jim Sciutto, de CNN, que los soldados han tenido que “empezar a racionar sus municiones como haría cualquier ejército sensato” porque temen que el flujo de proyectiles y balas estadounidenses esté a punto de agotarse.
Un soldado, identificado sólo como Sasha dijo a Anna Coren, de CNN, en el frente: “Me temo que Ucrania no podrá resistir sin nuestros socios y aliados. Es tan simple como eso”.
¿Qué ocurre si no se detiene a Putin ahora?
En un contexto estratégico más amplio, crecen los temores sobre lo que supondría una pérdida de la ayuda estadounidense a Ucrania cuando su contraofensiva se ha estancado y cuando Putin está logrando reconstituir las fuerzas rusas maltrechas por la guerra, en parte gracias a la ayuda de otros adversarios estadounidenses como Irán y Corea del Norte. Una de las lecciones de la anexión rusa de Crimea en 2014, que no llevó a Occidente a armar a Ucrania, es que si no se detiene a Putin seguirá adelante.
El ministro británico de Asuntos Exteriores, David Cameron, defendió el jueves la continuidad de la implicación estadounidense tras reunirse con líderes republicanos en el Capitolio, señalando que el coste de detener la agresión de Putin ahora palidece en comparación con el precio que Estados Unidos podría tener que pagar más adelante.
“Si Putin consigue una victoria, no será el final de todo esto. Estuve en Tiflis, Georgia, en 2008, cuando tomó parte de ese país y advertí que esto ocurriría”, dijo Cameron, que anteriormente fue primer ministro. “Y ahora ha ocurrido en Ucrania. Y si dejamos que gane en Ucrania, la próxima vez será en otro sitio, y no será sólo el dinero estadounidense. Eso es un riesgo. Podría ser un país de la OTAN, así que podrían ser vidas estadounidenses”, dijo Cameron en la conferencia del Foro de Seguridad de Aspen en Washington.
La pérdida de Ucrania no sólo repercutiría en Europa. En Asia, donde Estados Unidos se enfrenta a las implicaciones de una China en ascenso, la conclusión de que Estados Unidos abandona a sus amigos podría cambiar los cálculos de Beijing a la hora de sopesar si utilizar la fuerza militar para capturar Taiwán. Y un debilitamiento de la determinación estadounidense podría llevar a los aliados de la región y de Oriente Próximo a dudar de sus garantías de seguridad y a plantearse si buscar su propia red de seguridad nuclear.
El senador republicano Jim Risch, de Idaho, se refirió a este punto, también en el foro de Aspen de este jueves, cuando dijo: “Si efectivamente Estados Unidos no respalda a Ucrania, me preocupa lo que pensarían nuestros enemigos, pero me preocupa mucho más lo que pensarían nuestros aliados”. Risch, que forma parte de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, añadió: “(Si) dicen: ‘No podemos contar con Estados Unidos, tenemos que tener armas nucleares’, realmente creo que un incumplimiento en Ucrania desencadenaría la mayor carrera nuclear del planeta que jamás hayamos visto”.
La oposición a seguir armando a Ucrania a menudo no se basa en una reflexión tan profunda.
Entre algunos republicanos, a menudo parece estar motivada por la política. Trump parece estar todavía dolido por su primer juicio político en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que se desencadenó cuando trató de presionar a Zelensky para que abriera una investigación sobre Biden.
Sin embargo, el nuevo presidente de la Cámara ha planteado algunas cuestiones válidas. Johnson quiere saber a dónde han ido a parar los miles de millones ya gastados. Y quiere conocer el plan de la administración para poner fin a la guerra. Sin embargo, la situación en Ucrania no se presta a respuestas claras. Putin quiere esperar más que Estados Unidos. Y el único objetivo final para Ucrania bajo un ataque tan despiadado es la supervivencia, dure lo que dure.
El precandidato republicano a la Presidencia Vivek Ramaswamy ha hablado en nombre de muchos escépticos del Partido Republicano respecto a Ucrania mientras intenta encauzar el aislacionismo en la base del partido. Compara el apoyo de Estados Unidos al país con las desventuras “neoconservadoras” en Iraq y Afganistán, en un intento de aprovechar el cansancio de los votantes con las largas guerras en el extranjero. Y ello a pesar de que no hay tropas estadounidenses combatiendo en Ucrania.
“Estamos desembolsando más dinero de los contribuyentes para que algún cleptócrata ucraniano pueda comprarse una casa más grande”, dijo Ramaswamy en un furioso intercambio en Fox News este jueves, cuando le preguntaron por qué se sentiría cómodo “entregando” Europa del Este a Rusia.
Los argumentos de Ramaswamy pueden funcionar en un debate. Pero ignoran consideraciones estratégicas fundamentales.
Y tampoco responden a la conmovedora pregunta planteada por Sasha, el soldado ucraniano en primera línea. “Si dejamos que Ucrania se vaya, si dejamos que Putin gane, ¿quién se sentirá seguro? Nadie”.