Hugh Grant y Martine McCutcheon en "Love Actually" (2003), la mejor o la peor película navideña de la historia, según a quién le preguntes.

(CNN) – Según la trama de casi todas las comedias románticas más queridas —e incluso algunas no tan populares—, el amor y las fiestas navideñas van de la mano.

Esa debe ser la razón por la que existen tantas películas de este género con temática de Navidad, desde las favoritas de culto como “The Holiday” hasta las de Netflix como “The Knight Before Christmas”.

Y luego está “Love Actually”, el debut de Richard Curtis como director en 2003, quien acababa de escribir éxitos como “Notting Hill” y “Bridget Jones’s Diary”. Aunque la película recibió críticas variadas en el momento de su estreno, “Love Actually” se ha consolidado desde entonces como el canon de las comedias románticas navideñas, al punto de que acaba de reestrenarse una versión restaurada en 4K para entretenimiento en casa y regresará a algunos cines para su aniversario número 20.

“Love Actually” es una historia extensa, con nueve subtramas diferentes que se desarrollan a lo largo de 2 horas y 15 minutos, en las que se explora el amor en todas sus formas. Hay un esposo que tal vez es adúltero, una escritora solitaria, un viudo afligido, un idiota con mala suerte en el amor, una estrella de rock fracasada, un primer ministro adorable, y lo que parecen ser decenas de tropos estereotipados más, todos recorriendo a tientas este viaje de amor con el telón de fondo de unas Navidades con nieve.

Sin embargo, la película ha estado bajo un escrutinio cada mayor, y ha recibido críticas por su humor (los chistes sobre gordos son implacables) y por su minimización de los personajes femeninos.

En 2013, Lindy West, autora de “Shrill: Notes from a Loud Woman”, que luego se adaptó a una serie de Hulu, dijo: “La lección moral central de Love Actually: cuanto menos habla una mujer, más adorable es”.

“Toda esta película son solo hombres blancos heterosexuales actuando sobre mujeres que creen que ‘merecen’”, escribió West. “Toda la película son solo hombres haciendo cosas”.

Aun así, la producción sigue siendo esencial para muchas personas, sobre todo para quienes crecieron con ella. Y hay momentos encantadores en la película, que parecen encapsular todo el punto: el amor, en realidad, está a nuestro alrededor.

Sin embargo, 20 años después de su estreno, algunas partes de la película parecen anticuadas, algo que el propio Curtis mencionó el año pasado.

“Hay cosas que uno cambiaría”, dijo. “Pero gracias a Dios la sociedad está cambiando. Mi película se siente anticuada en algunos momentos. La falta de diversidad me hace sentir incómodo y un poco estúpido”.

Con motivo del aniversario número 20 de la película y de su reestreno, estos son los momentos incómodos que no han envejecido bien.

Toda la trama de Colin

Elisha Cuthbert, January Jones, Kris Marshall e Ivana Milicevic hablan de cómo las mujeres sólo tienen una pequeña cama, por lo que el personaje de Marshall tendrá que compartirla con las tres. Sí, de verdad.

Colin, interpretado por Kris Marshall, se presenta al público por primera vez durante la secuencia de títulos. Una de sus primeras frases la dice mientras reparte el desayuno a las mujeres de un edificio de oficinas: “Prueba mis deliciosas nueces”, bromea con una sonrisa irónica. A otra mujer le dice: “Buenos días, mi futura esposa”.

Esas dos frases bastan para que cualquier espectador se sienta incómodo. Pero hay más. Colin se siente frustrado porque dice que las mujeres británicas son demasiado difíciles de complacer, así que se va a Estados Unidos, donde aparentemente las mujeres estarán encantadas con su acento inglés y él no tendrá que trabajar. Nos gustaría saber más de su historia, pero eso es todo.

Al final de la película, lo vemos aterrizar en un bar de Milwaukee y, más tarde, llevarse a Inglaterra a una mujer alta y rubia. No sabemos nada más de ninguno de los dos personajes, aparte de que él está cachondo y a ella le gustan los acentos británicos.

El beso de Juliet al mejor amigo de su esposo

Juliet (Keira Knightley) besa a Mark (Andrew Lincoln) por alguna razón desconocida.

Al principio de la película, vemos a Juliet (Keira Knightley) casarse con Peter (Chiwetel Ejiofor, uno de los únicos actores negros de la película). Parecen muy felices, y una banda toca una interpretación de “All You Need Is Love” de The Beatles. Y viven felices para siempre.

Pero entonces, indescriptiblemente, el padrino de Peter, Mark (Andrew Lincoln), entra en la historia. Después de ver un video de la boda que Mark grabó y que consiste en unos extraños primeros planos de la cara de Juliet, ella se da cuenta de que Mark está enamorado de ella, a pesar de tratarla con el tipo de desprecio que suele ejercer un suegro enfadado (“Pero si nunca me hablas”, dice ella. “No te agrado”). Y nosotros, el público, tampoco sabemos muy bien por qué de repente parece quererla después de que ella se casa con su mejor amigo, o por qué tenía que actuar de una manera tan rara al respecto.

Todo esto culmina en la icónica escena en la que él se presenta en su puerta con tarjetas, básicamente profesándole su amor. En teoría, y quizás en aquel momento, este gesto pretendía ser romántico. Pero, ¿qué tipo de persona va detrás de la esposa de su mejor amigo y le dice que la quiere, sobre todo después de filmar una película dedicada a ella?

Eso ya es bastante raro. Y sin embargo, por alguna razón, cuando se va, Juliet lo persigue hasta la puerta (¡ten un poco de vergüenza, chica!) y lo besa, con los ojos brillantes y llenos de lujuria.

Luego corre hacia su casa, para volver con su marido (el cariñoso Peter, del que no hemos vuelto a saber nada desde la boda). Nunca sabemos si él se entera de esta traición absoluta a la confianza, aparentemente todo por el espíritu de la temporada, a pesar de que Mark proclama: “En Navidad, se dice la verdad”.

“¿Con quién hay que tener sexo aquí para conseguir una galleta de chocolate?”, dice el primer ministro

Hugh Grant interpreta al primer ministro que se siente atraído por Natalie y lo maneja de una forma muy profesional intentando que la despidan.

Ah, sí, un poderoso líder mundial (Hugh Grant) hablando de tener sexo con alguien por una galleta de chocolate. La frase es suficiente para provocar una mueca de dolor, pero entonces, por supuesto, Natalie (Martine McCutcheon) entra y todo el mundo se da cuenta de que, sí, ella es la persona con la que te tocaría tener sexo.

Aunque la naturaleza real de su noviazgo es una de las peores pesadillas de recursos humanos (como muchas relaciones en comedias románticas, para ser justos), hay otro momento, más adelante, en el que la secretaria del primer ministro se refiere a Natalie como “la chica gordita” con “muslos enormes”. Por desgracia, no es el único chiste sobre gordos que se hace a costa de Natalie.

Sin embargo, este en particular ocurre cuando el funcionario electo más poderoso de Inglaterra intenta preguntar si la secretaria puede despedir a Natalie, porque aparentemente él no puede dejar de pensar en sus “enormes muslos”. Nótese que Natalie no ha hecho nada malo aquí, aparte de existir simplemente.

De algún modo, después de que ella deja el trabajo, los dos acaban juntos.

Cuando Jamie Bennett le pide matrimonio a Aurélia

El personaje de Colin Firth en plena propuesta de matrimonio, con toda la familia y la comunidad de Aurélia detrás.

Cuando el personaje de Colin Firth le propone matrimonio al de Lúcia Moniz, se supone que es un momento de triunfo. Él se presenta en su casa, hablando un portugués rebuscado, y lo llevan al empleo actual de ella, donde ella está literalmente trabajando, y él le propone matrimonio, todavía en un portugués deficiente. Todo el mundo aplaude.

Esto podría ser dulce si no fuera por el hecho de que los dos personajes se conocieron cuando Jamie no sabía hablar portugués y Aurélia no sabía hablar inglés. Se comunicaban levantando las cejas y con miradas disimuladas. Eso puede bastar para una aventura de una noche, pero ¿para un matrimonio?

Entonces él se va por su cuenta, aprende el idioma, vuelve y le propone matrimonio. ¿Qué hay de malo en cenar y ver una película? Y todavía no está muy claro por qué se gustan. ¡Ni siquiera podían mantener una conversación!

Sarah avergonzada por elegir a su hermano antes que a un ligue

Laura Linney interpreta a Sarah, quien se enamora lentamente de Karl.

Sarah, interpretada por Laura Linney, está enamorada de Karl, a quien interpreta Rodrigo Santoro, el director creativo de la empresa de diseño gráfico en la que trabaja. Le seducen su pelo oscuro y su mirada sensual, y de repente los dos se enredan en la cama.

Es entonces cuando Michael, el hermano de Sarah, que está hospitalizado en un psiquiátrico, la llama. Sarah responde su teléfono y prefiere atender a su hermano y a sus necesidades antes que las de ella.

Se puede argumentar que esto también es un tipo de romance. Pero al final de la película, Sarah se queda sin pareja, con un manso “Feliz Navidad” de Karl para hacerle compañía. ¿Por qué Karl no podía entender que su hermano la necesitaba? ¿Por qué Sarah no podía tener las dos cosas? ¿Por qué tiene que elegir entre su hermano enfermo mental y un hombre guapo?

Estas preguntas siguen sin respuesta. Es cierto que no todo el mundo es feliz para siempre. Pero la escena casi sexual entre Sarah y Karl da la sensación de que Sarah está siendo castigada por cuidar de su hermano, lo que supone un duro golpe para una pareja por lo demás dulce.

John toca los pechos de Judy, aunque sea profesionalmente

Martin Freeman y Joanna Page, cuyos personajes se conocen al interpretar a dos dobles en una escena de sexo.

Es para la “iluminación”, dice el ayudante de producción, para que el equipo sepa “cuándo vamos a ver los pezones”.

John, interpretado por Martin Freeman, y Judy, interpretada por Joanna Page, son dobles en un set de cine, que se conocen mientras hacen escenas de sexo de una película. Lo que significa que nosotros, el público, asistimos a la simulación de sexo entre John y Judy mientras mantienen una charla muy incómoda.

La yuxtaposición da lugar a algunos momentos divertidos. Pero en esta escena en concreto, Judy recibe instrucciones de quitarse la camiseta, mientras John le toca los pechos por detrás, calentándose las manos con el aliento antes de hacerlo. “Te prometo que no miraré”, dice él, tan respetuosamente como puede dada la situación. (¿Dónde está el coordinador de intimidad?)

“Y masajéelas, por favor”, dice un ayudante. Freeman parece brevemente dolido. (Todos lo estábamos).

A pesar de todo el disgusto, “Love Actually” persiste en parte como reliquia de un tiempo pasado, pero también como recordatorio del amor en las fiestas. A principios de este año, Variety señaló que la película tiene poco sentido, pero eso forma parte de su encanto.

“Es una locura, pero la vida real también lo es”, escribió el periodista Stephen Rodrick. “Es desordenada y está llena de bichos raros como Mark y Colin Frissell. Siempre habrá gente buena, como Sarah y Joe, que dan mucho más de lo que reciben. Y, sin embargo, nos abrimos paso entre las fiestas navideñas y el tráfico del Grove para llegar a casa con la gente que queremos, por muy chiflados que estén o por mucho daño psicológico que tengan. Nos salvamos unos a otros”.

Mucha gente piensa lo mismo, de ahí su reestreno. Quizá esa sea la mayor lección que nos enseña “Love Actually”: cuando amas algo, lo amas con todas sus imperfecciones.