Los aliados republicanos de Trump tumbaron el martes el proyecto de ley de fronteras... y con él, la ayuda a Ucrania. Crédito: Mathieu Lewis-Rolland/Getty Images

Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) –  Cuando Donald Trump asumió la presidencia en 2017, los rusos descorcharon champán por todo Moscú, en secreto y en público. Creían que la victoria de Trump sería beneficiosa para el Kremlin. Hoy, el champán debe estar fluyendo de nuevo. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ni siquiera tuvo que esperar hasta las elecciones de 2024 y el posible regreso de Trump a la Casa Blanca para tener motivos de celebración.

Trump ya está demostrando ser fantásticamente útil para Putin.

El expresidente y sus seguidores de MAGA están preparando un regalo inestimable para el líder ruso justo a tiempo para el segundo aniversario de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Putin.

Cada día que pasa parece que van a obligar a Estados Unidos a faltar a su palabra y prácticamente abandonar Ucrania, junto con otras regiones devastadas por la guerra y la defensa del Indo-Pacífico.

Por un momento, pareció que el Congreso estadounidense se comportaría de forma responsable. Resultaba extraño que la ayuda urgente a Ucrania se incluyera en un proyecto de ley de seguridad fronteriza. Pero el proyecto de ley, minuciosamente negociado y que contenía casi todo lo que los republicanos habían exigido para hacer frente a una crisis en la frontera, fue hundido repentinamente por los aliados republicanos de Trump.

No importa que los activistas de MAGA hayan pasado años sugiriendo que nada importaba más que controlar la frontera. No importa que la legislación busque imponer las restricciones más duras en décadas. No importa que incluya el apoyo que Ucrania necesita para luchar en una guerra que es de vital importancia para Estados Unidos y sus aliados, junto con la financiación de la guerra de Israel contra Hamas, la ayuda humanitaria para Gaza y la financiación de operaciones en el mar Rojo, donde los hutíes respaldados por Irán están lanzando misiles contra barcos y cerca de Taiwán, la isla autogobernada reclamada por China.

No, el proyecto de ley fue declarado muerto por los aliados de Trump porque el expresidente decidió que no le convenía.

Trump ha dejado claro que quiere caos en la frontera, para así poder hacer campaña sobre el tema, culpando a Biden. Resolverlo, dijo, sería un “regalo” para los demócratas.

Para Trump, cuanto peor estén las cosas en Estados Unidos, mayores serán sus posibilidades de capitalizar el descontento y presentar al gobierno de Biden como un fracaso. Por eso ha dicho que espera que se produzca una recesión, un “colapso” económico, antes de que acabe el año.

Es una táctica asombrosamente cínica para un hombre que intenta convencer a los votantes para que lo pongan al mando. Puede que funcione o no en las urnas, pero ya está convirtiendo la formulación de políticas en un lío deliberadamente contraproducente. Por increíble que parezca, espera que sus partidarios en el Congreso voten en contra de proyectos de ley que creen que beneficiarían a su país. Es lo contrario del patriotismo.

Los aduladores de Trump en el Congreso se alinearon rápidamente incluso antes de ver el proyecto de ley sobre la frontera. Y después de que amenazara a cualquiera que lo apoyara con el “fin de su carrera”, muchos republicanos que podrían haber querido apoyarlo se desentendieron silenciosamente.

El senador Brian Schatz (D-HI) se declaró “estupefacto” por el resultado. Los republicanos consiguieron todo lo que pedían, escribió en X, y luego “lo mataron”.

Salvo un milagro, la legislación está condenada y con ella, muy probablemente, las perspectivas de una ayuda sustancial de Estados Unidos a Ucrania.

Imagínense la alegría en Moscú.

El director de la CIA, Bill Burns, describió a principios de año el abandono de Ucrania como un error de “proporciones históricas”.

La exrepresentante republicana Liz Cheney señaló las repercusiones a largo plazo. “Por orden de Trump”, escribió en X, los republicanos no solo están descartando el acuerdo de seguridad fronteriza: también están abandonando a los aliados de Estados Unidos en Ucrania. “Trump y el (Partido Republicano) están perdiendo la guerra a propósito en una traición inexcusable que fortalecerá a los enemigos de Estados Unidos en los próximos años”, añadió.

Las maquinaciones de Trump y sus aliados están convirtiendo a Estados Unidos en una fuerza más débil y menos respetada en el mundo. El país parece disfuncional y poco fiable, incapaz de resolver sus problemas y de mantener su palabra incluso en asuntos de máxima urgencia.

Si la principal razón de Trump para sabotear el acuerdo de seguridad fronteriza es el perpetuar un problema que perjudica a Biden, perjudicar a Ucrania y ayudar a Rusia no va precisamente en contra de lo que nos ha contado sobre sus puntos de vista.

No es solo que le haya resultado tan difícil expresar cualquier crítica a Putin, o que cuando Putin lanzó su invasión a gran escala de Ucrania en 2022 Trump se deshiciera en elogios, calificando las maniobras de Putin de “genio… ¡bastante inteligente!”. (Aunque más tarde condenó la invasión, culpando de algún modo a Biden por ello).

Cuando el año pasado le preguntaron en un foro de CNN si quería ver ganar a Ucrania, esquivó la pregunta, jactándose de que pondría fin a la guerra “en un día; 24 horas” y quejándose de que Estados Unidos estaba dando demasiada munición a Kyiv.

La declaración fue interpretada casi universalmente como una señal del fin del apoyo estadounidense, seguido de presiones a Ucrania para que cediera tierras a los invasores rusos si llegaba a la presidencia.

El presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, calificó las declaraciones de Trump de “muy peligrosas”.

Con una señal no demasiado sutil de que se facilitaría el camino a una victoria de Putin si gana Trump, hay pocos incentivos para que Putin dé por terminada la guerra a corto plazo.

Los partidarios del apoyo a Ucrania (y a Israel) no se dan por vencidos. El Senado logró aprobar un proyecto de ley que incluye ayuda para los dos países, pero su futuro en la Cámara de Representantes está en duda.

El apoyo occidental a Ucrania no es desinteresado. Los miembros de la OTAN, especialmente los anteriormente sometidos por Moscú, creen que si Ucrania pierde, Rusia se sentiría con valor para atacarlos. Esta misma semana, una evaluación del servicio de inteligencia de Dinamarca concluyó que es muy probable que Rusia pretenda utilizar la “fuerza militar” contra la OTAN. Moscú, decía, quiere aumentar su presencia en el mar Báltico y ha aumentado su disposición a asumir riesgos. Trump, un escéptico de la OTAN, ha puesto en duda su voluntad de que Estados Unidos defienda a sus aliados de la OTAN.

Esta es la Rusia que algunos seguidores de Trump están abrazando. Tucker Carlson, el antiguo provocador de Fox caído en desgracia, está ahora en Moscú entrevistando a Putin. Los medios rusos le están dando un tratamiento de celebridad impresionante. No es de extrañar. Carlson, a quien Trump ha dicho anteriormente que consideraría como posible vicepresidente, repitió como un loro los temas de conversación inventados por Putin para justificar su invasión de Ucrania, al igual que otros miembros de los medios de comunicación de ultraderecha de MAGA.

Mientras Trump hace fracasar la ayuda, la otrora aclamada resistencia ucraniana a los invasores rusos se tambalea. Los ucranianos siguen luchando valientemente y logrando algunas victorias espectaculares, pero se están quedando rápidamente sin munición. La falta de reposición de su arsenal está causando más bajas.

Cabe afirmar que están muriendo más ucranianos como consecuencia del vergonzoso giro de los acontecimientos en el Capitolio.

Los ucranianos están aumentando su producción de drones y piezas de artillería, y Europa está tratando de llenar el vacío. La Unión Europea acaba de aprobar una ayuda adicional de US$ 50.000 millones; Países Bajos acaba de comprometerse a enviar más aviones de combate, y los países europeos se apresuran a ampliar la producción, pero eso lleva su tiempo.

Estados Unidos posee, con diferencia, el mayor arsenal militar del mundo. Sin la ayuda de Washington para una democracia incipiente que se enfrenta al que posiblemente sea el más agresivo de los enemigos de Estados Unidos, Rusia podría salir victoriosa.

Para Estados Unidos, sus aliados democráticos y la estabilidad mundial, eso tendría consecuencias incalculablemente perjudiciales.

Para Putin y su régimen, ninguna cantidad de champán sería suficiente para hacer justicia a la importancia de esa victoria.