(CNN) – Astrónomos avistaron un signo inusual de que una estrella muerta se alimentó de un fragmento de un planeta que orbitaba a su alrededor. Se trata de una cicatriz metálica en la superficie de la estrella. La revelación arroja luz sobre la naturaleza dinámica de los sistemas planetarios incluso en las etapas finales del ciclo de vida de una estrella, y según los científicos, podría presagiar el destino eventual de nuestro propio sistema solar.
Los planetas se forman a partir de remolinos de gas y polvo llamados disco protoplanetario que rodea a una estrella recién formada. Pero a medida que la estrella envejece y muere, el objeto estelar puede consumir los mismos planetas y asteroides que ayudó a crear.
Los astrónomos observaron una estrella muerta, conocida como una enana blanca, ubicada a unos 63 años luz de la Tierra utilizando el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral en Chile. La observación reveló una característica metálica en la superficie de la estrella que los investigadores determinaron que estaba relacionada con un cambio detectado en el campo magnético de la estrella. Un nuevo estudio que detalló la observación apareció este lunes en The Astrophysical Journal Letters.
“Es bien sabido que algunas enanas blancas —brasas que se enfrían lentamente de estrellas como nuestro Sol— están canibalizando fragmentos de sus sistemas planetarios. Ahora hemos descubierto que el campo magnético de la estrella juega un papel clave en este proceso, lo que resulta en una cicatriz en la superficie de la enana blanca”, dijo el autor principal del estudio, el Dr. Stefano Bagnulo, astrónomo del Observatorio y Planetario de Armagh en Irlanda del Norte, en un comunicado.
La enana blanca, llamada WD 0816-310, es un remanente del tamaño de la Tierra de una estrella que alguna vez fue como nuestro sol pero más grande. El objeto estelar adquirió una marca oscura notable en su superficie, que resultó ser una concentración de metales.
“Hemos demostrado que estos metales provienen de un fragmento planetario tan grande como o posiblemente más grande que Vesta, que tiene unos 500 kilómetros de diámetro y es el segundo asteroide más grande del Sistema Solar”, dijo el coautor del estudio Jay Farihi, profesor de astrofísica en University College London, en un comunicado.
Una conexión magnética
Mientras trabajaban con el Very Large Telescope, el equipo confió en su instrumento FORS2, considerado como un instrumento “navaja suiza” por los investigadores, para determinar cómo el metal se convirtió en parte de la estrella. FORS2 es el acrónimo de Focal Reducer/low dispersion Spectrograph 2.
Mientras los astrónomos observaban la estrella, notaron que la concentración del metal que detectaron cambiaba mientras la estrella rotaba. En lugar de estar disperso en la superficie de la estrella como predice la teoría astronómica, el metal estaba concentrado en una sola área, dijo el coautor del estudio John Landstreet, profesor emérito de física y astronomía en la Universidad Western en Canadá, en un comunicado.
La fuerza de la detección del metal también coincidió con los cambios observados en el campo magnético de la estrella, lo que llevó al equipo a determinar que la cicatriz metálica estaba ubicada en uno de los polos magnéticos de la estrella.
El campo magnético de la estrella atrajo los metales hacia la estrella, lo que condujo a la presencia de la cicatriz, sugiere el hallazgo.
“Esta cicatriz es un parche concentrado de material planetario, mantenido en su lugar por el mismo campo magnético que ha guiado los fragmentos que caen”, dijo Landstreet, también afiliado al Observatorio y Planetario de Armagh. “Nunca se ha visto algo así antes”.
Una estrella peculiar
Observaciones anteriores de enanas blancas han mostrado que las estrellas muertas tienen superficies dispersas con metales. Es probable que las características metálicas provengan de planetas o asteroides que se acercaron demasiado a la estrella, al igual que los cometas que vuelan cerca del sol en nuestro sistema solar.
Pero WD 0816-310 presenta un escenario completamente diferente orquestado por el campo magnético de la estrella. El proceso es similar a cómo las auroras crean exhibiciones brillantes cerca de los polos de la Tierra cuando partículas energéticas del sol chocan con la atmósfera terrestre.
Los autores del estudio dijeron que sus observaciones muestran las acciones dinámicas que pueden tener lugar dentro de otros sistemas planetarios, incluso después de que la estrella anfitriona muere.
En unos 5.000 millones de años, se espera que nuestro sol se convierta en una enana blanca. Pero primero, el orbe dorado se convertirá en una gigante roja, hinchándose y expandiéndose mientras libera capas de material. Las gigantes rojas se forman cuando las estrellas han agotado su suministro de hidrógeno para la fusión nuclear y comienzan a morir.
Como gigante roja, es probable que el sol evapore los planetas internos del sistema solar, como Mercurio y Venus, aunque el destino de la Tierra sigue siendo incierto, según la NASA.