Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton y autor de “La feroz urgencia del ahora: Lyndon Johnson, el Congreso y la batalla por la gran sociedad”. También es el coanfitrión del podcast “Politics & Polls”. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – El presidente Donald Trump tiene una presidencia de doble vía. La semana culminó con un choque entre dos historias importantes que afectan su presidencia.
En el momento exacto en que el recorte masivo de impuestos corporativos alcanzó la votación final en el Senado, pasando con éxito en la oscuridad de la noche por un estrecho margen de 51 a 49, Estados Unidos también supo que el exasesor de Seguridad Nacional Michael Flynn se declaró culpable de mentirle al FBI sobre su contacto con Sergey Kislyak, entonces embajador ruso en los Estados Unidos. También, que un “miembro superior” del equipo de transición (según los informes, sería el yerno de Trump, Jared Kushner) le había dicho a Kislyak que deseaba contactarse con él a fin de conocer más de la votación de la ONU con respecto a los asentamientos israelíes.
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La convergencia de estas dos historias fue un poderoso recordatorio de la presidencia de dos vías que el presidente Trump está tratando de llevar a cabo, y los riesgos que los republicanos toman cada día al aceptar la parte que consideran más atractiva.
En una vía, el gobierno ha perseguido agresivamente una agenda desrreguladora procorporativa para liberar a las instituciones financieras y comerciales de la mayor intrusión federal posible, ya sea que eso signifique recortar drásticamente los impuestos corporativos o desmantelar poco a poco las regulaciones de la era Obama para frenar el cambio climático y la malversación financiera.
El presidente también se mueve rápida y furiosamente, sobre todo con decretos, para acelerar los esfuerzos que frenan la inmigración ilegal y la prohibición de beneficios para muchos refugiados. Pese a todas las quejas de los republicanos sobre lo que pasa en la Casa Blanca, esta ha sido una agenda que tiene contenta a gran parte del Partido Republicano. Lo cierto es que, pese a todo lo que se dice acerca de que Trump es “antisistema”, encaja bien con la dirección en que se ha manejado el Partido Republicano en los últimos años.
Luego está la segunda vía: el escándalo de Rusia. No desaparecerá la investigación del abogado especial Robert Mueller sobre la relación de Rusia con la campaña y el gobierno de Donald Trump, así como la posibilidad de que este obstruyera la justicia cuando despidió al director del FBI James Comey. Cada vez que los medios tocan el tema, aparece una nueva historia explosiva sobre otra acusación o más evidencias de que los funcionarios del gobierno de Trump no habían sido sinceros con las autoridades federales.
Aunque al presidente le gusta echarle la culpa de estas historias a los medios que él llama “fake news” (noticias falsas), la verdad es que la mayoría de ellas han salido de la investigación y giran en torno a la revelación de errores y mentiras por parte de los funcionarios de Trump sobre las relaciones con Rusia. En base a las revelaciones de este viernes y una historia en The New York Times que apunta a más pruebas de cómo el presidente Trump acudió a los republicanos para detener la investigación durante el verano, es probable que este alboroto solo se intensifique en los próximos meses.
El escándalo es doblemente problemático para los republicanos en el Congreso, cuando se recuerda el resto del comportamiento del presidente Trump que ha llevado a este gobierno a aguas peligrosas. Dos muestras: los insultos provocativos hacia líderes extranjeros y sus retuits de videos antimusulmanes.
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¿Es posible que el presidente Donald Trump siga avanzando en su agenda política si el escándalo empeora? ¿Pueden los presidentes gobernar en dos pistas?
No es fácil. Para asegurarse de que el presidente Bill Clinton siguiera trabajando en cuestiones domésticas en 1998, cuando los republicanos de la Cámara armaban una acusación en su contra por perjurio y obstrucción a la justicia, él mismo impulsó una iniciativa para ayudar a las familias trabajadoras a obtener cuidado infantil. Clinton también promovió la declaración de derechos del paciente que protegía a 85 millones de estadounidenses bajo los planes de salud federales.
Los estadounidenses que vivieron esa época recordarán la cobertura en los medios dividida: una parte, el presidente explicando su decisión de emprender una acción militar contra Iraq por violar las sanciones de la ONU, mientras que la Cámara votó para acusarlo. Sus críticos compararon el momento con la película de 1997 “Wag the Dog”, en la que una administración fabricó una guerra falsa para desviar la atención del escándalo sexual de un presidente.
Aunque el presidente Richard Nixon estaba claramente en mal estado al final del Watergate, durante la mayor parte del tiempo, entre el verano de 1972 y agosto de 1974, aún era capaz de gobernar y avanzar con una serie de temas importantes. En 1973, firmó los Acuerdos de Paz de París que pusieron fin a la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y ayudó a garantizar una resolución a la guerra árabe-israelí de Yom Kippur.
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El presidente Donald Trump tiene algunas ventajas sobre sus dos antecesores que podrían facilitar que siga gobernando, incluso si el escándalo se vuelve más grave aun. Lo más importante, Trump depende mucho menos del Congreso, el recorte de impuestos es una excepción, y se siente más hábil usando el tipo de poder que no requiere ningún tipo de apoyo político. Él también gobierna en un momento de intensa polarización partidista. Como hemos visto, los republicanos están dispuestos a respaldar a un republicano, sin importar cuán inestable sea este, porque ven esto como una mejor opción que la posibilidad de un demócrata.
También es un presidente notablemente desafiante frente a las noticias políticas perjudiciales. Parece creer fundamentalmente en su propio mundo de hechos alternativos y se siente cómodo para seguir adelante con su plan, independientemente de lo que la gente piense sobre de su estilo de hacer las cosas o su ética. Esta disposición, al menos en el corto plazo, puede darle algo de protección para ir por los asuntos que le importan, más allá de la confusión que paralice a otros líderes. Para apoyarlo, disfruta de un medio conservador vibrante y robusto con programas como “Fox & Friends” y sitios web como Breitbart que continuarán ofreciéndole un fuerte apoyo.
Pero el escándalo es costoso y los republicanos no deberían ser engañados. Sabemos, a partir de los tuits de Trump, sus declaraciones públicas y los informes de noticias de sus conversaciones privadas, que este escándalo le ha molestado. También se conoce de la presión que ejerció sobre los congresistas republicanos y de la decisión de despedir a James Comey.
La presidencia de doble vía recuerda constantemente a los republicanos en el Congreso el continuo alto riesgo que enfrentan ante lo que haga su fiera, la casi ciega lealtad partidista que les permite apoyar al presidente, o al menos dejarlo en paz incluso cuando desestabiliza nuestras instituciones políticas y toma posiciones que están muy por debajo de los parámetros de la política convencional, como el tuiteo de los horrendos videos antimusulmanes de Gran Bretaña.
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Cuando los republicanos trabajan con Trump para avanzar en la primera vía se vinculan más estrechamente con la segunda vía del Presidente, que podría fácilmente causar un daño inmenso a la reputación a largo plazo del partido. Cada vez que pide su voto, como lo tendrá que hacer en el informe final del comité conferencia para el proyecto de ley tributario, los republicanos deberían estar pensando en esto.
La presidencia de doble vía no es imposible y la victoria en este importante proyecto de ley de impuestos en la Cámara de Representantes y el Senado, que tendrá enormes ramificaciones a largo plazo para la fortaleza fiscal del gobierno federal, nos muestra que se puede caminar y masticar chicle a la vez. Pero no es sencillo y los republicanos deben considerar que cada vez que votan para apoyar a un presidente, están más cerca de ser vistos como parte de su legado para la historia de la nación.