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Por Ruben Navarrette

Nota del editor: Rubén Navarrette es colaborador de CNN y columnista del Grupo de Escritores del Washington Post

(CNN) — El marcador fue claro. El ganador fue Sebastien De La Cruz, de 11 años, conocido como El Charro de Oro. Su historia fue conocida en todo el país luego de que cantara el himno nacional de Estados Unidos al inicio del tercer juego de las finales entre los Spurs de San Antonio y el Heat de Miami: demostró gran talento, mucho corazón y estilo.

Los perdedores fueron los racistas que —demostrando una gran ignorancia— se ocultaron tras el anonimato en Twitter para arrojar su veneno y atacar al niño porque pensaban que alguien vestido de traje de mariachi no estaba capacitado para cantar el himno de Estados Unidos.

Estos fueron algunos de los comentarios:

“Ese pequeño mexicano entró al país hace unas cuatro horas y ahora canta el himno”, escribió Francois (@A2daO).

“¿¿¿¿Quién es ese pequeño #espaldamojada que canta el himno nacional en el partido del Heat???”, comentó TJ THA DJ (@Tj_Tha_Dj).

“No puedo creer que se atrevieran a que un frijolero cantara el himno nacional de AMERICA”, tuiteó THE_GREAT_WHITE (@bdub597).

“¿Es el himno nacional de Estados Unidos o el Jarabe Tapatío? Saquen a este niño de aquí”, comentó StevenDavid (@A1R_STEVEN).

“Así que los extranjeros ilegales ahora pueden cantar el Himno Nacional en los juegos”, escribió Mr.CheckYaDm (@DJ_BMONEY).

A todo esto, ¿qué significa ser estadounidense? A continuación, algunas claves:

Por un lado, tenemos a alguien que se presenta ante un público nacional y muestra su amor por un país en el que los sueños se hacen realidad.

Por el otro, tienes a una muchedumbre iracunda llena de odio y racismo que, oculta tras el anonimato de Twitter, arroja invectivas contra un niño.

Ahora, ¿quién crees que representa lo que significa ser estadounidense? ¿Con quién te quieres quedar? ¿A quién enviarías a empacar?

Estados Unidos cuida de los que no tienen poder, de los oprimidos. Nuestro sistema de gobierno —una república constitucional— protege a las minorías porque las mayorías pueden protegerse a sí mismas.

Mientras tanto, De la Cruz tomó el camino positivo.

“A quienes dijeron algo malo de mí, entiendo que es su opinión”, dijo Sebastien a CNN. “Soy un estadounidense orgulloso y vivo en un país libre. No me lastiman. Es solo su opinión”.

Más tarde, habló de las reacciones con los reporteros.

“Honestamente”, dijo, “es la forma en la que educaron a las personas. Mi padre y mi madre me dijeron que nunca debes juzgar a las personas por su apariencia. Deberías tomarlos en cuenta por lo que son en su interior. Me gusta seguir ese consejo de que nunca debes juzgar un libro por su portada”.

Yo no tengo esa clase de autocontrol. Cuando escucho historias como esta, me entristezco. Luego me enfurezco. Es decir, ¡ya es suficiente!

De la Cruz es un mexicano-estadounidense nacido en San Antonio.

Eso significa que forma parte de una comunidad que —desde el Destino Manifiesto, la guerra entre Estados Unidos y México y el Tratado Guadalupe Hidalgo, en 1848— ha soportado más de 100 años de discriminación y maltrato a manos de quienes se consideran superiores, incluso cuando no siempre actúan de forma que demuestren este supuesto sentido de superioridad, como lo demuestran los tuits racistas.

El que De la Cruz sea mexicano-estadounidense en vez de inmigrante mexicano es esencial para la historia. Es un camino complicado.

“No saben nada de mi vida”, dijo a los reporteros, refiriéndose a sus acosadores. “Mi padre perteneció a la Armada por mucho tiempo… La gente no sabe, simplemente asumen que soy solo mexicano. Pero no provengo de México. Nací y he crecido en San Antonio, soy un auténtico aficionado de los Spurs”.

Cuando Sebastien dio una entrevista en Univisión, lo hizo en inglés. ¿Y lo que preocupa a los nativos es que los mexicano-estadounidenses no se adapten?

El siguiente capítulo tratará de los mexicano-estadounidenses que se pondrán en contra del niño por distanciarse de México. Si lo hacen, actuarán tan absurdamente como los localistas. La “distancia” ya existe. No es mexicano. Es mexicano-estadounidense. Es diferente.

Finalmente, gracias a los Spurs de San Antonio —y especialmente a algunas personas benevolentes en el gobierno— la historia que enfrentó a muchos latinos con otros estadounidenses tuvo un final hollywoodense.

Invitaron a De la Cruz a cantar una vez más el himno nacional en el cuarto juego de la serie. Flanqueado por el alcalde de San Antonio, Julián Castro, y su esposa Erica, el chico regresó al centro del escenario y dio una actuación más sólida que la primera vez. Apuesto a que todos en la arena lloraron.

En cuanto a los que odian, hicieron lo que los agresores hacen usualmente cuando alguien los desafía. Corrieron a esconderse, desactivaron sus cuentas de Twitter o borraron sus comentarios.

En cuanto a Sebastien, quien estaba consciente de los comentarios y la controversia, se las arregló para mantenerse al margen, el que lo volvieran a invitar no fue un acto político, sino algo personal.

“El que me volvieran a invitar a cantar el himno nacional es asombroso porque ahora sé que a los Spurs de San Antonio les gusta como canto”, dijo. “Me hace sentir que estoy haciendo algo legendario”.

El resto de nosotros sabemos que la invitación se debió a algo más que al talento del muchacho. Este fue un mensaje. Los Spurs de San Antonio son un equipo con clase y valientemente asumieron una postura contra la intolerancia y la ignorancia.

Naturalmente. Esa es una reacción típicamente estadounidense.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente aRuben Navarrette.