Nota del editor: el corresponsal de CNN Al Goodman es uno de los periodistas de CNN que han permanecido días en la Zona de Tránsito del Aeropuerto de Moscú en busca de Edward Snowden. Aquí comparte su experiencia.
Por Al Goodman
Moscú (CNN) — Parecía ser un encargo emocionante: ir a Moscú a seguir el rastro del excontratista de la NSA, Edward Snowden.
Tras admitir que reveló a la prensa detalles sobre un programa de espionaje masivo del gobierno de Estados Unidos, según informes, Snowden llegó el 23 de junio al aeropuerto Sheremetyevo de Moscú en un vuelo procedente de Hong Kong y se instaló en la Zona de Tránsito.
Sin embargo, nadie lo ha visto. ¿Podría yo encontrarlo?
¿Podría estar en las tiendas duty free, impresionado por la gran cantidad de botellas magnum de licor?
¿Podría estar tomando capuchinos en una cafetería, ofendido por el costo de 5 euros o 6.50 dólares de un café?
Con determinación y ansiedad aterricé bajo el cobijo de la oscuridad en un vuelo nocturno de Aeroflot procedente de Madrid. Llegué a las 6:00 horas (tiempo local).
El funcionario del control de pasaportes me dijo que esperara. “Siéntese ahí,” me indicó para luego llevarse mis documentos. ¿Terminaría en un limbo legal como Snowden, cuyo pasaporte estadounidense fue revocado por Washington, dificultándole cruzar fronteras?
Pues no. Después de 10 minutos me hicieron una seña para que pasara y salí de ahí tan rápido que olvidé preguntar a la funcionaria si había visto a Snowden recientemente.
No había un sello de entrada a Rusia en mi pasaporte. Porque, al igual que Snowden, no había entrado de manera oficial al país. De ahora en adelante me encontraba en una sala para pasajeros en tránsito, junto con los que entran al área para abordar vuelos de salida.
Es un lugar verdaderamente internacional, lleno de una gran diversidad de personas. Ciudadanos de los países de la Federación Rusa, europeos, asiáticos, un pequeño número de estadounidenses y algunos cubanos. Jóvenes con mochila al hombro y ricos ejecutivos de negocios. Padres exhaustos con hijos, incluyendo a un pequeño niño valiente que parecía estar discapacitado, luchando de la mano de su madre, para dar cada paso.
Todos caminaban por la zona de tránsito con su llamativo emporio de tiendas de alto nivel junto a tiendas de baratijas para mamá y papá que venden souvenirs aparentemente de la antigua Unión Soviética, incluyendo una taza plegable de metal a la que no me pude resistir.
En la “tierra de nadie” del Aeropuerto de Moscú.
Hay cafeterías que ofrecen panqués rusos y Wi-Fi que se puede pagar en rublos, dólares o euros. Incluso hay un Burger King y un TGI Friday’s.
En esta enorme sala de tránsito, Snowden seguramente tiene muchos lugares donde esconderse.
Sus tres terminales disponibles —D, E y F— forman un rectángulo largo y con 60 puertas de abordar y vuelos hacia muchos lugares a los cuales Snowden no puede ir, por miedo a ser atrapado.
¿Europa occidental? No es una buena idea que Snowden vuelve a París o a Berlín. Obviamente Nueva York está fuera de discusión.
¿Tokio o Shanghái? No. Tampoco Tel Aviv. Incluso Bakú, capital de Azerbaiyán, probablemente sea un riesgo.
Hay un vuelo de Aeroflot a La Habana, con conexiones a Venezuela, un país cuyo gobierno de izquierda ha ofrecido asilo a Snowden.
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El viernes, mi primer día en la zona de tránsito, no había vuelos a La Habana para vigilar, lo que me dio la oportunidad de explorar.
Rusia y otros países pueden designar varios lugares y ubicaciones, incluso fuera del aeropuerto, como una especie amorfa de zona de tránsito. Podrían existir áreas de detención, instalaciones médicas u otras ubicaciones en Moscú que reciben esa designación, por lo que Snowden podría estar a varios kilómetros del aeropuerto y aún permanecer “en tránsito.”
Una parte del Novotel, que no está conectado con la terminal, pero que es visible desde ella, es parte de la zona de tránsito. Decidí verificar si Snowden estaba atrincherado ahí.
Reserve dos habitaciones: una para mí y la otra para una camarógrafa de CNN que venía de Berlín.
El personal de tierra de Aeroflot nos llevó a un autobús, que cruzó la calle, oficialmente como una parte móvil de la sala de tránsito. Así que estábamos dejando el aeropuerto de Rusia, pero permanecíamos en la “zona”.
Acompañados en todo momento por escoltas, nos registramos en el hotel y nos enviaron al segundo piso, el piso de la zona de tránsito segura.
El guardia en el pasillo se aseguró de que no bajáramos al lobby, al gimnasio o a otros pisos. La única manera de obtener comida era a través del servicio a las habitaciones, que de hecho no es tan mala idea.
Caminamos por el pasillo. Snowden podría haber estado detrás de cualquier puerta de las 40 habitaciones del segundo piso. Nunca salió.
A las 4:00 horas del día siguiente que dejamos el hotel, acompañados en todo momento, hasta que estuviéramos de nuevo en la sala de tránsito de la terminal del aeropuerto para tomar nuestros vuelos de salida.
Las reglas dicen que puedes permanecer un máximo de 24 horas en la sala de tránsito y después debes salir en un vuelo. Así lo hicimos.
Pero aparentemente Snowden había estado en la sala durante casi tres semanas. ¿Cómo lo hace? Necesitaría un segundo viaje para averiguar más.
Unos días después, estaba de regreso, esta vez solo. En el segundo viaje, empiezas a sentirte como una autoridad en la sala de tránsito.
Supuestamente Snowden está viajando con varias computadoras portátiles. Si están pesadas, tiene un problema. Yo también lo tenía. Prácticamente no hay carros para equipaje en la sala de tránsito. Finalmente encontré uno y entonces una mujer de india me siguió hasta que dejé de utilizarlo.
Busqué a Snowden otra vez por todos lados y pasada la media noche (local), momento en el que no hay salidas de vuelos durante varias horas, me registré por un mínimo de cuatro horas en el hotel Capsule en la terminal E, en un cuarto muy pequeño. Tampoco vi a Snowden ahí, ni en la terminal cuando regrese las 5:00 horas.
Pensé que mi mejor oportunidad para encontrarlo era el vuelo a La Habana, que salía a las 14:05 horas. No es un secreto que hay personas supervisando de cerca este vuelo. Llegué bastante temprano a la puerta de abordar, la número 22 en la terminal D.
Un par de muchachos con barba se parecían vagamente a Snowden. Pero no, uno resultó ser danés y el otro ruso. Me acerqué a ambos. Se rieron. El danés dijo que era la segunda persona que le preguntaba lo mismo.
Era momento de abordar. Un veterano fotógrafo ruso y yo estábamos trabajando en el lugar. Había mucho que monitorear: los pasajeros que se acercaban a la puerta, la escalera que subía desde la pista hasta el pasillo de entrada al avión por donde puede entrar la tripulación y probablemente otra persona más, un elevador en la terminal dentro de la zona segura, desde donde alguien podría ser trasladado a bordo del avión.
Viendo todo esto (y viéndonos a nosotros también) había un misterioso hombre corpulento, relativamente joven. Mientras los pasajeros abordaron el avión, el hombre hizo una llamada por su teléfono celular, reportándole alguien, en español, que dos fotógrafos estaban tomando fotografías.
Después de que terminó el proceso de abordar, el avión estaba a punto de salir, sin señales de Snowden. Me acerqué al hombre corpulento. Le pregunté en español, si Snowden estaba a bordo. Pretendió no entender. Repetí la pregunta en español. De nuevo fingió no entender. Así que le pregunté en inglés. Respondió que no sabía
¿Podría haber sido de Venezuela o de Cuba? No lo dijo.
Por lo menos pude ver y hablar con el hombre corpulento. Hasta ahora, no he podido hacer eso con Snowden.