(CNN) – Bienvenidos a la carnicería estadounidense, ¡tercer round!
Este martes, el expresidente Donald Trump arrastró a los estadounidenses de vuelta a su visión distópica del mundo de una nación fallida marcada por ciudades plagadas de crímenes convertidas en “pozos negros de sangre” e inundadas por inmigrantes. Agregó un nuevo giro aterrador en un momento de tensiones globales, alegando que el país estaba al borde de caer en una guerra nuclear.
Al lanzar su candidatura para una tercera nominación presidencial republicana consecutiva, Trump, por el contrario, describió su propio mandato único turbulento, que terminó en su intento de destruir la democracia y una pandemia mal administrada, como una “edad de oro” de prosperidad y dominio global estadounidense.
El nuevo Trump, para la campaña de 2024, es el mismo antiguo Trump.
El expresidente envió un mensaje de declive estadounidense, resaltó la inflación furiosa y calificó al presidente Joe Biden de anciano, débil e irrespetado por los enemigos de Estados Unidos, al tiempo que destacó sus propios lazos amistosos con dictadores mundiales, como el líder norcoreano Kim Jong Un, que buscan debilitar el poder estadounidense.
La nueva campaña de Donald Trump
Cuando el exmagnate inmobiliario, estrella de reallity shows y comandante en jefe de 76 años prometió una nueva “búsqueda para salvar nuestro país”, resumió los desafíos que su nueva campaña plantea para su propio partido y el resto de Estados Unidos.
Para empezar, en el salón de baile de hojas doradas de su centro vacacional Mar-a-Lago, Trump evitó negar los resultados de las elecciones de 2020, que ayudó a condenar al fracaso a varios candidatos republicanos en las elecciones intermedias, y que ha inspirado el escepticismo sobre su viabilidad entre los legisladores republicanos en Washington.
Pero, como de costumbre, su autodisciplina no se mantuvo, ya que descendió más a sus obsesiones personales a medida que avanzaba, presentándose a sí mismo como una “víctima”, generando nuevas sospechas sobre el sistema electoral de EE.UU., y criticando las investigaciones criminales en curso contra él como algo politizado y profundamente injusto. El discurso careció de la naturaleza desenfrenada y la energía de sus mítines de campaña. Pero el material de Trump era un cóctel retórico familiar de agravios que seguramente entusiasmaría a sus seguidores de base.
Sin embargo, a muchos de los votantes indecisos en los estados les puede haber parecido una demagogia autoritaria que perdió en 2020. Muchos de esos votantes abandonaron a los republicanos una vez más la semana pasada, ya que el partido no logró recuperar el Senado y todavía espera confirmar que obtendrá solo una pequeña mayoría en la Cámara. Muchos legisladores republicanos culpan directamente a Trump de la falta de una ola roja, por imponer al partido candidatos extremistas que niegan las elecciones en estados clave. Es por eso que existe un interés creciente en posibles candidatos alternativos como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien logró la reelección en su cargo la semana pasada y recientemente demostró, a diferencia de Trump, que puede construir una coalición amplia con políticas al estilo de Trump, pero sin el caos personificado por el expresidente.
Y, sin embargo, al lanzar su campaña tan pronto, incluso antes de que finalicen las elecciones de 2022, el expresidente busca dominar el campo republicano. Y hasta el momento no hay evidencia de que sus devotos seguidores lo abandonen.
Lo que podrían ser los actos de apertura de un nuevo enfrentamiento electoral entre Trump y Biden se desarrolló en múltiples zonas horarias. Mientras Trump hablaba, el presidente actual, que desbarató las expectativas históricas de una paliza en las elecciones intermedias, estaba en otro balneario: en Bali, Indonesia.
Biden pasó los momentos previos al discurso de Trump junto a otros líderes mundiales que buscaban una respuesta unida a una escalada posiblemente alarmante en la guerra en Ucrania después de una explosión en el territorio de Polonia, un aliado de la OTAN. Había algo de ironía en el hecho de que Biden liderara la misma alianza occidental en un momento de peligro que Trump había socavado con frecuencia mientras estuvo en el cargo. (Biden dijo después de un día de crecientes tensiones globales que los primeros indicios eran que el misil que cayó en una granja polaca, matando a dos personas, no se originó en Rusia).
La situación resume el abismo entre los deberes de un presidente y la frivolidad de la campaña. Cuando se le preguntó a Biden si tenía algún comentario sobre el lanzamiento de la campaña de Trump, Biden respondió: “No, en realidad no”.
Trump busca un regreso histórico bajo la amenaza de investigaciones criminales
Trump se refirió brevemente a la búsqueda del FBI en su casa en Mar-a-Lago por su tesoro de documentos altamente clasificados y citaciones enviadas a sus familiares. Fue un recordatorio de que su campaña plantea el escenario extraordinario de un candidato a presidente que se postula para un nuevo mandato mientras enfrenta múltiples investigaciones criminales y la posibilidad de una acusación formal por parte del Departamento de Justicia. Trump, que no ha sido acusado de ningún delito, está siendo investigado por los documentos clasificados, el período previo a la insurrección del Capitolio de EE.UU. el 6 de enero de 2021 y en Georgia por su intento de robarle la victoria a Biden en el crucial estado clave en 2020.
Trump ya afirmó que está siendo perseguido porque Biden quiere evitar que vuelva a ser presidente, una acusación que probablemente sea aceptada por sus millones de seguidores. Así, el choque entre su campaña y diversas investigaciones sobre su conducta promete infligir aún más daño a las instituciones políticas y jurídicas que mantuvo bajo continuo asalto como presidente.
Una cosa que saltó a la vista en el discurso de Trump fue el reconocimiento de su intento sin precedentes de interrumpir 250 años de transferencias pacíficas de poder entre presidentes. Pero la insurrección del Capitolio es una mancha indeleble que seguramente perseguirá su campaña. CNN ha informado en exclusiva que altos funcionarios del Departamento de Justicia han considerado si se necesitaría un fiscal especial durante la campaña de Trump para evitar posibles conflictos de intereses políticos.
Trump está tratando de lograr una hazaña histórica lograda por solo un presidente anterior: Grover Cleveland, quien se convirtió en el único comandante en jefe que cumplió mandatos no consecutivos después de que logró regresar a la Casa Blanca en 1892.
Una victoria de Trump en 2024 representaría un repunte sorprendente dado que es el único presidente que ha sido sometido a juicio político dos veces: una por tratar de obligar a Ucrania a investigar a Biden y, en segundo lugar, por incitar al ataque de la mafia en el Capitolio, uno de los ataques más flagrantes a la democracia estadounidense.
El retorno de Trump es una prueba para el Partido Republicano
Un regreso a la Oficina Oval de Trump sorprendería al mundo. Su historial de desdeñar a los aliados de EE.UU. y mimar a dictadores como el presidente de Rusia Vladimir Putin y Kim Jong Un fracturó décadas de política exterior de EE.UU. y convirtió al país, que durante mucho tiempo fue una fuerza para la estabilidad en el mundo, en una de sus potencias más erráticas.
Trump dejó el cargo en desgracia en 2021, después del asalto al Capitolio, sin siquiera molestarse en asistir a la toma de posesión de su sucesor e insistiendo desde entonces en que las elecciones fueron corruptas, a pesar de que no hubo pruebas y en contra de las conclusiones de varios tribunales y de su propio Departamento de Justicia.
Desde entonces, el expresidente ha hecho de sus mentiras sobre las elecciones de 2020 la pieza central de un movimiento político que aún tiene millones de seguidores, como se vio con las victorias primarias de algunos de sus candidatos seleccionados en las elecciones de medio término de este año.
Pero muchos candidatos respaldados por Trump no lograron ganar elecciones generales competitivas. Y la campaña de Trump de 2024 pondrá a prueba si hay republicanos que, si bien pueden verse atraídos por el estilo demoledor y los instintos populistas y nacionalistas de Trump, se cansarán del drama y el caos que lo rodean. También planteará la cuestión de si una nueva generación de republicanos, que han aprovechado su base política y los principios de “Estados Unidos primero” del trumpismo, como Ron DeSantis, por ejemplo, están listos para desafiar al fundador del movimiento, que aún es muy popular.
Trump ya fue rechazado por una amplia audiencia en las elecciones generales una vez: perdió por más de 7 millones de votos en 2020. El mismo patrón pareció ejercerse cuando el Partido Republicano no cumplió con las expectativas en las elecciones intermedias, lo que, irónicamente, le dará a Trump una fuerte influencia de los legisladores en lo que probablemente sea una estrecha mayoría republicana en la Cámara.
E incluso si vuelve a asegurar la nominación republicana, es una pregunta abierta si podrá recrear su coalición ganadora de 2016 después de alienar a los votantes moderados y suburbanos o si una combinación de votantes de base motivados y republicanos previamente descontentos que regresan al redil ser capaz de compensar la diferencia.
El mandato de Trump rompió las normas
El primer mandato (y único, hasta el momento) de Trump entre 2017 y 2021 fue uno de los períodos más tumultuosos en la historia política estadounidense.
Hizo añicos las tradiciones y las restricciones de su cargo, sometiendo a las instituciones políticas, diseñadas por los padres fundadores de EE.UU. para protegerse exactamente contra su tipo de egoísmo autocrático, a su última prueba.
La reputación del presidente número 45º también se vio manchada por su negligente negación y mala gestión de una pandemia única en 100 años. No mencionó nada sobre su liderazgo fallido en la emergencia durante su discurso de este martes por la noche.
El incumplimiento de las pautas científicas y de salud pública por parte de Trump volvió a atormentarlo cuando contrajo covid-19 en el otoño de 2020 en EE.UU. Sobrevivió a un ataque serio con la ayuda de medicamentos experimentales antes de arrancarse teatralmente la máscara en una sesión de fotos en la Casa Blanca cuando volvió del hospital.
Sin embargo, un aspecto importante de su estrategia contra la pandemia fue un éxito. Una apuesta temprana de la Casa Blanca para invertir mucho en el desarrollo de vacunas por parte de empresas privadas y científicos, bajo el título de Operación Warp Speed, colocó a EE.UU. en una mejor posición que muchas otras naciones industrializadas.
El coronavirus destruyó la economía pujante que Trump esperaba llevar a la reelección, dejando como su logro más importante la formación de una mayoría conservadora en la Corte Suprema, que ya ha alterado drásticamente la sociedad estadounidense con la revocación de Roe v. Wade y podría durar un generación.
Pero la historia lo recordará sobre todo por sus dos juicios políticos, ambos luego de abusos de poder diseñados para manipular las elecciones libres y justas que son la base del sistema democrático estadounidense para prolongar su mandato.
La comisión selecta de la Cámara de Representantes que investiga la insurrección ha descubierto pruebas condenatorias en el círculo íntimo de Trump sobre su comportamiento en el período previo al 6 de enero y durante la insurrección. La exasesora de la Casa Blanca Cassidy Hutchinson, por ejemplo, testificó que el jefe de gabinete Mark Meadows dijo que Trump pensaba que el vicepresidente Mike Pence merecía los llamados de los insurrectos que pedían que lo ahorcaran. También hubo evidencia de la feroz presión de Trump sobre los funcionarios locales y los trabajadores electorales en estados como Georgia.
Sin embargo, quedan dudas sobre si la comisión podrá responsabilizar a un hombre que siempre ha eludido la responsabilidad en una vida agitada y agitada en los negocios, los reality shows y la política.
Incluso si la comisión aconseja al Departamento de Justicia que se amerita enjuiciar a Trump, se desconoce si la evidencia que ha recopilado sería suficiente para asegurar una condena. Y el secretario de Justicia, Merrick Garland, se enfrentaría a un gran dilema dadas las extraordinarias implicaciones de presentar cargos penales contra un precandidato presidencial activo.