La gente se reúne en torno a los números de la Nochevieja de 2024 expuestos en Times Square, el miércoles 20 de diciembre de 2023, en Nueva York. Crédito: 
Yuki Iwamura/AP

Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) – Cada año es importante, cada año es crucial y cada año trae sorpresas, buenas y malas. Pero es imposible escapar a la sensación de que el mundo se encuentra cerca de un precipicio y que en 2024 daremos o bien un paso adelante, trastornando el orden mundial, o bien un paso atrás, volviendo a una versión de “normalidad”.

¿Qué nos deparará 2024? “Las predicciones son difíciles, sobre todo las que se refieren al futuro”, suele decirse, una obviedad cómica que se atribuye al beisbolista-filósofo Yogi Berra, al Premio Nobel de Física Niels Bohr y a muchos otros. Este dicho pone de relieve lo incierto que es el futuro, como aprendimos en 2020, y lo frustrante que puede resultar la búsqueda de respuestas, dada la magnitud de lo que está en juego.

Sin duda, las elecciones estadounidenses son hoy una de las principales preocupaciones en todo el mundo. He perdido la cuenta de cuántas personas me han dicho durante viajes recientes cuán preocupadas y desconcertadas están de que los estadounidenses puedan devolver al expresidente Donald Trump a la Casa Blanca. De hecho, la revista The Economist declaró que “Donald Trump representa el mayor peligro para el mundo en 2024”, describiéndolo como una sombra que se cierne sobre todos nosotros.

Las elecciones determinarán si la caótica presidencia de Trump, con sus rasgos autoritarios, fue solo un trastorno temporal en la historia de Estados Unidos, o si es la presidencia de Joe Biden que no supone más que una pausa de cuatro años en el descenso de Estados Unidos hacia el aislacionismo autoritario.

La respuesta tendrá graves repercusiones en todo el mundo.

Es casi seguro que una segunda presidencia de Trump sería más extrema en múltiples frentes. El expresidente ha prometido utilizar el Departamento de Justicia para buscar venganza contra sus oponentes políticos, debilitando las instituciones estadounidenses, socavando la democracia y coqueteando con la dictadura.

Estas acciones fortalecerían a quienes afirman que la democracia de estilo occidental es un sistema fallido, fortaleciendo el bloque emergente de autocracias antioccidentales, Rusia, China, Irán y Corea del Norte, un equipo de tiranos que buscan desafiar la influencia global de Occidente mientras ellos, todos fuertemente armados, amenazan a sus vecinos.

Trump ha hablado lo suficiente para que aliados y adversarios de Estados Unidos comprendan los riesgos, o el potencial, según se mire, de un mandato Trump 2.0. Y sus pronunciamientos han llevado a los aliados de Estados Unidos a preguntarse hasta qué punto Washington estaría comprometido con su defensa si él vuelve al cargo.

El expresidente ya declaró que pondría fin a la guerra en Ucrania en 24 horas. Ha cuestionado que Estados Unidos deba defender a Corea del Sur y ha aludido a que países como Japón y Corea del Sur obtengan armas nucleares para defenderse.

Los comentarios sobre Ucrania llamaron sin duda la atención del presidente de Rusia, Vladimir Putin, el autócrata a quien jamás critica, e incluso alabó, mientras cercaba Ucrania.

El jefe de política exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, dijo que Putin no se conformará con una victoria limitada en Ucrania, “especialmente no antes de las elecciones estadounidenses, que pueden presentarle un escenario mucho más favorable”. En otras palabras, Putin seguirá atacando, esperando que una victoria de Trump en noviembre arranque de un tirón el apoyo de Washington a Kyiv, ayudando a Rusia a obtener la victoria total sobre Ucrania.

Como han advertido países que anteriormente estaban bajo el talón de Moscú y otros, si Rusia gana en Ucrania, Putin podría ver un camino para reconquistar otras partes del antiguo imperio soviético, tal vez tratando de capturar la pequeña Moldova e incluso los Estados bálticos que ahora son miembros de la OTAN.

Se supone que la OTAN defiende a todos sus miembros, pero Trump ya ha sembrado dudas sobre si Estados Unidos ayudaría a un aliado asediado. A pesar de la reciente aprobación bipartidista de un proyecto de ley que prohibiría a un presidente retirar unilateralmente a Estados Unidos de la OTAN sin la aprobación del Congreso, el mandatario tendría una amplia latitud para responder a los desafíos militares globales.

Lo vemos casi a diario en las crisis actuales, cuando Biden ha ordenado el envío de buques de guerra estadounidenses al Mediterráneo y al mar Rojo en un esfuerzo por evitar la expansión de la guerra entre Israel y Hamas, un conflicto que ya amenaza con convertirse en regional, o envía repetidamente mensajes contundentes prometiendo apoyo a Taiwán como advertencia a China, cuyo líder acaba de repetir su promesa de reunificar la isla bajo la soberanía de Beijing.

Si Estados Unidos se mantiene al margen mientras Putin impulsa sus objetivos neoimperialistas, China podría caer en la tentación de intentar apoderarse de Taiwán e intimidar aún más a sus vecinos. La mera perspectiva de una China envalentonada asestaría un duro golpe a los esfuerzos de no proliferación nuclear.

También desencadenaría una volatilidad mundial. El fin de la Pax Americana, por imperfecta que haya sido, impulsaría a más potencias medianas a tomar las armas contra sus rivales.

Y, sin embargo, es posible que Trump no gane las elecciones. Si Biden es reelegido, las posibilidades de restaurar la estabilidad mundial son mucho mayores. Pero están lejos de estar aseguradas.

De hecho, Estados Unidos es solo uno de los muchos países en los que se celebrarán elecciones, incluidas naciones importantes como México, la India, Indonesia, Rusia y el Reino Unido. El resultado de algunos está predestinado. Las elecciones rusas, por ejemplo, son una farsa. Pero otros podrían marcar nuevos rumbos en los próximos años.

Lo que sí sabemos es que nadie vive para siempre. Figuras mundiales clave, Biden, Trump, el líder supremo iraní Alí Jamenei, tienen más de  70 y 80 años. Se dijo que Jamenei estaba enfermo en 2022, aunque su oficina niega los informes. No sabemos quién le sucederá, ni cuán radical será su sucesor, ni cómo responderán los iraníes cuando llegue el momento.

No olvidemos que 2024 también traerá gratas sorpresas. No sabemos cuáles (¡son sorpresas!), pero hay muchas posibilidades de que los problemas se resuelvan de forma positiva.

En general, no soy pesimista sobre el futuro. Hoy, Estados Unidos está en buenas manos. La economía va notablemente bien. Occidente, a pesar de sus desafíos, está unido. En todas partes la gente prefiere la libertad a la opresión. Muchos escenarios oscuros, las posibilidades que describí, tienen un reverso, un resultado potencialmente feliz. Gran parte de ello depende de las personas que toman las decisiones, desde los votantes hasta los líderes mundiales. E innumerables personas de todo el planeta trabajan para garantizar un futuro mejor.

La mera noción de que estamos al borde del precipicio puede motivarnos a dar un paso atrás, alejándonos del abismo, y dirigirnos hacia un camino más pacífico y prometedor.