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Los talibanes queman instrumentos musicales en medio de una campaña de represión en Afganistán
01:24 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Para muchos, y especialmente para los millennials que comenzaron a observar el mundo desde el año 2000, la guerra de Afganistán parecía algo que siempre había estado y siempre iba a estar. Una generación entera creció mirando imágenes de soldados estadounidenses patrullando Kabul y de talibanes amenazando desde sus cuevas, hasta que se convirtieron en una postal de la normalidad.

Pero en agosto de 2021, para bien o para mal, todo eso finalmente terminó.

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07:07 - Fuente: CNN

La presencia de Estados Unidos en Afganistán duró 19 años, 10 meses y 23 días, desde el inicio de la operación Libertad Duradera el 7 de octubre de 2001, hasta el despegue del último avión estadounidense el 30 de agosto de este 2021.

En casi 20 años de guerra en el centro de Asia murieron 2.442 soldados estadounidenses y 1.144 soldados de diferentes países de la OTAN y al menos 3.846 contratistas, de acuerdo con el relevamiento del Instituto Watson de la Universidad Brown.

Los números parecen limitados en comparación a los 51.191 insurgentes muertos en el mismo período, además de entre 47.000 y 71.000 civiles y entre 66.000 y 73.000 miembros de las fuerzas de seguridad afganas.

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El costo económico también fue enorme. El gobierno de Estados Unidos reconoce haber gastado US$ 978.000 millones en la guerra, aunque estimaciones Instituto Watson hablan de una cifra más cercana a los US$ 2,3 billones, contando todos los gastos. Y eso sin contar los aportado por los miembros de la OTAN y por la ONU en programas humanitarios.

Se trata del fin de una era, que algunos compararon con la conclusión de la Guerra de Vietnam en 1975, y que abre numerosos interrogantes. ¿Qué sigue ahora?

Afganistán, “tumba de imperios”

La larga historia de Afganistán ha estado siempre ligada a la de algunas de las potencias más importantes de su época: los griegos bajo Alejandro Magno, los mongoles al mando de Genghis Khan, el imperio Británico, la Unión Soviética y Estados Unidos están entre algunas de ellas.

Pero la ocupación por parte de estas potencias fue siempre difícil y, finalmente, insostenible, lo que llevó a que el país fuera conocido como la “tumba” o “cementerio” de los grandes imperios. Solo en el siglo XX Afganistán estuvo bajo el control de británicos, soviéticos y estadounidenses, además de dos períodos de autogobierno.

La llegada de Estados Unidos se produjo en octubre de 2001, apenas un mes después de los ataques terroristas del 11 de septiembre perpetrados por al Qaeda contra las Torres Gemelas y otros objetivos en el país.

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En ese momento Afganistán estaba gobernado por los talibanes, una organización islamista sunita que había tomado el poder en 1997, a la que Estados Unidos acusaba de proteger al líder de al Qaeda, Osama bin Laden. El control talibán del país se terminaría con la invasión estadounidense, pero en los años siguientes seguirían actuando como una insurgencia.

Los años de Estados Unidos en Afganistán

La ocupación de Afganistán por parte de Estados Unidos y la OTAN estuvo marcada por dos grandes operaciones militares contra la insurgencia, que tuvieron lugar en medio de los esfuerzos por reconstruir el país y apoyar la formación de un nuevo gobierno afgano.

La primera operación, Libertad Duradera, corrió desde el 2001 hasta el 2014 con el objetivo de destruir tanto al gobierno talibán como a la presencia de al Qaeda en Afganistán.

En 2015 se lanzó la operación Centinela de la Libertad, de menor envergadura y con el objetivo de realizar actividades antiterroristas contra al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico (ISIS), al mismo tiempo delegando más tareas en las fuerzas de seguridad afganas.

Ninguna de las operaciones militares ni el programa de reconstrucción cumplieron con sus objetivos, y la prolongación de la guerra llevó a que diferentes gobiernos en Estados Unidos comenzaran a planear la retirada del país, al tiempo que las fuerzas talibanas, nunca derrotadas por completo, comenzaban a tomar más y más territorios afganos desde sus bases en zonas rurales.

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La retirada de estados Unidos, negociada en 2020, durante la presidencia de Donald Trump, y  finalmente anunciada el 14 de abril de 2021 por el presidente Joe Biden, se concretó el 30 de agosto de ese mismo año, cuando el último avión estadounidense despegó de Kabul tras unos últimos meses de caos y violencia. Y los talibanes retomaron el poder, derrocando al gobierno afgano.

El fin de una era en Afganistán

La salida de Estados Unidos volvió a dejar a Afganistán en poder de los talibanes, que en su primer gobierno se habían caracterizado por imponer estrictas leyes islámicas sobre la población afgana, con restricciones particularmente fuertes para las mujeres, y prohibiendo manifestaciones no islámicas. También, por mantener estrechos lazos con el grupo terrorista al Qaeda.

Desde su retorno al poder, los talibanes prometieron moderación en la aplicación de las leyes islámicas, cortar lazos con al Qaeda, no buscar venganza contra funcionarios del gobierno apoyado por Estados Unidos y mantener el control sobre numerosas facciones locales, pero numerosos reportes publicados poco después de su retorno al poder parecían mostrar que las viejas prácticas continúan.

A mediados de diciembre de 2021, por ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dijo estar alarmada por los muchos informes de asesinatos extrajudiciales en Afganistán, que incluyen ahorcamientos, decapitaciones y exhibiciones públicas de cadáveres.

Que Estados Unidos ya no tenga una fuerte presencia militar en el centro de Asia también ha abierto espacios que podrían ser llenados por países como China, Rusia, Pakistán e Irán.

China —que se encuentra en una competencia global con Estados Unidos— y Rusia, de hecho, fueron algunos de los pocos países que no evacuaron sus embajadas en Afganistán, y se esperan relaciones comerciales ampliadas entre los talibanes y Beijing, que sin embargo aún no reconoce formalmente al nuevo gobierno.

De hecho, China ha estado cultivando sus vínculos con Afganistán por dos razones, sostiene Vanda Felbab-Brown, investigadora del Instituto Brookings. La primera es económica, y tiene que ver con el posible rol de Afganistán en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), una vasta red de líneas comerciales entre Europa y Asia también conocida como “Nueva Ruta de la Seda”.

Al respecto, el periódico estatal chino Global Times reportó a comienzos de noviembre de 2021, unos dos meses después de la retirada de Estados Unidos, que el comercio de productos agrícolas entre China y Afganistán había sido reanudado.

“China seguirá escuchando la llamada del pueblo afgano para ofrecerle apoyo dentro de sus posibilidades”, dijo en ese momento el portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Wang Wenbin.

A finales de ese mismo mes el Global Times reportó que enviados de China estaban en Afganistán explorando la posibilidad de montar una explotación de litio en el país.

La segunda preocupación de Beijing es de seguridad y similar a la que ha motivado también a Estados Unidos: China teme que grupos terroristas islamistas operen desde Afganistán influyendo en el territorio chino de Xinjiang, hogar a una importante minoría musulmana —los uigures— que mantiene una tensa relación con Beijing. Pero para lograrlo ha intentando negociar con los mismos talibanes para que no lo permitan.

“Cuando se hizo evidente en 2010 que el aumento de tropas de Estados Unidos en Afganistán no iba a derrotar a los talibanes, China empezó a comprometerse con el grupo para asegurarse de que los militantes afganos no cooperen con sus homólogos uigures”, señala Felbab-Brown.

Otras dos situaciones generan interrogantes para el futuro: el narcotráfico —los talibanes han estado ligados al cultivo de amapola para producir heroína— y la situación de los refugiados.

Con respecto a estos últimos, de acuerdo con datos de la ONU, se estima que a mediados de 2020 había 5.853.838 afganos radicados fuera del país, el cual ha sido un histórico impulso de la migración debido a la violencia e inestabilidad interna.

Solo en 2021 se contaban 550.000 desplazados internos debido al avance de los talibanes, y desde julio hasta el retiro definitivo de Estados Unidos y la OTAN en agosto, se habrían evacuado 122.000 personas por aire, con destino a Estados Unidos y diferentes países europeos y de la región.

“A medida que nos aproximamos a la conclusión de 20 años de guerra y lucha, de dolor y sacrificio, es hora de mirar al futuro, no al pasado”, dijo Biden el 31 de agosto tras la salida de Estados Unidos.

La pregunta es, quizás, qué mirada nos devolverá ese futuro.

Nota del editor: este artículo se publicó originalmente el 20 de diciembre de 2021 y ha sido actualizado.