Cómo es ir a un campamento de verano en Corea del Norte
(CNN) -- Incluso para los locales, los viajes dentro de la aislada nación oficialmente conocida como República Popular Democrática de Corea están fuertemente restringidos.
Pero organizar un viaje fue mucho más fácil para el ciudadano ruso Yuri Frolov, de 25 años, que pasó dos semanas en el reino ermitaño como estudiante de secundaria entre 2015 y 2016. La fascinación de Yuri por Corea del Norte comenzó con un documental de la televisión que retrataba al país como sitiado por sus vecinos capitalistas. Esta curiosidad lo llevó a unirse a un grupo de "Solidaridad con Corea del Norte" en VKontakte, el equivalente ruso en Facebook.
A través de este grupo, encontró la oportunidad de asistir al Campamento Internacional para Niños Songdowon en Wonsan, en la costa este de Corea del Norte. Alrededor de US$ 500 cubrieron todos los gastos de un viaje de 15 días. Sus padres dieron su consentimiento y viajó solo desde San Petersburgo a Vladivostok, uniéndose a otros niños y funcionarios del Partido Comunista en el viaje.
A principios de este año, 100 ciudadanos rusos fueron el primer grupo turístico al que se le permitió visitar Corea del Norte desde la pandemia, una señal de la creciente popularidad de Rusia en medio de la profundización de los lazos entre Pyongyang y Moscú. Antes de la pandemia, la mayor fuente de turistas entrantes a Corea del Norte no era Rusia, sino China.
A su llegada al campamento infantil internacional Songdowon en el verano de 2015, el personal del campamento recibió calurosamente a Frolov y a su grupo. El campamento acogió a niños de varios países, incluidos Laos, Nigeria, Tanzania y China. Sin embargo, las interacciones con los niños norcoreanos se limitaron al último día, una medida deliberada para evitar cualquier intercambio de experiencias reales.
El campamento ofrecía actividades típicas del verano, como salidas a la playa y competiciones de construcción de castillos de arena, pero también incluía rituales peculiares. Los niños debían despertarse a las 6 a.m. y limpiar las estatuas de los exlíderes norcoreanos Kim Il Sung y Kim Jong Il, a pesar de que había profesionales dedicados a mantener los monumentos.
Después de haber reportado desde Corea del Norte 19 veces, las experiencias de Frolov me parecen reveladoras. El fuerte énfasis en la propaganda, la estricta supervisión y la extraña combinación de libertad y control son aspectos con los que me he encontrado repetidamente.
Una de las actividades más extrañas del campamento de verano involucró un juego de computadora en el que los jugadores, como un hámster en un tanque, tenían que destruir la Casa Blanca.
Este juego me recordó un intercambio que tuve con dos campamentistas norcoreanos que jugaban un juego similar. Cuando les pregunté a quién disparaban, respondieron: "A nuestro enemigo jurado, los estadounidenses". Entonces pregunté: "¿Qué pasaría si te dijera que soy estadounidense? ¿Quieres dispararme a mí también?". Sin dudarlo, respondieron: "Sí". Después de asegurarles a los jóvenes que yo era un "buen estadounidense", decidieron que se me debería permitir vivir. Y luego sonrieron y saludaron cuando nos despedimos.
Ésta es la paradoja de Corea del Norte. La gente solía ser amable y educada, incluso cuando me decían que Estados Unidos debería "ahogarse en un mar de fuego".
A pesar de la intensa propaganda, Frolov se mantuvo escéptico. El estricto horario lo frustraba, especialmente cuando no le permitían saltarse el ejercicio matutino a pesar de estar enfermo. La comida del campamento fue otra dificultad, y Frolov dijo que subsistía principalmente con arroz, gajos de papa y pan, lo que le llevó a perder 11 libras de peso (unos 5 kilos) durante 15 días. Su ansia por la comida familiar era tan intensa que al regresar a casa compró un combo en Burger King, aunque no pudo terminarloo.
Frolov relató un incidente memorable en Pyongyang: "Había una niña, muy joven, que llevaba un vestido diseñado como la bandera estadounidense en el centro de la ciudad. Sorprendentemente, nadie estaba enojado con ella, a pesar de que le dijeron que no volviera a usarlo. Fue un momento extraño en un ambiente tan controlado".
"Muchas cosas parecían falsas, especialmente los edificios de ciencia e innovación. No eran convincentes, ni siquiera para un niño", reflexionó. "No fue una experiencia totalmente horrible. Estaba mayormente aburrido. Aparte de la falta de Internet, se parecía cualquier campamento ruso básico para niños".
A pesar del ambiente desagradable y estrictamente controlado, optó por regresar al campamento al año siguiente, en parte debido a los arreglos del Partido Comunista y lo que él describe como su aversión a la confrontación.
En retrospectiva, Frolov reconoce que la decisión fue una tontería, pero valora las historias únicas que puede compartir sobre Corea del Norte.
Su relato ofrece una mirada poco común sobre las experiencias de los niños extranjeros en un campamento de verano de Corea del Norte, destacando los esfuerzos del país por adoctrinar las mentes jóvenes a través de una mezcla de intercambio cultural y propaganda.
La historia de Yuri Frolov es un poderoso recordatorio de hasta dónde llega Corea del Norte para moldear percepciones y cultivar la lealtad. Sus experiencias en el campamento internacional para niños de Songdowon ponen de relieve el uso que hace el régimen de la propaganda y el control para influir en las mentes jóvenes, una estrategia que he observado de primera mano durante mis viajes como reportero.
A pesar de las marcadas diferencias en nuestros papeles —él como campista y yo como periodista—, nuestras experiencias revelan la misma verdad subyacente sobre la implacable búsqueda del control ideológico por parte de Corea del Norte.