Por José Manuel Rodríguez
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(CNN Español) – Con tan solo 16 años, Yuleydi Castro Rodas recorrió junto a un contrabandista de inmigrantes el camino desde Honduras hasta Estados Unidos. Con cierta emoción en su rostro, narra aquellos días de enero de 2014 cuando cruzó el Río Bravo en una pequeña balsa hecha con tubos de neumáticos.
“La verdad es que tuve mucho miedo, porque temía que algo malo me fuera a pasar, pero gracias a Dios no me pasó nada”, recuerda la joven, que ahora tiene 17 años, fue una de los más de 60 mil menores centroamericanos que cruzaron sin sus padres la frontera entre México y Estados Unidos de octubre de 2013 a octubre de 2014.
Al llegar a suelo estadounidense fue detenida y derivada a un Centro de Detención para menores.
La joven cuenta que huyó de casa a los 14 años por sufrir maltrato y amenazas de una pandilla.
Con un nudo en la garganta habla de los días duros que vivió en Honduras. “Para mí no fue una infancia muy bonita que digamos”
A pesar de no ser especialista en inmigración, la abogada Shannon Shaw se puso al frente del caso cuando respondió a un llamado de la Asociación de Abogados Cubano-estadounidenses de Miami en el que se le pedía que, de manera gratuita, ayudara a representar a menores centroamericanos en proceso de deportación. Así fue como Yuleydi y su tutora Myrna Valladares llegaron a su despacho.
La abogada fue capaz de conseguir rápidamente una visa J, que da un status de protección a los menores que llegaron solos al país, pero bajo ciertas condiciones comprobadas por una corte.
“Es una política en la cual la Corte de Inmigración ha permitido a menores que han llegado solos al país y que han sido abandonados, abusados o sometidos a negligencias en sus países de origen, lograr este status migratorio especial en Estados Unidos”, explica Shaw.
Una vez que consiguió su visa, la abogada logró revocar una orden de deportación y pudo tramitar su residencia permanente. Yuleydi había logrado su visa para un sueño. Un sueño americano.
Su tutota, Myrna Valladares, de origen hondureño y amiga de uno de los familiares de Yuleydi viajó desde Miami a Honduras en 2014. Entonces, la menor le preguntó si es que en caso de llegar a Estados Unidos ella podría ser su tutora. Myrna aceptó, pero nunca pensó en que joven emprendería esta riesgosa aventura.
“En este momento yo no tengo hijos, y prácticamente Yuleidi viene siendo como la hija que no tengo y la verdad es que me siento alegre de ayudarla y de haberla ayudado con propósitos buenos para ella”, relata Valladares.
Ahora Yuleydi estudia inglés para graduarse de secundaria y luego planea ir a la universidad.
Según un reciente informe del Congreso de los Estados Unidos, ha habido un aumento significativo en el número de menores que han conseguido la visa J, un estatus de inmigrante juvenil. De 73 casos reportados en 2005 el número se elevó 3,432 en 2013.