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La boda real

Boda real 2018

Por favor, no cambien a Meghan Markle

Por Gary Nunn

Nota del editor: Gary Nunn es un periodista independiente que escribe para medios de comunicación australianos, británicos y estadounidenses, incluidos el Guardian del Reino Unido y el Sydney Morning Herald. Las opiniones en este artículo pertenecen al autor.

(CNN) -- Si la lluvia en España cae sobre todo en las regiones llanas, la lluvia en los terrenos del Palacio de Kensington caerá de una manera muy similar. Y caerá así si el Palacio de Buckingham pone sus manos en la laringe de Meghan Markle.

La novia real es, según los informes en los tabloides británicos a principios de esta semana, sometida a lecciones de elocución y etiqueta. "Simplemente no puede estar 'sacando la basura' y 'usando pantalones'", dijo una fuente real.

Si es cierto, sería una gran pena. La esencia misma de lo que nos hace humanos es el lenguaje: el vocabulario que seleccionamos y el acento con que lo emitimos. Es lo que nos caracteriza y nos diferencia. Seguramente fue un motivo de la atracción que sintió el príncipe Enrique por Meghan.

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La imagen moderna que el Palacio está tratando de cultivar también estaría manchada si esto fuese cierto. Sería un paso regresivo desinfectar y britanizar a Markle: sus dulces tonos estadounidenses son una parte esencial de lo que la hace brillar. Es posible que el Palacio se resistió al primer acento estadounidense que adornó sus tierras desde la problemática Wallis Simpson. Pero al hacerlo, ignoran una tendencia lingüística gratificante.

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Meghan Markle, en una foto tomada en marzo de este año.

El inglés de la reina se está extinguiendo. Si no gramaticalmente, al menos melódicamente. Alguna vez el acento PR —pronunciación recibida— dominaba a todos los lectores de noticias británicos (especialmente en la BBC). Era el santo grial de los acentos: neutral, confiable, autoritario, pero absolutamente aburrido.

Eso fue en una época en la que se pensaba que los acentos denotaban rasgos de carácter, inteligencia y articulación incluidas. Fue un momento que el Palacio se niega a aceptar que ya no existe y se ha ido.

La educación estaba restringida a la élite. Las palabras bellas y melifluas eran, por lo tanto, el dominio exclusivo de los privilegiados, con sus acentos recortados en vidrio tallado.

Pero a medida que se abrió el acceso a la educación, floreció un fenómeno lingüístico: elocuencia sin elocución. Es una yuxtaposición deliciosa, y un sello distintivo de la generación actual de escritores, oradores y amantes del lenguaje.

Ha sucedido algo extremadamente democrático: el acceso a las palabras previamente acordonadas en la zona VIP, ahora están a disposición de las personas que las pronuncian de manera completamente diferente. Revitaliza lo que antes era pretencioso.

La redistribución del lenguaje no se limita al acento. También se extiende a argot: la terminología que diferencia a un grupo en particular. Argot estadounidense es la dicción que tiene Markle al sentar su fanny en una silla (su parte trasera, luego de terminar la escuela de britanización). Oímos la elocuencia en todos los acentos, dialectos de todos lados.

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Como Jamila Lysicott pregunta elocuentemente en su charla TED, Three Ways to Speak English, ¿quién controla la articulación? Articular, como un cumplido, ha sido percibido convencionalmente como propiedad de hombres blancos elegantes.

Se olvida la naturaleza siempre cambiante del lenguaje y la creatividad del dialecto coloquial utilizado por diferentes grupos para desarrollar el parentesco con otros de su raza, religión, edad, clase social u orientación sexual, desde el hip-hop hasta la jerga callejera; del yiddish al polari.

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La diversidad de acentos dentro de la monarquía británica y la sociedad en general revela que la educación y la elocuencia no son propiedad de la aristocracia británica. Estos rasgos pueden existir en América y Australia.

Solo espero que alguien le cuente esto a la gente del Palacio.