Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es Licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Ostenta posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Es de nacionalidad cubana y ha recorrido casi todos los niveles y labores de su profesión, desde reportero hasta corresponsal extranjero en prensa plana y radial, así como productor ejecutivo en medios televisivos. Como columnista, Dávila Miguel ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Hispanoamericanos y la Sociedad Interamericana de Prensa. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN Español) – La respuesta evidente sería “perjudican”, pero la respuesta final depende del Estado cubano.
Trump endurece el embargo contra Cuba, que obviamente perjudica la economía de la isla. Aunque tal vez no sea tan principal como asegura en un reciente tuit el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, quien afirma: “El bloqueo es el principal obstáculo para el desarrollo de todo nuestro potencial económico. Afecta negativamente el día a día de todos los cubanos”.
Es verdad que afecta negativamente día a día a todos los cubanos, pero sería sano acabar de proclamar de una vez por todas –si es preciso a bombo y platillo– que dichas penurias son también consecuencia de errores y dislates económicos del Estado cubano cometidos a lo largo de 60 años. Como cuando se quiso en los 70 llegar al comunismo aboliendo por decreto la etapa socialista. ¿No se acuerdan? Y algunos se siguen cometiendo. Aunque a partir de las quirúrgicas reformas lideradas por el expresidente Raúl Castro, la economía y la sociedad cubana se han liberalizado y tomado un curso más acorde con el mundo actual, mucho queda por hacer dentro de Cuba. Sin mirar tan constantemente y despavoridos hacia el norte. Porque si se toma como fundamento ideológico que el embargo comercial estadounidense es la única causa mortal para el progreso y la economía cubana, habría que admitir entonces que Cuba no puede vivir sin Estados Unidos. Una especie de plattismo* a lo revolucionario.
Pero tampoco con él. Cuando Raúl Castro y Barack Obama reiniciaron las relaciones diplomáticas en el 2015 y el deshielo empezó a chorrear, desde sectores oficiales cubanos se animaba la versión de que “el imperialismo se nos quería colar por la cocina”. Y que con el fin del embargo (iba a ganar Hillary Clinton) lo que querría el imperialismo era darle un “abrazo mortal” a Cuba.
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Y es en esa misma actitud bipolar respecto a la vecindad con Estados Unidos y esa condición parapléjica ante el poder paralizante del embargo sobre Cuba, que residen tanto la excusa para las barbaridades económicas, como la perniciosa mentalidad de que la solución de los asuntos económicos de Cuba se resuelve a partir de factores extranjeros. Es por eso entendible que la idiosincrasia política cubana se sienta tan intimidada y determinada por lo que se decide en Washington. Porque el problema es que Cuba carece de una sólida economía nacional.
Y tal vez eso nos lleve a la pregunta inicial. A la realidad cubana le hace falta realismo económico. Se entiende que, dentro de su interés, el estado socialista busque mantener “relaciones de producción” que no conduzcan al capitalismo salvaje. Pero también, detrás de la defensa de las “conquistas del socialismo”, existe vivita y coleando una burocracia político económica que no quiere perder sus prebendas en la cadena de mando y proceso productivo. Y no quiere la competencia.
Cuba vivió económicamente dependiente de la URSS durante décadas y por eso, cuando cayó el comunismo, sufrió el “periodo especial” de los 90. Después reflotó su economía dependiendo de Venezuela. Y cuando Obama, ya se abría una puerta para nuevos “mangos bajitos” con el turismo, las películas de Hollywood, los modelitos de Chanel desfilando por el Prado, todos los artistas americanos y sus sicofantes fumándose un puro en el Parque Central. En junio de 2016, Cuba declaraba ante el mundo que los daños causados por el embargo ascendían a más de US$ 753.000 millones. Estados Unidos le debía dinero.
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Ahora Trump aprieta y el Estado cubano debe evitar a toda costa un nuevo “periodo especial”. Fue precisamente en este periodo de los 90 cuando Fidel Castro abrió la economía a las fuerzas productivas nacionales, aunque discretamente y después, por la bendita y perjudicial ayuda venezolana, las cerró. Hay indicios de que el Estado cubano camina esta vez decididamente por el fortalecimiento de las fuerzas productivas nacionales, tanto estatales como privadas. Es imperativo producir en un país endeudado y descapitalizado que importa US$2.000 millones en alimentos al año que pueden producirse en Cuba. La realidad cubana necesita realismo económico. Si el Estado cubano mira hacia adentro forzado por las medidas agresivas de Trump y anula la influencia soviética en la economía, las medidas agresivas de Trump serán definitivamente beneficiosas para Cuba. Esa puede ser la respuesta a la pregunta. Y el Estado cubano tiene la palabra y el poder, no el estadounidense.
*Plattismo, proveniente de la Enmienda Platt, que en 1902 convirtió a Cuba en un país dependiente de Estados Unidos. Término despectivo utilizado para denunciar a los cubanos que añoran la dependencia de Estados Unidos.