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Política

OPINIÓN | Un centenario dilema

Por Rocío Vélez

Nota del editor: Rocío Vélez es abogada, con más de 15 años de experiencia en mercadeo internacional, desarrollo empresarial y defensa de asuntos ambientales. Estratega republicana. Graduada en la Pontificia Universidad de Puerto Rico con un postgrado en Ciencias de la Historia y Política de la Universidad Point Park de Pittsburgh. Las opiniones expresadas en este comentario son propias de la autora. Ver más opinión en cnne.com/opinion

(CNN) -- Hace 100 años, el 18 de agosto de 1920, se ratificó en el Congreso de Estados Unidos la décimo novena enmienda de nuestra Constitución que le otorga el derecho al voto a las mujeres de esta nación. Sin embargo, no fue sino décadas más tarde cuando muchos de los estados ratificaron la enmienda y hasta una fecha tan reciente como 1984, cuando Mississippi fue el último de los estados que se unió en ratificarla.

Han sido muchos los logros de grandes mujeres que hoy nos representan en posiciones de alto rango en corporaciones, ocupando escaños congresionales y presidiendo una que otra organización. Sin embargo, la posición constitucional de más alto rango, la de presidir esta nación, aún sigue siendo un reto de grandes proporciones. Hillary Clinton trató de rebasar esa gran barrera en 2016 y a pesar de que obtuvo la mayoría del voto popular, no logró alcanzar los números requeridos en el Colegio Electoral y sufrió una derrota ante el hoy presidente Donald Trump.

En las primarias demócratas tuvimos la presencia de al menos seis mujeres en competencia, pero al final fue Joe Biden el elegido del partido. El ex vicepresidente Biden anunció que Kamala Harris sería su compañera en la boleta y aspirará a la vicepresidencia de Estados Unidos en las elecciones de noviembre por el Partido Demócrata. Sin importar su afiliación política, esta candidatura no deja de ser un logro histórico para la senadora Harris.

La senadora Harris podría ser la primera vicepresidenta de Estados Unidos. No es la primera mujer en lanzarse, ya que Geraldine Ferraro lo intentó como compañera de fórmula de Walter Mondale en 1984 y Sarah Palin hizo lo mismo al acompañar la candidatura del fallecido senador John McCain por el Partido Republicano en 2008.

De seguro Harris será atacada muy duramente por varios miembros del Partido Republicano camino a las elecciones y en el debate que sostendrá con el vicepresidente Mike Pence. Pero cabe señalar que posiblemente sus peores críticos serán del ala progresista de su propio Partido Demócrata, ya que las posturas controversiales que asumió como fiscal en San Francisco, California y su actitud de mano dura contra el crimen, así como su apoyo a castigos severos para delitos menos graves, que en su gran mayoría afectan a la comunidad negra y a otros grupos en desventaja, fueron motivo de ataques de otros demócratas antes de las primarias. Sin importar las diferencias ideológicas y los ataques que recibirá no solo del presidente Trump, la figura de Kamala Harris provee un elemento de incertidumbre a la campaña electoral.

Cuando Hillary Clinton eligió al senador por Virginia Tim Kaine como su compañero de boleta en 2016, los analistas políticos pensaban que era un componente esencial que aseguraría la victoria en estados clave, ya que el senador Kaine —con su dominio del idioma español— atraería ese codiciado voto latino. Y aunque en Virginia sí fue un elemento crucial, la presencia de Kaine no se tradujo en votos de colegios electorales en estados como Wisconsin, Pensilvania y Michigan.

La senadora Harris ayudará a consolidar el voto de los suburbios, que ya atrae Biden, pero aún queda por definirse el voto latino. Y es que, con frecuencia, los demócratas subestiman este segmento y el hecho de que no se nos pueda clasificar en una sola unidad.

Nuestras convicciones son tan variadas como nuestro gusto por el tango, la cumbia, la bachata o la salsa o… nuestro paladar en la cocina. Los latinos e hispanoparlantes venimos de distintos grupos culturales y étnicos y nuestra escala de valores usualmente gira en torno a posturas conservadoras en aspectos de familia y hacia la izquierda en asuntos de índole social. El voto latino lo mismo ha podido apoyar abrumadoramente a un Bill Clinton o ha podido inclinarse a darle el respaldo a presidentes como Ronald Reagan o un George W. Bush. Los demócratas no pueden seguir cometiendo el mismo error de agruparnos en un mismo bloque y limitarse a lanzar anuncios en español sin ofrecer sustancia en los programas sociales y económicos que afectan a nuestra comunidad y la de los jóvenes de la generación Z. Esta generación está sintiendo el peso y la carga de los entuertos heredados de nuestras generaciones. La senadora Harris no atrajo en el pasado el voto de los jóvenes negros y mucho menos el de individuos con ideales progresistas del ala izquierda del Partido Demócrata. Veremos si la tendencia cambia conforme avance la campaña.

Ese voto —sin duda— lo tenía un Bernie Sanders y está por verse si aun respaldando a Joe Biden o teniendo figuras como Alexandria Ocasio-Cortez, se cimente ese voto de los jóvenes. Pero en este punto del juego político, lo que sí trae la senadora Harris es una amplia experiencia legal y sus dotes como exfiscal. Estas piezas son claves y serán eficaces al momento de los debates contra el ahora vicepresidente Mike Pence.

No cabe duda de que a menos de tres meses para la elección presidencial, la figura de la senadora Harris le brinda chispa y energía a una campaña presidencial a la que parecía faltarle energía ante la apatía electoral que se está viviendo en estos tiempos inciertos.

Ahora solo podemos esperar a ver si ello se traduce a un momento histórico en el que los electores entiendan que la fórmula Biden-Harris es una combinación de agentes de cambio. Si, por el contrario, los electores progresistas e independientes perciben que Biden con sus más de 40 años en la política responde a los grandes intereses en Wall Street y que Kamala Harris solo se limitará a promover la inercia usual de los grandes intereses, sin respaldar movidas de cambio estructural en áreas de salud, infraestructura y un repunte en la economía, el resultado será revivir la lenta agonía de la ratificación de la décimo novena enmienda.