Nota del editor: Richard L. Eldredge es editor colaborador de la revista Atlanta y fundador y editor en jefe de la revista de artes digitales Eldredge ATL. Las opiniones expresadas aquí son suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion.
(CNN) – “¿Valió la pena?” Esa fue la pregunta conmovedora y sabia que un miembro de la familia planteó en Facebook después de que Joe Biden se convirtió en presidente electo. Es una pregunta con la que he luchado durante cuatro años. Más específicamente: ¿valió la pena destruir a nuestra familia por tu lealtad ciega al presidente Donald Trump, una persona que nunca conociste?
Como tantas en todo el país desde la elección del 45º presidente, nuestra familia se ha dividido. Si bien estos desacuerdos se podían contener antes estableciendo reglas básicas sensatas de “¡No se permite política!” en las reuniones familiares (mi madre tuvo que instituir esto por primera vez durante la administración de Ronald Reagan), en la era de las redes sociales estas discusiones ahora se derraman rutinariamente hacia nuestras vidas en línea.
En lo que constituye un reflejo de nuestras relaciones en la vida real, las conexiones de Facebook entre los miembros de nuestra familia terminaron repentinamente después de la investidura de Trump. Discrepamos mucho cuando se informó que Melania Trump se quedaría con el hijo pequeño de la pareja en la ciudad de Nueva York para terminar el año escolar en lugar de mudarse con él a Washington. Los costos adicionales de la protección del Servicio Secreto en Nueva York eran significativos.
Discutimos al respecto en Facebook hasta que escribí estas dos oraciones: “Si Michelle Obama hubiera anunciado que se quedaría en Chicago con Sasha y Malia mientras subía la cuenta de la protección del Servicio Secreto que pagan los contribuyentes, mientras les hacía pagar el alquiler, te habría escuchado gritar todo el camino hasta aquí en Atlanta. Eres un hipócrita”.
Lo último que recuerdo es cómo perdías la cabeza, figuradamente, EN MAYÚSCULAS, mientras disparabas una respuesta incendiaria. Cuando presioné ‘responder’ en mi respuesta, recibí un mensaje de Facebook que me informaba que mi comentario no se cargaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que habías ‘dejado de ser mi amigo’.
Resulta que no estabas solo. Felicitaciones de cumpleaños familiares, celebraciones de aniversario y fotos de graduación finalmente desaparecieron de mi línea de tiempo cuando otros miembros de la familia usaron las redes sociales para tomar partido. Cuando escribí los nombres de parientes que he conocido y amado toda mi vida en el cuadro de búsqueda de Facebook, aparecieron perfiles junto con la frase “Agregar amigo”. O, en casos extremos, desaparecían por completo después de bloquearme.
¿Cómo llegamos aquí?
Una de ustedes me pidió que llevara los anillos en su boda. Cuando era niño, pasaba los veranos en tu casa, nadando en tu piscina. Me hiciste conocer los LP de Barbra Streisand. Durante décadas después de la muerte de mamá, llevé su preciado cheesecake de piña cuando la homenajeábamos juntos en las reuniones familiares. Pensaba que eras una diosa.
Otro de ustedes me pidió que fuera el padrino de su boda. Cuando éramos niños, jugábamos cientos de juegos de pelota Wiffle en mi patio trasero hasta que oscurecía. Después de la muerte de mi hermano mayor, tú asumiste el papel de manera amorosa e instintiva. Me presentaste a The Rolling Stones, Led Zeppelin y REM. Pensé que eras un dios.
Ya no lo pienso. Ahora me doy cuenta de que todos ustedes también son humanos.
Las invitaciones a tus reuniones navideñas dejaron de llegar. Tu hija se casó y no me invitaron. No hemos hablado desde 2017.
Por encima de nuestro vínculo de 50 años llenos de amor, elegiste a un millonario de Nueva York lleno de odio que nunca ha pasado un momento contigo, que no lloró con uno de ustedes cuando murió su papá, que no abrazó a otro en el funeral de su madre o se preocupó por ti.
Yo sé que sus partidarios, incluidos ustedes, ven la versión de Trump que él dice ser. Aquí les digo a quién veo. Un hombre aparentemente bajo investigación constante mientras está en el cargo. Un hombre que se jacta de agarrar a las mujeres por los genitales. Uno que, aunque lo niega, otros dicen que llama a los miembros de nuestras fuerzas armadas “perdedores” y “tontos”. Un presidente en bancarrota moral, impugnado y ahora pato rengo.
Un hombre que se refiere a los miembros de la prensa –la profesión que elegí durante las últimas tres décadas– como “enemigos del pueblo”. Un hombre que se burla de los discapacitados, que se regodea en la adoración de una multitud que grita su nombre mientras se dedica a la crueldad.
Eso no es lo que eres. Eso nunca lo has sido.
Sin embargo, tú apoyaste a un presidente que mintió a sabiendas al pueblo estadounidense sobre los peligros de una pandemia. Un presidente que le ha dado la espalda a más de 230.000 estadounidenses muertos. Un hombre que ignoró descaradamente a los expertos en ciencia y salud pública y dijo que un nuevo coronavirus altamente infeccioso desaparecería sin un plan para tratarlo o contenerlo.
Un hombre cuyas declaraciones públicas reflejan las de un racista, un misógino y un fanático cuya administración ataca los derechos de la comunidad LGBTQ.
En 2016 votaste por todo eso. Y, después de cuatro años de insultos, acoso, cientos de tuits atroces y miles de mentiras documentadas, sé por otros familiares que redoblaste la apuesta y volviste a votar por eso.
Incluso después de cuatro años de que esta persona exhibiera su carácter a diario para que el mundo lo viera, decidiste que él representa mejor el carácter y los valores de este país. Decidiste que él representa mejor tu carácter y tus valores.
Para ser claros: esto nunca se trató de una diferencia de opinión política. Hemos superado eso antes. Esto se trataba de una diferencia fundamental en moralidad, integridad y decencia. Y una persona que no ejemplifica ninguna de esas cosas.
Me quedé boquiabierto en junio cuando The Washington Post publicó una historia sobre el próximo libro de la reportera del Post Mary Jordan, “The Art of Her Deal: The Untold Story of Melania Trump”. En él, Jordan informa que en 2016 la esposa del entonces presidente electo utilizó su traslado a la Casa Blanca como moneda de cambio para renegociar su acuerdo prematrimonial. (Melania Trump emitió un comunicado en el que dice que el libro “pertenece al género de ficción”). Lloré nuestra relación perdida una vez más. La discusión que había roto una relación de medio siglo surgió por la perspicacia comercial aguda de una esposa agraviada para supuestamente conseguir una mejor paga.
Habíamos permitido que un completo extraño vaporizara a nuestra familia. Un vínculo que abarca a los Beatles y los columpios, los torneos de disco volador en la calle, sentarnos juntos en primera fila en “E.T.”, paseos nocturnos en tu auto mientras escuchábamos el álbum “Born to Run” de Bruce Springsteen y yo nervioso colocándote el botonier el día de tu boda.
Entonces, aquí estamos ahora, en el final de la serie de “The Apprentice: White House Edition”, después de que millones de ciudadanos en la elección más grande en la historia de Estados Unidos se unieran para decir “estás despedido”. Ahora que saca su triste caparazón del escenario nacional, ¿qué nos sucederá a nosotros y a nuestra familia?
La pregunta sigue siendo: “¿Valió la pena?”.
No lo sé. Ustedes son los únicos que pueden responder eso. Tampoco sé qué nos depara el futuro o incluso si tenemos un futuro. Tú fuiste la persona que cerró la puerta a nuestra relación y tú tienes la llave para volver a abrirla.
Solo sé esto: una resolución y una reconciliación no pueden comenzar hasta que puedas decir las palabras “te escucho y lo siento”. Y, lo más importante: “Eso no es lo que soy”.
Entonces, y solo entonces, podremos comenzar a sanar nuestra relación.
Sea lo que sea que decidas finalmente, ten en cuenta esto: te amo. Después de todo lo demás que nos ha quitado, no puede reclamar mi amor por ti. Eso es para siempre.