(CNN) – Un hombre apretó el puño mientras sacaba la parte superior del cuerpo a través de la pequeña ventana de un autobús que salía de la sede de la Policía Federal de Brasil en Brasilia el martes.
“La victoria será nuestra”, gritó. “¡Esta es nuestra libertad!”.
Es uno de los más de 1.500 simpatizantes del expresidente brasileño Jair Bolsonaro que fueron arrestados luego de irrumpir en el Congreso de la nación, la Corte Suprema y el Palacio Presidencial el pasado domingo, algunos armados con cuchillos, hachas e incluso granadas, en escenas que recuerdan a la insurrección del Capitolio del 6 de enero del año pasado en Estados Unidos.
Muchos ahora están siendo liberados por las autoridades luego de ser procesados por la Policía Federal y no enfrentarán cargos.
“Nuestra bandera nunca será roja”, seguía coreando, en referencia al Partido de los Trabajadores del presidente izquierdista, Luiz Inácio Lula da Silva.
Junto a él, el también partidario de Bolsonaro, Wagner Lopes Loureiro, estaba igualmente animado después de pasar dos noches en la cárcel. “¡Siempre! Siempre seguiré luchando”, dijo. “No puedo permitir que esta desgracia continúe”.
Ellos dos, como muchos de los partidarios de Bolsonaro involucrados en el asalto del domingo a la sede del gobierno de Brasil, se niegan a reconocer los resultados de la elección presidencial nacional de Brasil el año pasado, en la que Lula ganó por poco una de las contiendas más reñidas en décadas.
Las autoridades liberaron a una gran parte de los manifestantes pro-Bolsonaro arrestados en relación con los disturbios y el saqueo de instalaciones gubernamentales en Brasilia.
Cuando se van, la mayoría niega haber actuado mal.
Entre los que permanecen bajo custodia, una manifestante le dijo a CNN que había ingresado a los edificios gubernamentales junto con los manifestantes que entraron a la fuerza, pero también negó ser parte de cualquier acto de violencia.
“En este momento (la policía) sigue interrogando a la gente. Ayer lo hicieron con los mayores y con problemas de salud”, dijo sobre la escena dentro de la sede policial.
“Aquí es un caos porque no sabemos nada, no pueden decir exactamente si la gente está presa, si van a salir”, dijo.
Tantos manifestantes han sido detenidos desde el domingo que las autoridades tuvieron que albergarlos dentro de un gimnasio en la sede. A muchos se les permitió quedarse con sus teléfonos, algunos enviaron fotos y videos de la ubicación.
La manifestante encarcelada le dijo a CNN que había pasado 50 días protestando frente al cuartel general del ejército brasileño en Brasilia, con la esperanza de que los militares intervinieran para anular las elecciones que ella cree que le robaron a Bolsonaro.
El expresidente había avivado las preocupaciones sobre el sistema electoral de Brasil antes de las elecciones al criticar el sistema de votación electrónica del país y especular que podría estar corrupto. También se negó a conceder explícitamente la elección. Sin embargo, el ejército de Brasil no encontró señales de fraude electoral en las elecciones y Bolsonaro condenó los disturbios del domingo.
“¿Nuestra intención? No aceptar todo lo que estaba pasando”, dijo la manifestante. “Las urnas, eso lo seguimos reclamando todo el tiempo, pidiendo ayuda a las Fuerzas Armadas, para ayudar al pueblo. Porque fue su golpe”.
Para ella, en el centro del problema está Lula, un dos veces expresidente que gozó de gran popularidad en mandatos anteriores pero luego cumplió condena por cargos de corrupción. La condena de Lula fue anulada por un tecnicismo jurisdiccional por un juez brasileño en marzo de 2021. El juez ordenó que el caso de Lula se volviera a juzgar en la jurisdicción correcta, allanando el camino para su recuperación política.
“No acepto a Lula”, dijo. “No estábamos de acuerdo en que debería ser presidente y queríamos saber cuántas personas votaron por el otro lado”.
Ella dice que no es terrorista, porque estaba desarmada. “No soy una terrorista. No tengo armas”, dijo. “No pude ver quién lo empezó. Fue rápido”.
Y no se arrepiente de su papel en uno de los días más oscuros de la democracia brasileña.
“No me arrepiento. No me arrepiento Porque no iba armada, no iba con máscara, no iba con gafas de protección. No fui con una bomba. Estuve allí democráticamente, por el futuro de mis hijos, por algo en lo que creo”, dijo.
“Venimos buscando nuestro futuro. ¿No es democrático para nosotros hacer un acto por algo?”.
Pero para la mayor parte de Brasil, e incluso para muchos de los que hubieran preferido que Bolsonaro siguiera siendo presidente, los disturbios del domingo fueron una afrenta a la democracia que ella cree que defiende.