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Ucrania

OPINIÓN | El favor que Putin le hizo a Ucrania

Por Rafael Romo

Nota del editor: Rafael Romo es presentador del noticiero “Mirador Mundial” en CNN en Español. Además de haber cubierto la guerra en Ucrania durante un mes, ha reportado sobre conflictos mundiales, desastres naturales y procesos electorales en países como México, Venezuela, Brasil, Colombia, Chile, Haití y Francia. Sus reportes y artículos, en español y en inglés, se publican por televisión y plataformas digitales en todas las cadenas de CNN en todo el mundo. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente del autor. Puedes encontrar más artículos de opinión en CNNe.com/opinion.

(CNN Español) -- 29 de marzo de 2022. Por fin crucé la frontera de Polonia. Ya estoy en Ucrania. Lo primero que me llama la atención al entrar al país en guerra es que el gris lo domina todo. Grises son los valles que atraviesa la carretera por la que viajamos. Gris es el cielo de este mediodía de una primavera que no aparece por ningún lado. Gris es el humor de las autoridades de la frontera que acaban de revisar mis documentos. Gris es el semblante de las decenas de miles de madres que huyen del país con hijos pequeños en brazos, buscando refugio en Polonia, Hungría y Rumania, sin saber si algún día volverán a ver a los maridos que dejaron atrás, en el frente de batalla. Y gris es el temperamento de los ucranianos que están todavía tratando de asimilar la cruda realidad de que su país es víctima de una invasión atroz y sin sentido.

Gris también es el temperamento de mi chofer/traductor/guía, que me recogió en Cracovia, Polonia. Toca la casualidad de que justo antes de ir a recogerme al aeropuerto acababa de poner a su esposa, a su hija y a su madre en un vuelo rumbo a Milán. Hacía apenas dos días que un misil había pasado por encima del edificio residencial de Lviv donde vivían. Para mi guía, esa fue la gota que derramó el vaso. Al igual que a millones de ucranianos, la guerra separó a su familia.

Para mi sorpresa, y para la sorpresa del resto del mundo, pese al embate de los misiles rusos que en esos primeros días de la guerra caían en territorio ucraniano por docenas, Ucrania era un país aterrado, pero no doblegado.

Me llamó la atención un cartel que vi en el distrito de Yavorivs'kyi. “No huyas; protege [a tu patria]”, decía en letras enormes. Era un mensaje que los hombres en edad de combate, y también muchas mujeres, tomaron a pecho. Muchos se enlistaron en el Ejército. Después, encontré otro cartel en la ciudad de Lviv, que mostraba un oso con una pata cercenada por un animal mucho más pequeño. La leyenda bajo la ilustración no podía ser más clara: “El que venga a nosotros espada en mano, por la espada morirá”, decía.

Mi chofer me pone la imagen en contexto. “Los ucranianos estamos conscientes de que somos un país más pequeño, con menos armamento y menos soldados que Rusia. Y, ciertamente, tenemos miedo”, me dice. Pero también aclara que la decisión del Kremlin de invadir ha provocado un cambio radical en su país.

Antes de la invasión había un bloque significativo de ucranianos que simpatizaban con Vladimir Putin. Pero tras el inicio de la guerra y, especialmente tras las atrocidades cometidas por las fuerzas de Putin en poblaciones como Bucha y Borodianka, donde los rusos violaron y asesinaron mujeres y mataron tanto a hombres como a niños, ese sentir cambió para siempre. “De entre todas las cosas malas que ha hecho Putin, hay una buena: logró que Ucrania se uniera, algo que no había logrado ningún presidente ucraniano en 30 años”, me dijo el guía. Ese fue el favor que Putin le hizo a Ucrania.

Cubrir la invasión fue experimentar en carne propia solo una fracción del horror que viven millones de personas atrapadas en conflictos y guerras en el mundo. Las alarmas por los ataques aéreos sonaban en todo momento. Al principio, me preocupaba la posibilidad de que nuestro equipo fuera alcanzado por un misil. Pero tras una semana de oírlas constantemente, día y noche y, a veces, hora tras hora, dejaron de surtir efecto. Fue entonces cuando cayeron cuatro misiles a escasos kilómetros de nosotros, dejando siete muertos y 11 heridos. ¿A qué huele la guerra? Ese día lo supe. ás tarde, nos enteramos de que los rusos habían lanzado otros cuatro misiles en nuestra dirección que, afortunadamente, fueron derribados por las defensas aéreas de Ucrania.

A un año del principio de la invasión, la guerra me sigue pareciendo tan surreal como en el tiempo en el que estuve en Ucrania cubriéndola. Hay imágenes que me han quedado grabadas para siempre en la memoria: edificios públicos atrincherados con bolsas de arena, búnkeres de la Segunda Guerra Mundial que volvieron a ser útiles, soldados y policías tensos y con el dedo en el gatillo, gente de compras en las horas que no había toque de queda, el músico en el Parque Ivan Franko que desafiaba con sus notas las balas rusas, y el rechinar del tranvía que nunca dejó de transitar.

Me quedo con el recuerdo de un presidente que se negó a huir, de un padre que prefirió tener a su familia lejos, pero segura, y de un país que, entonces y ahora, le ha demostrado al mundo que la unión hace la fuerza.