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Turismo

OPINIÓN | ¿Por qué viajamos? ¿Para encontrar una nueva realidad? ¡Yo busco caminar sobre la historia!

Por Mari Rodríguez Ichaso

Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento. Productora de cine. Columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion

(CNN Español) –– ¿Por qué viajamos? ¿Qué buscamos? ¿Qué nos produce placer? Viajar ya no es “un sueño” sino parte de nuestro estilo de vida. En mi caso lo que busco al viajar es caminar sobre la historia, conocer lugares sobre los que he leído toda la vida ––e imaginarme cómo fueron las cosas que existieron mucho antes que yo. ¡Es una aventura fascinante que me encanta!

Por ejemplo, cuando pongo mi mano en los pasamanos de las escaleras del Palacio de Versalles y subo aquellos escalones, pienso cómo sería la vida cuando reyes y reinas habitaron allí. La vida de la reina María Antonieta, o de Luis XIV, el célebre “Rey Sol” ––o de la famosa amante de Luis XV, la poderosa madame de Pompadour––. Sí, me intriga muchísimo ese “caminar sobre la historia”, imaginar quienes ponían su mano en aquellos pasamanos y quienes se desplazaban por esas escaleras en que los pequeños zapatitos de la pobre María Antonieta ––¡eran muy pequeños!–– tocaban esos curiosamente intactos escalones de mármol.

Para mí visitar palacios o castillos es mucho más que ver un monumento, pues es, antes que nada, revisitar la historia e imaginarnos lo que allí pasó y por qué ocurrió. Por eso siempre recomiendo leer sobre los lugares que se vayan a visitar, ya que triplica el placer de viajar. ¡Y saber qué ha pasado allí y qué personajes vivieron o pasaron por esos sitios es absolutamente fascinante! Una especie de telenovela. En ese rumbo, el icónico Palacio de Versalles, en las afueras de París, es uno de los más emblemáticos e ideales para hacer esto. ¡Tantas historias e intrigas maravillosas que allí se esconden!

Lo mismo me sucedió cuando visité el castillo de Highclere en el Reino Unido, donde se rodó “Downton Abbey”. Fue fabuloso ver los salones, las habitaciones, los jardines de la reconocida serie de televisión. Existe una excursión que parte de Londres y recorre los sitios donde se grabó el programa, como la iglesia donde se casó lady Mary, la granja de los cerdos, los antiguos pueblitos por cuyas callecitas paseaban los personajes, a los que podemos imaginarnos caminando sobre esos viejos adoquines. ¡Es superdivertido!

Las iglesias y mezquitas de Estambul son verdaderas maravillas (antes de visitarlas leí mucho sobre la mezquita Azul, Hagia Sophia y el palacio de Topkapi, y entendí a fondo lo que conocí). Y cuando, hace muchos años, fui a Moscú, me di cuenta por primera vez de que el Kremlin es una miniciudad, con unas iglesias divinas dentro de antiguas murallas. Pude imaginar la suntuosa (y muy controvertida) vida de Catalina, la Grande, en su gran palacio en las afueras de San Petersburgo, donde nos hicieron poner unos cómicos zapatos de papel para poder caminar sobre el piso recién pulido de sus grandes salones.

Esa misma sensación de descubrimiento se logra en miles de lugares en este planeta, donde a veces nos parece ser testigos de una magia única, como cuando viajamos a conocer tesoros de la naturaleza ––¡como las islas de los mares del Sur, los glaciares del sur de Argentina y Chile, o las enormes sabanas por donde corren miles y miles de animales en el Serengueti en África! Recuerdo que una vez aplaudí emocionada cuando vi las barcas en formas de mariposas flotando en el lago Pátzcuaro, en México. ¡Qué belleza y qué momento más extraordinario! E igual que nos fascina la historia que nace de las acciones de los hombres y sus culturas ––como la visión de Machu Picchu y la civilización Inca en Perú, o las Pirámides de Guiza en Egipto–– nos dejan sin habla las maravillas naturales. El Gran Cañón del Colorado en Arizona, Estados Unidos; las rías gallegas en España; la armonía de la belleza del mar Caribe y sus puestas de sol, las islas griegas como pequeñas joyas flotando en el mar Egeo… la lista es interminable y cada uno de nosotros tiene la suya.

En resumen: viajar es parte de vivir ––y de revivir––, y si lo hacemos bien informados y con una gran dosis de curiosidad, es una de las grandes aventuras y vivencias del ser humano. Y, cuando uno no se puede trasladar, he encontrado que recordar nuestros viajes pasados con fotos y videos es también fabuloso. Y ver documentales de viajes en Netflix, YouTube o Amazon, ¡es absolutamente regio para conocer secretos que ni siquiera podíamos imaginar!