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Llamado a la Tierra

Llegó al Amazonas y los indígenas lo bautizaron "omacha" o "el delfín que se convierte en hombre". Tenían una poderosa razón

Por CNN Español

Llamado a la Tierra es una serie editorial de CNN comprometida con reportar los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta, además de mostrar las soluciones a esos retos. La Iniciativa Perpetual Planet, de Rolex, se ha asociado con CNN para crear conciencia y educación sobre los asuntos de sostenibilidad claves y para inspirar acciones positivas.

(CNN Español) -- En la Amazonía colombiana, donde trabaja desde hace décadas, a Fernando Trujillo los indígenas lo bautizaron "omacha". Al principio pensó que se trataba de una burla, hasta que le enseñaron el significado de esa poderosa palabra: "el delfín que se convierte en hombre".

Trujillo, explorador de National Geographic, es oriundo de Bogotá, pero desde pequeño se interesó por la fauna que se encontraba más allá de los límites de la capital colombiana. Entonces decidió estudiar Biología Marina.

Cuando yo empecé a estudiar Biología Marina me apasionaban los grandes vertebrados acuáticos. Soñaba con trabajar con tiburones, con ballenas, con delfines, especialmente en el mar, porque yo me formé como biólogo marino, pero escuchar que había delfines de agua dulce en el Amazonas fue todo un descubrimiento. Era como un ser mitológico. Empecé a buscar y no se sabía prácticamente nada. Había muy pocos estudios" cuenta, en diálogo con CNN en Español.

Siendo joven asistió a una conferencia del oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau, cuyos documentales veía, y se animó a entablar un tímido diálogo con él. Entonces, el investigador le dijo que nadie estaba estudiando a los delfines rosados.

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“De alguna manera generó esa chispa en mí, esa ilusión”, recuerda.

Supo que su misión estaba allí y allí se dirigió. Viajó en un avión de carga a la ciudad de Leticia y, desde ese punto en barco, a un pequeño pueblo indígena que se llama Puerto Nariño.

“Era un pueblo muy pequeño y muy pacífico, y ahí fue donde se cocinó de alguna manera toda esa pasión, todo ese romanticismo por conservar una especie”.

La conservación de los "jaguares del agua"

“Mi trabajo es muy variado, pero básicamente está concentrado en la conservación de la Amazonía y la Orinoquía. Para hacer esto, hace muchos años escogí una especie emblemática, que son los delfines rosados”, explica Trujillo, quien en 1991 creó la Fundación Omacha.

En el Amazonas hay dos tipos de delfines, cuenta. Al rosado, que es muy inteligente, le gusta acercarse mucho a los seres humanos. "Entonces se acerca a las canoas, suelta burbujas y eso genera un montón de historias y mitologías alrededor de ellos. Cambian de color, son grises y después de un rato de hacer mucho ejercicio se vuelven rosados. Entonces esto ha generado, digamos, un montón de fantasías e historias alrededor de ellos”, relata.

Luego están los grises, más pequeños, más tímidos y muy saltarines.

“La gente local los ve de maneras muy diferentes. Al rosado le tienen respeto e incluso miedo, y al delfín gris lo ven como una criatura apacible, amorosa, que hay que cuidar”.

La metáfora de “jaguares del agua” aplica a la perfección, según su relato: cuando se inunda la selva, dice, se meten en ella y literalmente vuelan entre los árboles capturando peces.

Como parte de la Expedición Perpetual Planet al Amazonas, de National Geographic y Rolex, este biólogo lucha por preservar esos ecosistemas.

Con los delfines rosados como disparador, ha hecho más de 80 expediciones por toda Sudamérica para diagnosticar la situación de los ríos.

Este es el resultado: “hemos podido entender, gracias a los delfines, problemas como la contaminación, la deforestación, el impacto de las hidroeléctricas, la minería ilegal y, al mismo tiempo, gracias a los delfines hemos podido también diseñar áreas protegidas en ecosistemas acuáticos”.

“Los indígenas fueron mis profesores”

Desde el momento en que llegó a la Amazonía, Trujillo tejió su relación con las comunidades indígenas. “Llega uno con la arrogancia de un universitario que cree que sabe todo y se da cuenta que no sabe nada”, explica. “Los indígenas fueron mis profesores”.

Así recuerda sus inicios, estudiando los delfines: “contaba los delfines y me decían 'no, está contando el mismo delfín varias veces'. Y se burlaban mucho de mí, pero con cariño, y me fueron enseñando. Así que de alguna manera creamos ese vínculo muy estrecho con estas personas que ahora son los abuelos y las abuelas de esta comunidad”.

Para poder trabajar con las comunidades, dice, lo que hay que hacer es “echar raíces” en el territorio.

“Los indígenas veían con recelo a los biólogos, los antropólogos. Yo les decía '¿por qué?'. Ellos me decían 'ustedes vienen, toman información y nunca vuelven, se hacen famosos, publican la información, pero a nosotros no nos queda nada'".

Escuchar ese argumento hizo que Trujillo decidiera quedarse, decidiera echar raíces.

Los indígenas lo bautizaron "omacha". Al principio pensó que era algún tipo de mofa, pero lo cierto es que era todo lo contrario: “me dijeron 'omacha es el delfín que se transforma en gente. Y nosotros pensamos que usted es un delfín que salió del agua, se transformó en gente y quiere proteger a los delfines. Si no, ¿cómo se explica esa pasión que tiene usted y esa vehemencia por conservar a estos animales?'”.

Los acuerdos de pesca

Uno de los elementos clave del trabajo en el Amazonas han sido los acuerdos de pesca con los indígenas.

Los primeros fueron en 1992 y los hicieron “mal”, dice Trujillo, porque “les impusieron a las comunidades unas reglas desde afuera y ellos dijeron que estaban de acuerdo, pero en realidad nunca las cumplieron. No surgió de ellos mismos. En eso nos equivocamos”, sintetiza Trujillo, que luego de estudiar Biología Marina en Colombia estudió Ciencias Ambientales en Londres y Zoología en Escocia.

En 2008, la situación cambió: los líderes indigenas se acercaron y propusieron rehacer los acuerdos, entonces bajo sus propias reglas. Desde ese momento, cuenta Trujillo, han sido reconocidos por la FAO como ejemplo positivo de la seguridad alimentaria en comunidades indígenas.

“Lo que hemos hecho es que ellos han decidido unas reglas de qué peces se pueden capturar, en qué época se pueden capturar y con qué artes de pesca se pueden pescar”, dice, mencionando la existencia de "guardianes del lago” que monitorean lo que efectivamente sucede.

Del Amazonas de Colombia al Ganges en la India

Los delfines rosados son el motivo que llevó a Trujillo al Amazonas, pero no son el objetivo final de su trabajo. Así lo explica: "nosotros no trabajamos por los delfines únicamente, trabajamos por todo el ecosistema. Los delfines se volvieron una buena excusa. Los delfines son los embajadores de la conservación de los grandes ríos".

Esta visión, a su vez, les ha permitido trascender las barreras del Amazonas e incluso de Sudamérica.

“Los delfines nos han llevado al río Ganges, en la India, al río Mekong, en Cambodia. Hemos podido participar de expediciones a la Antártida. Entonces, creo que de alguna manera se ha construido ahí algo sólido alrededor de esta Fundación (Omacha), que es una fundación pequeña pero con sombra grande”.

Después de décadas de estudio, activismo y dedicación, Trujillo reconoce la fórmula de ingredientes diversos que permite avanzar en la conservación: "creo que lo más importante es tener pasión, disciplina, dedicación y tratar siempre de guardar algo de esperanza en un mundo complicado como este”.