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Política

¿Puede Hillary Clinton escapar de su fama?

Por Gloria Borger, jefe analista política de CNN

(CNN) — No es difícil imaginar las conversaciones dentro del campo del prelanzamiento de Hillary Clinton: ¿cómo tomamos a la mujer más conocida del mundo y la hacemos parecer menos importante?

¿Cómo puede la gente en Iowa y Nueva Hampshire conocer a la "verdadera Hillary", la metodista del medio oeste? (Como me dijo un amigo, ella es alguien a quien "le gusta cantar 'God Bless America' en la víspera de Año Nuevo"). ¿Cómo podríamos abrir la mente de las personas acerca de alguien de quien todos ya tienen una opinión?

Sin duda, son las mismas preguntas que el personal hizo en el 2008 cuando se enfrentó al novato Barack Obama, y ​​las mismas preguntas que hicieron cuando, como primera dama, se postuló para el Senado en Nueva York. En esa contienda, terminó invirtiendo mucho tiempo de calidad para ser todo oídos al norte del estado de Nueva York. En esta contienda, ella podría estar invirtiendo mucho tiempo en todo lo que puedas comer en Diners, Drive-ins and Dives... al igual que el programa de televisión. (Con la excepción de que Guy Fieri posiblemente ha sido reconocido por la multitud en Chipotle. Solo por decirlo).

Dejando de lado las comidas, es difícil –casi imposible– lanzar una campaña para una audiencia limitada con una política súperestrella. Todos los anuncios diáfanos, los salones de clases pequeños y los cafés no pueden ocultar el esfuerzo al estilo de Houdini que Hillary Clinton está haciendo para escapar de la realidad inescapable: que incluso su camioneta de "Scooby-Doo" es seguida por cantidad de reporteros. (Medio imaginé un momento de O.J. cuando un helicóptero sobrevolaba mientras ella se dirigía por la Interestatal 80).

Por mucho que intente lanzar su campaña con un humilde comienzo —sin que le corresponda nada— no puede cambiar lo que es. Prácticamente no tiene oposición. Sin mencionar que es famosa, exitosa y polémica.

Mientras vemos cómo se desarrollan las cosas, es difícil subestimar la tarea que tiene por delante. También es difícil determinar si en realidad va a funcionar. Hillary Clinton —y su equipo de campaña con experiencia— son disciplinados y trabajan incansablemente en el mensaje. Por lo general, esto es bueno cuando llevas a cabo una campaña presidencial. Pero cuando te encuentras en una universidad comunitaria en Iowa y hablas de las razones por las que te has postulado y de tu currículum —de manera espontánea— parece menos efectivo y más incongruente, por extraño que parezca. (Especialmente cuando la exsecretaria de Estado describió su ejercicio en cuatro palabras como "defender a nuestro país". Algo breve, en mi opinión).

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Quizás es que las viejas lecciones de la disciplina de los mensajes no funcionan en el ambiente informal que la campaña está tratando de crear... al menos no con esta candidata. La combinación más difícil en la política es esa mezcla perfecta de la espontaneidad y disciplina. La capacidad de entender exactamente lo que tienes que decir (una y otra vez) y luego decirlo como si nunca lo has dicho antes. Y dar la impresión de que lo estás disfrutando cuando lo haces.

Nos gusta decir que es autenticidad, pero probablemente no lo es. Es una excelente habilidad que combina conexión y seriedad, las dos cualidades que los votantes exigen en un presidente. (Una mayoría de los votantes –53%– dicen que quieren votar por alguien que ha sido financieramente exitoso y no por alguien que no lo ha sido). Así que este es el equilibrio: si eres demasiado parecido a ellos, no eres alguien especial por el que les llame la atención votar. Pero si eres demasiado diferente, no eres alguien con el que se les haga fácil identificarse.

Es un equilibrio que no se le da con facilidad a Hillary Clinton. Pero ella no está sola.

Cuando el presidente George H.W. Bush se postuló para la reelección en 1992, se enfrentó a sus propios problemas de imagen. Sus rivales populistas decían que era insensible a los problemas de la clase media del estado en apuros de Nueva Hampshire.

Con mucho esfuerzo, Bush intentó dejar de lado la imagen presidencial, visitó algunos ayuntamientos y pronunció la célebre frase: "Mensaje: me importa". Algunos dijeron que en realidad leyó una tarjeta con notas, pero también dijo esto: "No sé qué es lo que tengo que hacer para convencer a la gente de aquí de que realmente me preocupa esto (la economía). Sí, me preocupa".

Él perdió. Perdió contra un empático Bill Clinton que "siente tu dolor". Y el resto, como dicen, es historia. O, en el caso de Hillary, al menos está tratando de hacer historia.