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Política

OPINIÓN | Biden extiende la alfombra roja a un controvertido líder mundial

Por Frida Ghitis

Nota del editor: Frida Ghitis, (@fridaghitis) exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora semanal de opinión de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen únicamente a su autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) -- Las imágenes que el mundo verá esta semana cuando el primer ministro de la India, Narendra Modi, visite Estados Unidos podrían servir de punto de inflexión en una de las relaciones más importantes del mundo. Ese es, al menos, el potencial de esta semana llena de acontecimientos.

Aunque Estados Unidos e India ya habían mantenido buenas relaciones, la visita de Estado prevista indica que los líderes estadounidenses están interesados en impulsar una relación que podría reorganizar el tablero mundial.

La visita comienza este miércoles, cuando Modi encabezará el Día del Yoga en las Naciones Unidas. Pero será el jueves cuando los focos de Washington se posen sobre él.

Primero tendrá una rápida bienvenida en la Casa Blanca y después pronunciará un discurso ante una sesión conjunta del Congreso. Más tarde, ese mismo día, llegará el momento simbólico culminante del viaje: la gran cena de Estado en la Casa Blanca, un honor que el presidente Joe Biden solo ha concedido a otras dos personas desde que asumió el cargo: los presidentes de Francia y Corea del Sur, aliados de Estados Unidos.

Cuesta creer que el hombre al que Washington despliega la alfombra roja sea el mismo al que prohibió la entrada a Estados Unidos en 2005. Se le denegó el visado diplomático después de que el estado que dirigía, Gujarat, se convirtiera en escenario de disturbios antimusulmanes que dejaron cientos de muertos. Una investigación exculpó a Modi, que más tarde se convirtió en primer ministro, cargo que ocupa desde 2014.

Modi sigue siendo controvertido, tan controvertido que más de 70 congresistas demócratas escribieron una carta a Biden instándole a hablar de los abusos contra los derechos humanos, pero un fortalecimiento significativo de la relación entre Estados Unidos e India podría crear una alianza poderosa, precisamente en el lugar y en el momento en que más se necesita.

De hecho, es probable que se acuse a Biden de hipocresía por restar importancia a las cuestiones de los derechos humanos y la erosión de la democracia bajo Modi, acusaciones ambas que Modi afirma que son falsas. Pero los tiempos que corren, con la furiosa invasión rusa de Ucrania y el aumento del perfil militar antioccidental de China, exigen una medida de realpolitik.

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El primer ministro de la India, Narendra Modi, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reúnen en el Despacho Oval, en septiembre de 2021. La reunión formaba parte de una cumbre "Quad", que incluía a líderes de Australia y Japón. Crédito: Sarahbeth Maney/Getty Images

Imagínense a EE.UU., la mayor economía del mundo con la fuerza militar más potente, uniendo fuerzas con la India, el país más poblado del planeta y la mayor democracia del mundo, aunque muy imperfecta, situada en uno de los lugares más estratégicos del planeta.

Para cubrir a Modi de honores, Washington está haciendo un frío cálculo. No cabe duda de que la democracia india ha ido retrocediendo. Aunque el gobierno de Modi lo niega, las organizaciones de derechos humanos afirman que la discriminación contra los musulmanes ha empeorado bajo el mandato de Modi y su partido nacionalista hindú Bharatiya Janata. Los periodistas dicen que se les está amordazando, y los políticos de la oposición se enfrentan a procesos judiciales.

El antiguo líder del partido de la oposición, Rahul Gandhi, heredero de la dinastía fundadora de India, fue condenado a dos años de cárcel por menospreciar el nombre de "Modi". Como consecuencia, fue expulsado del Parlamento, apartado de hecho de la política de cara a las elecciones del año que viene. Gandhi apeló la sentencia.

Y, sin embargo, la frágil democracia india está muy por delante de otras de su entorno, las que más preocupan a Estados Unidos.

Ni siquiera está cerca.

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, conversa con el primer ministro de la India, Narendra Modi, en la inauguración de la Cumbre del G20 en Bali, en noviembre. Los líderes mundiales volverán a reunirse en la Casa Blanca el jueves. (Crédito: Bay Ismoyo/AFP/Getty Images)

El organismo de control de la democracia Freedom House califica a India de "parcialmente libre". Pero la califica de "democracia multipartidista", en comparación con la vecina China, calificada de "no libre" y descrita por Freedom House como un "régimen autoritario" que "se ha vuelto cada vez más represivo". O con Rusia, al norte, también calificada de "no libre" y descrita por Freedom House como un "sistema político autoritario" donde el poder está "concentrado en manos del presidente Vladimir Putin".

El liderazgo implica hacer concesiones, y la administración Biden, que ha hecho de la búsqueda para detener el retroceso democrático un elemento clave de su política exterior, ya ha decidido cómo jugar en este sentido. Está enmarcando la decisión reconociendo los retos que incluso Estados Unidos ha soportado.

"India y Estados Unidos son países grandes y complicados", dijo el secretario de Estado, Anthony Blinken, en un discurso reciente. Ambos países tienen que trabajar para "fortalecer nuestras democracias [un objetivo estadounidense], para liberar todo el potencial de nuestros pueblos [un objetivo indio]" pero, concluyó, "la trayectoria de esta asociación es inequívoca, y está llena de promesas".

Biden no hará la vista gorda ante los aspectos más inquietantes del gobierno de Modi. Los funcionarios afirman que Biden planteará la cuestión de la situación de los derechos humanos en la India y el retroceso de la democracia, pero es probable que les reste importancia. Al fin y al cabo, situar públicamente los derechos humanos en el centro de las relaciones con Arabia Saudita no hizo más que abrir la puerta de la región a China.

En el orden del día figurará otro punto de desacuerdo: Rusia. Modi solo ha criticado levemente la invasión de Putin, aprovechando la crisis para abastecerse de petróleo ruso a bajo precio. De hecho, India multiplicó por diez sus compras de petróleo ruso en 2022, el año en que comenzó la guerra. Lejos de las cámaras, Biden también presionará a Modi sobre las compras de petróleo y armas a Rusia, instándole a reducirlas.

Biden intentará acercar a India a Estados Unidos y a sus aliados, y alejarla de Rusia y de su amigo autoritario, China, que también es un polémico rival de India, con sus fuerzas militares desplegadas frente a frente en su frontera común en lo alto del Himalaya.

Mientras tanto, Modi necesita impulsar los resultados económicos de India. India ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza, pero su ritmo de crecimiento económico ha sido mucho más lento que el de su vecina China. A pesar de albergar a algunos de los magnates más ricos del mundo, India es también el país con mayor número de pobres.

Modi y la India tienen que mejorar su nivel de vida. Solo entonces podrán considerarse realmente exitosos. Y, para ello, unos lazos más estrechos con Estados Unidos podrían ser fundamentales.

Además, Modi también quiere estrechar los lazos militares, especialmente en vista de su tensa relación con China. Ese proceso ya comenzó, con la reactivación por parte del Gobierno de Biden de la llamada Quad, un bloque de potencias del Pacífico y el Índico liderado por Washington: Australia, Japón, India y Estados Unidos.

Si todo va bien, el sonido de Modi practicando yoga en Nueva York un día, hablando en el Capitolio al siguiente y más tarde siendo agasajado en la Casa Blanca, podría marcar un nuevo comienzo en una relación histórica, con consecuencias de largo alcance.