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Análisis

ANÁLISIS | ¿Cómo es un ataque terrestre de Israel en Gaza? Esto recuerdo del que viví

Por Ben Wedeman

Jerusalén (CNN) -- "¡Agáchense!", exclamó el médico del asiento delantero cuando nuestra ambulancia llegaba al puesto de control israelí.

A través de la ventana delantera pude ver tanques al lado de la carretera y soldados israelíes nerviosos que levantaban sus armas mientras nos acercábamos.

Era enero de 2009 y el equipo de CNN se había subido a un convoy de ambulancias que iba por la carretera costera desde Rafah, en el sur de Gaza, hacia la ciudad de Gaza. Los médicos nos permitieron acompañarlos con la condición de que nos escondiéramos en sus camillas.

Era lo que Israel había bautizado como "Operación Plomo Fundido", la primera de una serie de distinta duración entre Israel y Gaza en 2012, 2014, 2021 y 2022. La operación en curso en Gaza fue precedida por otra este mes de mayo.

Tras un breve intercambio con los médicos de los asientos delanteros, los soldados nos dejaron pasar sin inspeccionar las ambulancias.

Fue la operación terrestre israelí más profunda en Gaza desde la retirada de ese territorio en 2005. Entonces, las tropas israelíes evitaban en gran medida las zonas más urbanizadas y abarrotadas, en particular los ocho campos de refugiados de Gaza. Eran muy conscientes de que entrar en los estrechos callejones de campos como el de al-Shati, uno de los más populosos, sería arriesgado. Su objetivo era controlar la periferia de las zonas urbanas.

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La táctica de Israel siempre ha sido moverse con rapidez y controlar todo el territorio posible, pero evitar los combates calle a calle, casa por casa, donde un adversario más débil puede sacar el máximo partido del terreno. Entrar en las zonas urbanas de Gaza aportaría un elemento completamente nuevo a la lucha.

Por el momento, las fuerzas israelíes se enfrentan a Hamas. Pero Gaza alberga una miríada de grupos armados palestinos, como la Yihad Islámica, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), por nombrar algunos. No cuentan con los recursos humanos ni el armamento de Hamas, pero son lo bastante numerosos como para oponer una seria resistencia.

En marzo de 2008, fui a Gaza para cubrir una incursión israelí en el norte, esta vez bautizada como "Invierno caliente", otro intento de detener el lanzamiento de cohetes desde Gaza. En aquel momento, Hamas tenía el control total de Gaza, tras haber expulsado el año anterior a la facción rival Al Fatah. Pero cuando llegué a la zona en la que las fuerzas israelíes intentaban avanzar, no eran combatientes de Hamas sino hombres armados del FPLP los que libraban batallas callejeras con las tropas israelíes. Entraban y salían de los callejones, cruzaban las calles a toda velocidad con lanzagranadas y rifles de asalto Kalashinkov. Los jóvenes estaban casi eufóricos. Por fin tenían la oportunidad de luchar contra las tropas israelíes en su propio terreno. Finalmente, los israelíes se retiraron. Los cohetes continuaron.

Si nos remontamos al verano de 1982, cuando Israel invadió Líbano persiguiendo a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), las fuerzas israelíes llegaron hasta Beirut y luego se detuvieron en las afueras, estableciendo un asedio muy parecido al anunciado el lunes por el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant. Ya entonces estaba claro que entrar en Beirut, especialmente en los campos de refugiados palestinos, sería una misión mortal para todos.

Durante el asedio que siguió, los aviones de combate y la artillería israelíes bombardearon Beirut occidental, pero las tropas de tierra se mantuvieron fuera de Beirut propiamente dicha.

Al final, bajo la presión estadounidense, se llegó a un acuerdo por el que los combatientes palestinos evacuarían Beirut y Líbano hacia Yemen, Túnez y otros lugares. Solo después de su salida, las tropas israelíes tomaron el control de la parte occidental de la ciudad. Poco después, en septiembre de 1982, con Israel en control del oeste de Beirut, el ejército israelí, bajo la dirección del entonces ministro de Defensa, Ariel Sharon, permitió a sus aliados libaneses cristianos de derechas, los Kataib, entrar en el campo de refugiados de Sabra y Shatila y masacrar a más de mil civiles que ya no podían defenderse porque los hombres en edad de combatir y sus armas se habían marchado como parte del acuerdo con la OLP mediado por Estados Unidos.

El ejército israelí ha movilizado ahora a 300.000 reservistas para lo que ahora se cree ampliamente que será una incursión sin precedentes en Gaza y quizá, especulan algunos, una reocupación del enclave, tras el ataque sorpresa de Hamas del sábado, que mató a más de 1.000 personas en Israel.

Lo que le espera es un Hamas que ha demostrado, a pesar de la crueldad exhibida en su ataque del sábado, un nivel de capacidad militar muy superior a lo que se pensaba. Probablemente esté bien preparado para la siguiente fase de esta guerra.

Desde el fin de semana, Israel ha lanzado cientos de ataques de castigo sobre Gaza, convirtiendo algunas zonas en páramos de concreto destrozado y metal retorcido. En el proceso han muerto cientos de palestinos, entre ellos muchos civiles. Y esto es tan solo la fase inicial de esta guerra.

Si llega, la operación terrestre será mucho más sangrienta y destructiva. Las fuerzas israelíes también tendrán que tener en cuenta que, repartidos por Gaza, hay más de un centenar de israelíes: soldados y civiles, incluidos mujeres y niños, cautivos de Hamas. Y aunque nadie fuera de Hamas sabe dónde están retenidos, es probable que se encuentren en las zonas de más difícil acceso para las fuerzas israelíes, posiblemente en campos de refugiados abarrotados.

Por muy ansiosos que estén los dirigentes israelíes por asestar un golpe mortal a Hamás, el precio será muy alto. Para todos.