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Ascenso social en Argentina: la difícil ruta para salir de la pobreza

Por Betiana Fernández Martino

(CNN Español) -- Fran creció con su mamá y tres hermanos en una habitación y compartían el baño con los vecinos. Su mamá limpiaba casas particulares y tenía trabajos temporales. Nunca logró conseguir un empleo formal. Fran sí: a sus 23 años, es uno de los pocos jóvenes en Argentina que pudo ascender en la tan deseada movilidad social.

La cuadra donde ahora vive Fran en San Miguel ―noroeste del Gran Buenos Aires― tiene piso de tierra. Ya de noche, se ve poco con los dos faroles que iluminan la calle, donde cuesta encontrar la numeración. Él camina despacio, con la tranquilidad de quien sabe que va a llegar y marcar el final del día con un abrazo a sus hijos, después de una larga jornada de trabajo, visitando clientes de una empresa que instala cocinas. Para eso, Fran viaja un par de horas. Pero eso no le pesa.

Camina hasta su casa quizás recordando que la oscuridad de las calles era mayor en el barrio donde creció. Cuando tenía nueve años, su papá murió y su mamá quedó sola, a cargo de él y sus hermanos. En la casa que comparte ahora con su familia hay dos cuartos, un baño y una amplia sala-comedor: todo lo que no tuvo de chico.

En Argentina, cuatro de cada 10 personas son pobres, y de esas una está por debajo de la línea de la indigencia, según las cifras oficiales de la medición del último semestre de 2023. Esos números no incluyen enero (cuando la inflación fue del 20,6%), febrero (cuando los precios aumentaron 13,2%), ni marzo.

Y los datos de pobreza no son los únicos desalentadores.

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Efecto de la educación y el empleo vs. familia de origen

Según un reporte del centro de estudios Fundar que analizó cuánto influye en el futuro de los jóvenes las condiciones del hogar en el que crecieron, la movilidad social no es tan común en este país.

"Nosotros exploramos que hay dos mecanismos de transmisión: la vía educativa y la vía laboral ocupacional. Y en ambos casos, lo que encontramos es una transmisión muy fuerte de padres a hijos y de madres a hijas. Es decir, los hijos tienen niveles educativos parecidos a los de sus padres y además también se insertan en trabajos similares a los padres: eso nos dice que hay ciertos límites a la movilidad social. Lo que querríamos idealmente es que todo el mundo se enfrente a las mismas oportunidades educativas y ocupacionales, independientemente del hogar en el que crecieron, y eso no ocurre", explica el economista Martín Trombetta, uno de los autores del estudio.

"Casi la totalidad de las personas cuyos padres realizaban tareas no calificadas trabajan también en un puesto no calificado. En cambio, haber crecido en un hogar donde el padre o la madre tenían un empleo calificado cuadruplica la probabilidad de que el hijo o la hija acceda a un empleo calificado", agrega.

Uno de los motivos que enumera el estudio de Fundar de por qué es difícil conseguir una movilidad social ascendente en el país se ilustra con el caso de Daniela, cuyo padre ―con quien se crió― no contaba con estudios ni empleo formal.

Ahora que Daniela cuenta con un trabajo formal, vive mejor con su mamá, su abuela y su hermano menor. En su casa, todos aportan. A través de la ventana que da al patio, su abuela prende la manguera y empieza a limpiar los pisos. Pasa una escoba, riega las plantas y le pregunta a su nieta qué puede cocinar ese mediodía. Dani le da un mate mientras debaten las opciones: esos días previos a la Pascua, no quieren comer carne. Pero si quisieran, podrían comprarla. Porque el sueldo de Dani y el de su mamá alcanzan para tener una buena calidad de vida.

A futuro, quiere terminar su carrera en la Universidad de Lanús y trabajar en relaciones internacionales. Mientras alcanza su objetivo, trabaja a medio tiempo en una agencia de lotería, pero cuenta que no fue fácil tener un trabajo formal: "Hoy en día, con 20 años, es difícil entrar en un trabajo bien, pago en blanco (formal), con obra social, con aportes, porque, siendo sincera, no existe casi el campo laboral legal hoy en día para un adulto joven".

Integrantes de una organización social utilizan una carretilla para distribuir tanques de gasolina a personas duramente afectadas por la crisis económica, en la Villa 21-24 de Buenos Aires el 29 de septiembre de 2020 (Foto de RONALDO SCHEMIDT/AFP vía Getty Images)

Agravante de género

A esto se le suma un agravante de género, explica Trombetta, de Fundar. "Para aquellos trabajadores cuyos padres tenían un puesto calificado, la probabilidad de tener un empleo similar es del 41,6% en varones y del 23,1% en mujeres", detalla.

La brecha de género también la sintió Anahí Galván. Ella y su hermano fueron a la misma escuela secundaria técnica. Cuando salieron a buscar empleo, él consiguió fácilmente, y Anahí tardó dos años en obtener un trabajo formal. En sus búsquedas, veía que pedían contar con conocimientos como los que ella tenía, pero solo buscaban varones y no la llamaban. Fue recién después de participar en un curso en la Fundación Empujar, una organización que ayuda a jóvenes a insertarse en el mundo laboral, que pudo hallar vacantes que incluyeran mujeres.

"Me sentía perdida. Llegó un momento donde decía: 'No puede ser, elegí una carrera que me gusta, pero que no voy a poder trabajar por el hecho que no me van a tomar porque soy mujer'", explica Anahí.

En su trabajo actual, cuenta, hay políticas de inclusión que buscan sumar a más mujeres a trabajos que tradicionalmente se asociaban a los hombres. Gracias a esto, pudo conseguir su primer empleo formal.

Daniela Villasanti tiene 21 años, estudia en la universidad y tiene empleo registrado 

La red de apoyo de un trabajo formal

Francisco Lavado trabajaba en un mercado descargando cajones de fruta y verdura. Todos los días pedaleaba en un camino rústico para llegar a su trabajo. Era, como se le dice popularmente al trabajo no registrado y esporádico, una "changa". Algunos turnos eran de madrugada, así que le tocaba hacer ese camino en medio de la noche, casi sin ver más que las luces de los autos que pasaban. Algunos, demasiado cerca. Uno de esos días, un auto frenó de golpe delante de él. Francisco detuvo su bicicleta y salió despedido unos metros. El golpe lo mareó y estuvo unos minutos en el piso, hasta que algunas personas se acercaron y lo ayudaron a pararse. En lugar de ir al mercado, fue a hacerse revisar las heridas. Le avisó a su jefe lo que había pasado y recibió como respuesta: "Espero que te recuperes, mañana acordate que tenemos que descargar el camión".

"Yo entendí que soy un número más, soy el número de pérdida. Si fuera por él, capaz ni me pagaría, y yo me puse a pensar en eso: 'tengo que salir de acá'", cuenta cuatro años después. "Si yo no trabajaba, no cobraba, si no cobraba, no comía. Es algo que no quiero que les pase a mis hijos", agrega.

Francisco compara lo que le pasó en ese trabajo no registrado con algo que vivió en el trabajo en el que está ahora: "Tuve a mi nena enferma, la tuve que llevar al hospital y mi jefe me dijo: 'Tranquilo, no pasa nada, vení mañana'. Es un alivio que siento, que es indescriptible".

 ¿Cómo incentivar la movilidad social?

Las posibilidades de conseguir un trabajo calificado aumentan con una educación de calidad; sin embargo, el dato de movilidad en este sentido tampoco es alentador. Según Trombetta, "tres de cada cuatro chicos en hogares con clima educativo bajo no van a acceder a la universidad".

"Hay políticas más específicas que se pueden aplicar que tendrían un impacto bastante importante en la movilidad social. La educación pública es fundamental, lo mismo pasa con la salud pública y la salud sexual y reproductiva, porque la maternidad adolescente es un causal muy importante de abandono escolar por parte de las mujeres en los estratos socioeconómicos más bajos (…) No vamos a poder lograr ningún avance sustantivo en la movilidad social si no empezamos por estabilizar la economía argentina, bajar la inflación, recuperar un sendero de crecimiento sostenible", abunda.

Una de las políticas que se implementa en ese sentido en Argentina es la Asignación Universal por Hijo, que se entrega a las familias con hijos en edad escolar. Funciona mediante un control de cumplimiento de requisitos de salud, vacunación y escolaridad.

Daniela vuelve a poner el agua para el mate en la hornalla. La pava se enfrió un poco mientras contaba cuál es su próximo paso: "Yo quiero crecer profesionalmente para, el día de mañana, poder sacar a mis hermanitos del lugar en el que viven, porque lamentablemente el barrio te lleva al barrio (…) mi plan a futuro es terminar lo que estoy estudiando y trabajar en otro país ayudando a mi país".