(CNN) – Los 75 años de historia de la OTAN pueden describirse en tres actos, cada uno de ellos definido por amenazas existenciales a la seguridad occidental.
El primero fue la Guerra Fría y la amenaza soviética. El segundo acto llegó en las décadas de 1990 y 2000, cuando la OTAN desplegó tropas por primera vez en Bosnia y Kosovo, seguidas de Afganistán e Iraq. A partir de 2014, la primera invasión de Ucrania por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el autoproclamado califato del ISIS volvieron a llevar las amenazas armadas a las fronteras de la alianza en un momento en que Estados Unidos y sus aliados se retiraban lentamente del mundo.
El cuarto acto de la OTAN puede definirse por una crisis que se ha desarrollado a cámara lenta. Durante más de una década, los aliados han gastado de forma crónicamente insuficiente en defensa mientras los adversarios de Occidente modernizaban y reforzaban sus propias capacidades militares.
La forma más obvia de entender el impacto de esta situación es a través de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022.
Por supuesto, la persona más responsable de la invasión rusa es el propio Putin. Pero personas directamente implicadas en la política de seguridad occidental afirman que las advertencias sobre la necesidad de mejorar las defensas se pasaron por alto en favor de cuadrar las cuentas tras la crisis financiera de 2008.
Rasa Juknevičienė, ministro de Defensa de Lituania entre 2008 y 2012, recuerda una reunión con funcionarios estadounidenses en el Pentágono en 2012 en la que personas “de todas partes, incluido Estados Unidos, reconocieron que Rusia estaría en condiciones de poner a prueba a la OTAN en 2019”.
A pesar de conocer el riesgo, en 2014 solo tres de los entonces 30 aliados eran capaces de cumplir el objetivo de la OTAN del 2% del PIB en gasto de defensa. En 2019, esa cifra solo había aumentado a siete.
En declaraciones a CNN, Juknevičienė, ahora miembro del Parlamento Europeo, dijo: “La OTAN estaba adormecida en la década de 2010, centrada en la guerra contra el terrorismo más que en las amenazas regionales. El gasto en defensa se mantuvo bajo en todo Occidente, no solo por las presiones presupuestarias, sino también porque todo el mundo —incluido Estados Unidos— tenía miedo de provocar a Rusia”.
“En mi opinión, eso significó que Rusia pudo ver que la OTAN no se tomaba en serio su propia defensa, lo que hizo que invadir Ucrania fuera mucho menos intimidatorio”, añadió.
La infrafinanciación de los presupuestos de defensa durante un largo periodo tiene múltiples consecuencias, desde la reducción del número de soldados hasta el mal mantenimiento del equipamiento. Pero en el contexto de la guerra en Ucrania, las limitadas y rápidamente menguantes existencias de munición que Occidente puede entregar a Kyiv han sido posiblemente las más perjudiciales.
“Una cosa es absolutamente cierta, si los aliados en Europa hubieran cumplido su objetivo del 2% —en particular, Alemania— habría muchas más armas para dar a Ucrania sin debilitar la defensa de sus propios países”, dijo a CNN John Herbst, exembajador de EE.UU. en Ucrania.
“Quizá si hubiera más armas habría habido más disuasión para Putin”, añadió.
Cabe señalar que no era tarea de la OTAN proteger a Ucrania de una invasión. Ucrania no es miembro de la OTAN y solo declaró formalmente su intención de ingresar tras la invasión de 2022.
Sin embargo, la naturaleza del apoyo de los aliados de la OTAN a Ucrania —en gran parte apoyo militar directo— ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad que años de financiación insuficiente han causado a la alianza.
No se trata solo de que el bajo gasto militar se traduzca en escasos arsenales de armas. La falta de demanda significa que no hay incentivos para que las empresas privadas de armamento inviertan en la fabricación de armas. En otras palabras, se puede tener todo el dinero del mundo, pero no se pueden comprar armas que no existen. Mientras tanto, Rusia ha ampliado masivamente su propia producción de municiones y ha recurrido a adversarios occidentales como Corea del Norte e Irán para obtener armas adicionales.
“No hay duda de que Estados Unidos y sus aliados no tienen industrias armamentísticas que produzcan suficientes equipos para una guerra de grandes potencias”, afirmó Herbst.
Así lo han reconocido los miembros de la OTAN. En la actualidad, más aliados que nunca cumplen el compromiso de gasto mínimo del 2%, y está previsto que esta cifra aumente antes de la cumbre que se celebrará en Washington en mayo, con motivo del 75 aniversario de la creación de la OTAN, el 4 de abril de 1949.
Los funcionarios de la OTAN, a menudo cínicos y escépticos, se muestran inusualmente optimistas ante el hecho de que los gobiernos de tantos países se estén tomando más en serio el gasto, especialmente en la adquisición de armamento.
El líder del bloque, Jens Stoltenberg, declaró en febrero que se esperaba que 18 de sus miembros gastaran al menos el 2% de su PIB en defensa este año.
Se han prometido miles de millones de dólares, así como planes individuales para adquirir y aumentar la producción de municiones y armas. Pero la mayoría de los planes que están elaborando los funcionarios son en realidad a más largo plazo: se necesita tiempo para construir fábricas y formar al personal.
Esto significa que el reto al que se enfrentan ahora los aliados de la OTAN no es solo cómo pueden satisfacer la demanda de armas procedentes de Ucrania, sino también cómo invertir años de infrafinanciación de sus propias defensas.
Los diplomáticos europeos, especialmente los de los países bálticos, suelen describir la necesidad no solo de llenar el cobertizo que se ha vaciado con la entrega de armas a Ucrania, sino también de construir un nuevo cobertizo que también necesita sus propias armas.
Así que, incluso con las nuevas promesas de gasto, llevará mucho tiempo llegar a donde la mayoría de los responsables de defensa europeos reconocen que deberían estar los stocks de munición.
Una persona muy consciente de ello es el propio Stoltenberg. En un discurso pronunciado este miércoles en Bruselas antes de una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN, el secretario general afirmó que la Alianza “podría asumir una mayor responsabilidad en la coordinación del equipamiento y entrenamiento militar para Ucrania”. Stoltenberg añadió que los aliados deberían “comprometerse a apoyar más a Ucrania y depender menos de las contribuciones voluntarias”.
“Debemos tener una ayuda a la seguridad de Ucrania asegurada, fiable y predecible”, dijo.
Peter Ricketts, exembajador del Reino Unido ante la OTAN, declaró a CNN que, aunque es innegable que un mayor número de países que alcanzan la marca del 2% es algo positivo, “el dinero nuevo tarda años en convertirse en capacidad. Y no es suficiente ahora que la amenaza ha aumentado en Europa. Sobre todo teniendo en cuenta el riesgo de que una futura presidencia de Trump se aleje de Europa”.
La situación en la que se encuentra la OTAN a sus 75 años es inusual. Por un lado, se puede argumentar que las cosas son más halagüeñas de lo que han sido en mucho tiempo. Los países están relativamente unidos sobre lo que hay que hacer a largo plazo y están ampliamente dispuestos a pagar por ello. Las nuevas iniciativas, como las fuerzas de respuesta rápida, los ejercicios de adiestramiento y los despliegues de tropas, se coordinan de forma centralizada.
La alianza incluso se ha ampliado, con la incorporación el año pasado de Finlandia y Suecia.
Douglas Lute, exembajador de Estados Unidos ante la OTAN, declaró a CNN: “Creo que el vaso está medio lleno más que medio vacío. Creo que en un mapa del mundo, la frontera territorial de la OTAN es la línea roja más brillante, y los aliados la están haciendo más brillante mediante nuevas iniciativas. Si preguntas si la OTAN es lo bastante fuerte como para disuadir a Putin de un ataque directo, yo diría que debemos juzgar sus capacidades y sus intenciones. El hecho es que Putin ha respetado las fronteras de la OTAN”.
Sin embargo, persisten viejos resentimientos. Algunos aliados no confían en que los demás sean tan generosos con el gasto en defensa si la guerra entre Rusia y Ucrania llega a su fin. Y los funcionarios de los países que históricamente han cumplido sus compromisos siguen viendo a sus homólogos como aprovechados que podrían no aprender las lecciones de esta guerra.