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Ucrania

OPINIÓN | Hitler no pudo derrotar a nuestro amigo Boris. Ahora Vladimir Putin lo mató

Por Jens Christian-Wagner

Nota del editor: Jens-Christian Wagner es profesor de Historia en la Universidad de Jena y director de la Buchenwald and Mittelbau-Dora Memorials Foundation en Weimar, Alemania. Las opiniones expresadas aquí son suyas.

(CNN) –– La semana de trabajo en el Buchenwald Memorial —que honra las vidas perdidas en el campo de concentración nazi de Buchenwald— comenzó el lunes con una conmoción: por la mañana, recibimos la noticia desde Ucrania de que nuestro amigo Boris Romantschenko, superviviente de Buchenwald y de otros tres campos de concentración, murió cuando un misil ruso impactó en su edificio de apartamentos de varias plantas en Járkiv.

Romantschenko tenía 96 años. En el campo de concentración había luchado con sus compañeros rusos contra las SS. Desde su liberación, en 1945, Romantschenko se comprometió a preservar la memoria del terror nazi y la paz. Ahora, este valiente hombre, cuya lengua materna era el ruso, se ha convertido en una víctima de la invasión rusa de Ucrania: una tragedia y una vergüenza.

Boris Romantschenko nació en 1926, en el pueblo de Bondari, en el óblast de Sumy (Ucrania). A finales de 1942, un año y medio después de la invasión alemana de la Unión Soviética, los ocupantes deportaron a todos los hombres de su pueblo, algunos de tan solo 16 años, a Alemania para realizar trabajos forzados.

Romantschenko, que entonces tenía solamente 16 años, fue enviado con otros aldeanos a Dortmund, donde fue obligado a trabajar en una mina de carbón subterránea. Intentó escapar del campo, pero fue detenido por los guardias y la policía en la estación de carga de Dortmund. Pasó por varias prisiones antes de que la Gestapo –la policía secreta alemana– lo deportara al campo de concentración de Buchenwald, cerca de Weimar, a finales de enero de 1943. Allí fue obligado a realizar trabajos forzados en la cantera.

En junio de 1943, las SS lo trasladaron, junto con otros casi 200 prisioneros, a Peenemünde, en la isla de Usedom, en el mar Báltico. Los prisioneros tuvieron que montar los cohetes V2 desarrollados por Wernher von Braun, que se utilizaron para bombardear Londres y Amberes, en 1944. Tras un ataque aéreo británico sobre Peenemünde, en agosto de 1943, en el que también murieron prisioneros del campo de concentración, el montaje de los cohetes fue trasladado a una instalación de túneles subterráneos en las montañas de Harz: el campo de concentración de Mittelbau-Dora.

Las SS trasladaron a los prisioneros, incluido Romantschenko, desde Peenemünde a las montañas de Harz, donde trabajaron y vivieron bajo tierra. Se alojaban en catres de madera de cuatro pisos en un túnel de 50 metros de profundidad. Los prisioneros llamaban al campo de concentración subterráneo el "Infierno de Dora".

Romantschenko sobrevivió a este infierno, marcado por el hambre, la enfermedad y los abusos. También sobrevivió a una marcha de la muerte hacia el campo de concentración de Bergen-Belsen, en abril de 1945. Las tropas británicas lo liberaron allí, el 15 de abril de 1945, pero no se le permitió volver a casa todavía.

Estas escenas no se veían desde Segunda Guerra Mundial, dice corresponsal 3:33

En la Unión Soviética, gobernada por los estalinistas, los prisioneros de los campos de concentración soviéticos y los prisioneros de guerra que habían sobrevivido a esta prueba eran sospechosos de haber colaborado con los alemanes; su supervivencia en manos del enemigo se consideraba sospechosa. Como tantos otros supervivientes soviéticos de los campos de concentración, Romantschenko fue obligado a servir como soldado de ocupación en el Ejército Rojo en Alemania Oriental. Se esperaba que se probara a sí mismo allí y que demostrara que era un ciudadano soviético honrado. No se le permitió regresar a su hogar en el este de Ucrania hasta 1950.

De vuelta a Ucrania, Romantschenko trabajaba de día como mecanógrafo; por las noches estudiaba Ingeniería de Minas y se licenciaba con éxito. Más tarde, diseñó maquinaria agrícola. Tras la caída de la Unión Soviética, empezó a hablar abiertamente de sus experiencias como prisionero en los campos de concentración alemanes. Viajó muchas veces a Alemania y participó en actos conmemorativos en los monumentos de Buchenwald y Mittelbau-Dora.

Romantschenko habló a estudiantes sobre sus experiencias e instó a salvaguardar la paz y la libertad y a proteger los derechos humanos. "Les deseo la mejor de las suertes desde el fondo de mi corazón, y espero que nadie tenga que pasar nunca por lo que nosotros, los antiguos prisioneros, experimentamos", dijo en 2013, hablando desde la plaza de la lista del monumento conmemorativo en el aniversario de la liberación del campo de concentración de Buchenwald.

En aquel momento, nadie podía imaginar que –nueve años después– Romantschenko, que había sobrevivido a los campos de concentración y a la Segunda Guerra Mundial, moriría en un ataque aéreo ruso. Le sobreviven su hijo y su nieta, que le cuidaron amorosamente durante los últimos meses, cuando el miedo al coronavirus le obligó a permanecer en su apartamento.

Hitler no pudo derrotar a nuestro amigo Boris. Ahora otro dictador fascista, Vladimir Putin, lo mató. Pero Putin no es un nuevo Hitler. A pesar de toda la indignación por el gobernante de Moscú, que ordenó la invasión de Ucrania y no tiene remilgos a la hora de oprimir brutalmente a su propio pueblo, debemos tener cuidado de no establecer falsas analogías históricas entre el terror nazi y los crímenes cometidos por Putin y sus Estados vasallos.

El Holocausto y otros crímenes nazis fueron acontecimientos singulares cometidos en un contexto histórico específico, y debemos ser cautelosos a la hora de relativizar estos acontecimientos. Sin embargo, no necesitamos comparaciones con el Holocausto para expresar nuestra indignación ante los actuales crímenes de los dirigentes rusos. También hay que decir claramente que la afirmación de Putin de querer "desnazificar" Ucrania es una mentira descarada creada para justificar su imperialismo agresivo, una mentira arraigada en la idea del siglo XIX de una Gran Rusia.

Lo absurdo de esta mentira lo demuestran los miles de supervivientes ucranianos del terror nazi que lucharon con sus camaradas rusos contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que ahora están amenazados y, en el caso de Boris Romantschenko, asesinados por las bombas rusas.

Es una tragedia y una traición al legado de los supervivientes de Buchenwald que, en 1945, pasaron lista en la plaza del campo liberado y juraron que construirían un mundo de paz y libertad.