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La pregunta audaz de Wendy Guerra

OPINIÓN | En busca del paraíso

Por Wendy Guerra

Nota del editor: Wendy Guerra es escritora cubanofrancesa y colaboradora de CNN en Español. Sus artículos han aparecido en medios de todo el mundo, como El País, The New York Times, el Miami Herald, El Mundo y La Vanguardia. Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran “Ropa interior” (2007), “Nunca fui primera dama” (2008), “Posar desnuda en La Habana” (2010) y “Todos se van” (2014). Su trabajo ha sido publicado en 23 idiomas. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) -- Estados Unidos de América es un territorio fértil, forjado y sudado por migrantes asentados en la zona norte del continente americano, quienes, al llegar a estas tierras, encontraron un verdadero paraíso habitado por pueblos indígenas de América del Norte, pertenecientes a decenas de etnias nativastales como apaches, sioux o cheyenes entre otros, con costumbres, lenguas y estilos de vida muy diferentes. Cada Estado es el reflejo de sus fundadores, para quienes cualquier sacrificio ha sido poco en su empeño de recomenzar sus vidas, descendiendo de barcos con diferentes procedencias y una maleta atestada de recuerdos, sin un ideal claro de nación, pero con la certeza que otorga tener una gran segunda oportunidad para realizar sus sueños. El 4 de julio de 1776, se emite la Declaración de Independencia, proclamando el derecho a la libre autodeterminación, estableciendo una unión cooperativa, punto de partida en la creación de esta gran nación.

Si caminas por una ciudad populosa como Miami, Nueva York, San Francisco o Los Ángeles, no podrás evitar escuchar palabras, bromas y nombres hispanos por doquier. La Oficina del Censo de Estados Unidos anunció en 2020 que los hispanos alcanzamos la atractiva cifra de 62,1 millones de personas. Se trata de un crecimiento del 23% desde el año 2010, cuando este segmento de la población era de 50,5 millones, seis veces más que la existente en el año 1970.

Este país se nos parece cada vez más. Por eso, si entras en un supermercado de las grandes ciudades, verás que los tacos, los totopos o los aguacates no pertenecen solo a un pequeño o apartado estante o sección, sino a la oferta general de alimentos que ofrece la cadena a sus consumidores. Si paseas por las avenidas más concurridas, descubrirás expuestos trajes para quinceañeras, sombreros de charro, botas mexicanas o vasijas para tomar el mate. Ojos negros, caderas anchas, pelo enroscado, piel morena, tallas más pequeñas y ceñidas, música norteña, brasileña, bandeja paisa, pan de bono, alfajores, pastelitos de guayaba, chimichurri, aguardiente, guayaberas y liquiliqui se integran ya al mundo lúdico de un país que abre sus puertas a quienes vengan a enriquecerlo cultural y económicamente. Actualmente los hispanos son el mayor grupo racial o étnico, sobrepasado solo por los blancos no hispanos. En el futuro, los hispanos continuarán desempeñando un papel esencial en la demografía de este país y se prevé que para 2060, seremos el 27% de la población estadounidense. Es decir: una de cada cuatro personas en EE.UU tendrá herencia hispana.

Algunos abandonamos nuestros países escapando de sistemas políticos asfixiantes, plagados de vicios, corrupción y degeneración. Otros huyen de las crisis económicas, de la inseguridad... o de todo eso junto. Alcanzamos esta orilla esperanzados, desorientados, perseguidos y o marcados por largas dictaduras que parecen no tener una solución tangible, dejamos atrás nuestras familias, hogares y ¡por fin! encontramos la gran oportunidad y empezamos de cero. Atrás quedaron nuestros rituales, leyendas y nexos más fuertes, pero también realidades viciadas por pandillas, cárteles o sectas que asfixian sociedades poco aptas para ver crecer a las nuevas generaciones de latinoamericanos.

Llegamos hasta aquí con una gran carga de pasado. Cada uno de nosotros pudiese escribir una novela con el argumento que contamos en nuestra entrevista al agente de inmigración que nos recibe.

Los latinos han cambiado para bien este país. El astronauta y físico costarricense Franklin Ramón Chang-Díaz, de nacionalidad estadounidense, ha sido uno de los científicos con más misiones espaciales de la NASA, llegando a obtener un verdadero récord en el número de viajes al espacio a bordo de los trasbordadores espaciales.

El desarrollador y filántropo argentino de padres cubanos, mi estimado Jorge Pérez, ha transformado definitivamente el paisaje arquitectónico de la ciudad de Miami, creando espacios sociales útiles y fantásticos. Su colección de arte cubano recupera y asienta nuestro acervo cultural dentro del arte contemporáneo. El director de cine y guionista Alejandro González Iñárritu –y también mi amigo–, nacido en la Ciudad de México, pilar del llamado cine independiente de Hollywood y con cinco premios Oscar narra nuestras historias con un novedoso e inigualable lenguaje cinematográfico. La magistrada, jurista, política y profesora estadounidense Sonia Sotomayor, quien ejerce el cargo de jueza asociada de la Corte Suprema de Estados Unidos, es hija de padres puertorriqueños y un verdadero ejemplo para las mujeres que llegamos ilusionadas a contribuir en el desarrollo social de la tierra que un día nos recibió con los brazos abiertos.

Los exilios pueden ser traumáticos y complejos, pero sirven de inspiración para formar y aportar talentos en el plano científico, deportivo, artístico y académico, allí donde van los desplazados, allí donde se asientan los exiliados más virtuosos, con su motivación y habilidades de salir adelante se forja un gran país. A partir del 15 de septiembre festejamos en EE.UU. el Mes de la Herencia Hispana, celebración y tributo a quienes traen consigo, en sus costumbres y en su sangre el origen y la cultura latina. La fecha de esta celebración se estableció en 1968, cuando el entonces presidente Lyndon B. Johnson designó una semana en septiembre, en honor a la herencia hispana y las múltiples fiestas patrias de los países enclavados en el continente americano. En 1988, la celebración se extendió del 15 de septiembre al 15 de octubre y llegará un momento en que nuestra herencia se celebre todo el año, pues nuestras vidas se fusionan rápidamente al ADN de esta nación.

Vinimos a cambiar nuestras vidas, a crear, trabajar, aportar, prosperar o, simplemente, a vivir en un mundo de orden, tranquilidad y coherencia, pero la memoria puede ser muy corta para algunos que a veces incumplen las normas al confundir el lugar que abandonamos con el lugar al que emigramos. Yo soy mi propia vigilante silenciosa e intento que cada una de mis acciones diarias sean coherentes con la inmensa generosidad del país que me abrió las puertas.

El tráfico es un ejemplo de traspolación de nuestro caos endémico al estructurado universo estadounidense. Aquí se hace demasiado visible el irrespeto de algunos hispanos a las leyes del tránsito, la violencia y el desorden de cara a la vialidad, pues contrasta con la actitud de instrumentar el orden y el certero cumplimiento de sus leyes. Por otro lado, necesitamos hacer gala de nuestra vocación de servicio, amabilidad y empatía, pues, aunque no sería coherente generalizar, estamos de acuerdo en que los latinoamericanos nos distinguimos por agasajar y colmar de atenciones a nuestros visitantes. Aunque a veces se evidencia a nuestro alrededor el maltrato al consumidor, la poca atención en hoteles, tiendas de lujo o restaurantes, el bullicio, la música excesivamente alta, los gritos y la descortesía, nada de eso debe tocarnos, ni transformarnos, mucho menos definirnos como cultura.

Algunos programas de entretenimiento emitidos por canales de televisión dedicados al público latino descuidan el uso del castellano, permitiendo errores garrafales en boca de sus presentadores, símbolos de nuestra comunidad. El castellano es una lengua romance derivada del latín, tan bella como compleja, dominada de modo excepcional por conductores, periodistas, reporteros, analistas, escritores y actores colombianos, mexicanos, venezolanos, argentinos, cubanos, uruguayos y españoles, entre otras nacionalidades de exiliados, algunos de ellos recién llegados, o simplemente, sin presencia mediática. Sería entonces prudente contratar para los medios en español a quienes verdaderamente dominen nuestro idioma. Así las nuevas generaciones lo asimilarán correctamente, sin gazapos ni barbarismos. Recordemos que los medios de difusión funcionan como patrones educativos obvios o subliminales. Por ello, debemos ser conscientes de que, al maltratar tu lengua original traicionas las bases fundamentales de tu identidad.

Aunque la identidad social no es lo mismo que la identidad personal, debemos ser conscientes de que cada gesto que amplificamos a diario nos etiqueta culturalmente, nos distingue como grupo social, y más allá de nuestro “yo” está ese “nosotros” que nos toca defender como identidad. Tenemos ante nuestros ojos una vida nueva, lo que construyas sobre ella será la obra de tu vida. La inclusión social no es solo un derecho, también es un deber, y depende en gran medida de nuestras actitudes cotidianas.

Una nación que abre sus puertas a miles de emigrantes latinoamericanos lo hace también con la esperanza de que en cada uno de nosotros florezca ese orgullo hispano, ese fundador renovado e ingenioso que continúe transformando, para bien, este gran país.

La pregunta salta a la vista: ¿Dejamos atrás nuestros infiernos para aportar con acciones poco atinadas a ese lugar que un día definimos como paraíso?