Dolyna, Ucrania — Un soldado con uniforme ucraniano contempla malhumorado las ruinas de un monasterio ortodoxo en la región oriental de Donetsk, en Ucrania.
“Esto es el resultado de la guerra de Putin”, dice enojado, mientras pasea entre los restos del naufragio. “Como cristiano, esto es muy ofensivo para mí”.
El soldado, cuyo nombre CNN acordó no revelar para proteger su identidad, responde al de “César”. Es uno de los cientos, si no miles, que luchan para mantener la ciudad de Bakhmut, el actual epicentro de la guerra, en manos ucranianas.
Pero hay una cosa que lo diferencia de la mayoría de los que comparten el mismo objetivo: es ruso.
“Desde el primer día de la guerra, mi corazón, el corazón de un verdadero hombre ruso, un verdadero cristiano, me dijo que tenía que estar aquí para defender al pueblo de Ucrania”, explica César. “Ahora estamos luchando en la dirección de Bakhmut, esta es la parte más caliente del frente”.
Pocos edificios, si es que alguno, de la ciudad del este de Ucrania se han salvado de los interminables bombardeos de artillería disparados de un lado a otro. Muchas de las estructuras han sido completamente destruidas, otras quedaron inhabitables con secciones colapsadas, en escenas apocalípticas que recuerdan a la maltrecha ciudad de Mariúpol, capturada por Rusia a principios de la guerra.
“Después de la movilización (rusa) (en septiembre), Putin lanzó todas sus fuerzas (contra Bakhmut) para lograr un punto de quiebre en la guerra, pero estamos librando una feroz lucha defensiva”, dice César.
Gran parte de la fuerza de resistencia de Ucrania ha tenido que refugiarse en trincheras embarradas, luchando con uñas y dientes para negar a las fuerzas rusas la victoria que anhelan desesperadamente.
“La lucha es muy brutal ahora”, explica César.
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